[cafe-sd] lessig y el futuro de las ideas

Miquel miquel at sindominio.net
Wed Feb 13 07:21:48 CET 2002


Una alucinante carta de un lector a El Pais, que nunca veria la luz (por su
extension) en el diario en papel, pero que se ha publicado en la edicion
digital. Traduce una reseña de un nuevo libro de Lawrence Lessig, no tiene
desperdicio, recomiendo su lectura aunque sea un poco larga...

http://www.elpais.es/cartas/letter.html?s_file=cartas&i_idb=92&i_lid=15655&s_status=l&i_situation=3&s_order=desc&no_show=10


 ¿Pensamiento veloz o pensamiento atroz?   MILJENKO WILLIAMS (12-02-2002)
La libertad de expresión y el flujo libre de información es una cuestión
que nos debe preocupar a todos. El Internet es un medio esplendido para
potenciar la capacidad del ser humano de pensar en grupo, y permitirle ver
que en grupo puede pensar con mayor claridad y efectividad que solo,
haciendo hincapié en su habilidad para asociar un sinfin de ideas, para
utilizar unas ideas como herramientas, medios para llegar a otras ideas
muchísimo más esplendidas y merecedores de ser difundidos. Y es que las
ideas del ser humano son como un proceso de fusión nuclear. Y es en su
difusión permanente, en su compartir incesante donde una reacción del
pensamiento en cadena puede llevarle en muy poco tiempo a campos y paisajes
desconocidos durante miles de años y sin embargo conocibles, para nosotros,
en unos pocos minutos.

Abajo, adjunto una traducción de una reseña publicada en el New York Times
hace poco sobre un nuevo libro de Lawrence Lessig que se llama (en inglés)
"The Future of Ideas". La reseña es fascinante, el libro debe serlo
también. Y si uno no puede permitirse el lujo de leerlo en inglés, bastará
su libro anterior, "El Código y otras leyes del Ciberespacio", publicado en
español por Taurus. Se lo recomiendo.

Para resumir, ésta no es simplemente una cuestión de políticos torpes y
grises protegiendo los derechos de sus amiguetes en los medios de
comunicación amigables. Tampoco es un caso del dinero que ayuda al dinero.
Tiene mucho más que ver con un cambio sustancial en cómo la información se
transmite, con una estructura de costes radicalmente distinta a los últimos
400 años. Es una cuestión sobre la utilidad a largo plazo de legislación
que impide, con cada vez más fuerza, que un ser humano que publique un
conjunto de buenas ideas en una página web sobre lo que otros seres humanos
hayan publicado de manera "exclusiva" en un web "comercial", pueda formar
parte o no del pensamiento de otro ser humano, que a su vez... En fin,
llegamos a ser realmente buenos sólo cuando nos desarrollemos en entornos
donde podemos con toda libertad confiar en lugar de sospechar, compartir en
lugar de esconder, aprender en lugar de copiar. Si no se dan estas
condiciones, el pensamiento veloz que es un talente que todos podemos tener
se coarta, y se convierte tristamente en un pensamiento atroz, que se
agarra desesperadamente al pasado que ha tenido (o ha comprado) y construye
imperios no sobre un ejercito de ideas con cuatro abogados (para cuando no
quedara remedio) sino sobre los cuatro ideas que han tenido (o han
comprado), y con un ejercito de abogados preparados para defenderlas
durante los 70 años que últimamente parecen ser de rigor.

New York Times, 6 de enero, 2002 http://www.nyt.com

'El futuro de las ideas': el proteger lo viejo con las leyes del copyright
de DANIEL ZALEWSKI

Gracias a la tecnología digital, apareció este año una deliciosa forma
nueva de arte: el montaje del fan. Seguidores de la cantante de pop Bjork,
por ejemplo, empezaron por introducir sus canciones en sus ordenadores,
modificando y mejorando la batería y los arreglos, y colgando estas
versiones "remezcladas" en el Internet. Algunas de estas versiones son
peores; algunas, sin embargo, mejoran de manera apabullante los arreglos
originales. Y este verano, Mike J. Nichols, un adicto a "La Guerra de las
Galaxias" que vive en Santa Clarita, California, empleó su Macintosh para
llevar a cabo una serie de recortes a "La Amenaza Fantasma" ...
notoriamente, la eliminación casi total del molesto personaje Jar Jar
Binks. Seguidores que recibieron por medio del Internet una copia de "The
Phantom Edit" ("El Montaje Fantasma") de Nichols anunciaron la llegada de
una masivamente mejorada (aunque todavía no buena) pelicula.

Sin embargo, puede que este genero naciente no dure mucho. Aunque las
remezclas de Bjork siguen colgadas en una página web, ''The Phantom Edit''
se ha encontrado con un destino que se veía venir ... ha sido aplastado por
los abogados. ¿La productora de George Lucas, Lucasfilm Ltd., 
amenaza con llevar a los tribunales a cualquiera que se atreve a establecer
una página web que permite bajar la versión de Nichols, o que pone a la
venta en eBay (un sitio de subastas en línea) versiones en vídeo. ¿Por qué?
"No podemos permitir que nadie ni duplique ni distribuya con ánimo de lucro
nuestras películas," explica una persona de la oficina de prensa.

Es ésta la clase de argumentos poco coherentes que vuelve absolutamente
loco a Lawrence Lessig, un profesor de derecho de Stanford. Después de
todo, ¿puede realmente pensar una companía multimillonaria como Lucasfilm
que un proyecto tan descarado como "The Phantom Edit" torpodee sus propias
ventas en DVD? Y cómo puede un miedo tan tonto justifique el silenciar la
expresión artistica de Nichols?

El nuevo y apasionado libro de Lessig, "The Future of Ideas" ("El futuro de
las ideas"), tiene como tesis principal que la preocupación de América de
proteger el derecho intelectual se ha convertido en una obsesión opresiva.
"Un aspecto diferenciador de las leyes americanas modernas de derecho
intelectual", dice, "es su capacidad de engorde casi sin límites." En
opinion de Lessig, un sistema inicialmente diseñado para incentivar la
innovación cada vez más ha llegado a ser un arma para atacar la creatividad
de lo más nuevo.

Tristamente, el análisis de Lessig es muy acertado. El año pasado los
abogados de los herederos de Margaret Mitchell casi consiguieron prohibir
''The Wind Done Gone,'' una nueva versión de ''Gone With the Wind" ("Lo que
el viento se llevó") hecha desde el punto de vista de los esclavos, con el
argumento que constituía un robo. (De hecho, el caso sigue en pie.) Y Baz
Luhrmann, el director de ''Moulin Rouge", tuvo que revisar su guión cuando
los abogados de Cat Stevens le negaron el derecho de emplear la canción
''Father and Son''. Pregunta Lessig: ¿por qué las leyes americanas protegen
con una insistencia cada vez mayor los intereses de la vieja guardia por
encima de la vanguardia? Después de todo, el arte nuevo siempre pide
prestado al viejo. El "Hamlet" de Shakespeare era una nueva versión;
Picasso creyó colages de periódicos rotos; los rappers riman sobre los
arreglos de bajo sacado de canciones funk. ¿Si la cultura funciona así, por
qué ponen las leyes impedimentos con tanta frecuencia?

Aunque Lessig es un prosélito de lo que llama él la cultura de "open
access" (el "acceso abierto"), no es un comunista confuso que sugiere que
los artistas saquen a relucir sus creaciones sin cobro alguno. "Las leyes
del copyright conforman una parte crítica del proceso de la creatividad,"
escribe. "Una parte importante de la creatividad no existiría sin la
protección de la ley.'' A la vez, Lessig argumenta que dicha protección
debe tener una duración lo más restringida posible. Sugiere que los
patentes y los copyrights tengan plazos cortos renovables de 5 años, en
lugar del sistema actual de 90 a 150 años. Y el pagar una licencia debe ser
lo único necesario para conseguir un acceso ilimitado al trabajo de otro
artista. Por encima de todo, dice Lessig, el objetivo de la ley debe ser
aquello de conseguir que los productos culturales entren rápidamente en un
"espacio" de dominio público para que todos puedan disfrutarlos ... y
quizás, transformarlos en algo nuevo.

Lessig es consciente que no es el primer crítico que asevera que los
abogados americanos del derecho intelectual se han convertido en policias
del pensamiento trajeados. Gran parte de la novedad de su libro reside en
su esfuerzo por trazar cómo el virus del derecho intelectual ha llegado,
con resultados trágicos, al Internet -- una red de comunicación creada
expresamente para permitir la difusión rápida de nuevas ideas. "Un entorno
diseñado para facilitar lo nuevo se está transformando para proteger lo
viejo," concluye con melancolía.

Para usuarios domingueros del Internet, quizás no da la sensación de que
éste último esté atrapado en un gato intelectual. Dos segundos en Google
todavían te conectan a contenidos que van desde los manuscritos medievales
a la pornografía pura y dura. Novedades que asombran  y amplian los
horizontes mentales --como los "bloggers", que permiten a los usuarios
crear diarios públicos instantáneos en línea-- florecen cada dos por tres.
Pero Lessig desvela que detrás del escenario, un número parecido de ídeas
brillantes es masacrado por abogados de derecho intelectual que emplean el
Google para cazar la "explotación" de material con copyright. Sitios de
aficionados de "Los Simpson" que cuelgan imágenes no autorizados del
programa han recibido cartas de "cease-and-desist" ("dejar-y-desistir") de
Fox; en un ejemplo aún más ridículo, una página web no comercial diseñada
para enseñar las secuencias musicales de la música pop fue cerrada por EMI.
(Está claro que la página tenía como vocación el destruir la industria de
la música impresa.) Lessig concluye que tales imposiciones llevadas a cabo
por los abogados han hecho que el ciberespacio sea menos libre que el mundo
real, donde un músico puede enseñar furtivamente a su compañero tocar "Free
bird" sin que se entere un abogado.

Lessig se siente igualmente escandalizado sobre las decisiones legales que
el año pasado cerraron Napster, el servicio que facilita el intercambio de
archivos musicales MP3. La industria discográfica, argumenta Lessig, ha
tenido éxito en presentar Napster como un mecanismo dedicado simplemente al
robo de derechos. Pero este argumento encubre el hecho de que Napster, que
adjuntaba las colecciones musicales privadas de todo usuario en un "jukebox
celestial", fue principalmente una idea brillante. Gracias al código
ingenioso escrito por un adolescente, llegó a ser posible que uno pudiera
acceder a toda grabación jamás hecha --desde las últimas canciones de
Britney a temas desconocidos de la era del jazz-- de manera instantánea.
Con un teclado, Shawn Fanning convirtió la biblioteca infinita de Borges en
una realidad. Lessig argumenta que una idea tan grandiosa debe ser el
objetivo de una sociedad abierta ... incluso si amenaza los intereses
atrincherados de una industria como la discográfica. Tampoco aquí quiere
Lessig que los artistas pierdan el derecho de cobrar. Entiende que habría
sido correcto requerir que Napster compensara a los artistas con licencias
de pago único, creando un sistema de "compensación sin control". En teoría,
a los artistas se les podrían haber pagado sin comprometer la innovación
central de un archivo musical sin límites. Sin embargo, la realidad de lo
que sucedió, lamenta Lessig, es que los jueces se alinearon tajantamente
con los "dinosaurios".

Los pensamientos utópicos de Lessig sobre los males del derecho intelectual
serán criticados por algunos como un pensamiento muy poco riguroso. Es
cierto que un académico legal podría desmontar muchas de las aseveraciones
de Lessig cuando defiende el "acceso abierto". (En un momento, Lessig dice
que Napster, que se creyó en 1999, no hizo daño alguno a la industria
discográfica porque las ventas de los CDs "se habían triplicado en los
últimos 10 años.") Sin embargo, el valor real de "The Future of Ideas" no
reside tanto en ser un discurso académico legal sino en convertirse en una
crítica cultural tremendamente amplia. Es un manifiesto que te sacuda, que
te hace ver cuánto se pierde cuando una cultura convierte las "ideas" en
"derecho intelectual".

Sí es verdad que el manifiesto funciona mucho mejor cuando más corto,
provocador y al grano. Sin embargo, una parte significativa del libro de
Lessig se dedica a contar de segundomano cómo la arquitectura amigable e
innovador --su cableado, su código fundamental-- se convirtió en realidad.
Los fanáticos de la tecnología ya sabrán lo genial de "packet switching";
otros lectores, sin embargo, leerán con dificultad y con confusión. En
estos capítulos, parece que Lessig sea consciente del aburrimiento.
Proliferan frases de odio propio: "Puede que sea interesante (por lo menos
así lo espero) saber que el Internet tiene esta posibilidad." Tampoco la
prosa de Lessig es demasiada ágil. "El compromiso de la sociedad abierta a
la innovación es permitir que lo viejo muere joven," escribe. ¿Permitir que
lo viejo muere joven? Alguien debería hacer un montaje de fan de este
libro.

También nos llama la atención el hecho de que Lessig dirige casi toda su
ira hacia sus compañeros abogados. Lo que está claro es que los artistas
tienen tanta culpa por el agotamiento de los espacios comunes culturales de
América. La filosofía de compartirlo todo de Bjork es un bien demasiado
escaso hoy en día. De hecho, fueron los millonarios heavy-metal de
Metallica quienes lideraron la lucha por cerrar Napster. Y no se debe pedir
cuentas precisamente a George Lucas, el último obsesionado de la
tecnología, por dar la espalda a la última novedad digital? Los copyrights
puede que los apliquen los abogados ... pero cada vez más son los artistas
la verdadera amenaza fantasma.

Daniel Zalewski es editor de The New York Times Magazine.


-- 
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