[Infos] COMUNICADO DEL GRUPO ANARQUISTA LIBERTAD/ PERIODICO LIBERTAD, Bs As. ARGENTINA
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Thu Jan 10 23:00:22 CET 2002
Grupo Anarquista Libertad <saludyanarquia at LatinMail.com>
COMUNICADO DEL GRUPO ANARQUISTA LIBERTAD
COMUNICADO DEL GRUPO ANARQUISTA LIBERTAD/ PERIODICO LIBERTAD (BUENOS AIRES,
ARGENTINA
Buenos Aires 31 de diciembre de 2001.
Compañeros:
A raíz de la información que los diferentes medios de comunicación están
difundiendo sobre la situación argentina y especialmente sobre la
criminalización que se hace de las personas que han resistido y enfrentado
la represión policial, queremos hacer llegar desde el grupo Libertad estas
líneas sobre lo que realmente ha ocurrido estos días.
Si bien la explotación capitalista ha existido desde siempre en Argentina,
en los últimos años la situación de los trabajadores ha ido empeorando cada
vez más, hasta llegar en la actualidad a un punto nunca antes visto. La
aplicación del modelo neoliberal ha mostrado la cara más salvaje de la
explotación capitalista, con un altísimo nivel de desocupación, la
educación y la salud pública en un estado deplorable, un alto costo de
vida, y los salarios más bajos de la historia.
En la primera semana de diciembre de este año ciertos sectores
empresariales, financieros, sindicales y de la oposición peronista al
gobierno de Fernando de la Rúa, impulsaron el rumor de una devaluación del
peso frente al dólar, lo que generó una “corrida bancaria”, es
decir, se retiraron de los bancos unos diez mil millones de dólares,
poniendo en crisis el sistema financiero. Esta jugada de grandes grupos
económicos especulaba con obtener enormes ganancias de la segura
devaluación del peso en alrededor de un 50%. El gobierno y su ministro de
economía, Domingo Cavallo, tomaron la medida de suprimir todos los pagos en
efectivo poniendo un límite de 250 pesos (o dólares) semanal para cada
retiro, entre otras medidas, para salvar la convertibilidad y llenar el
hueco que dejaron los grandes depositantes con el dinero de los pequeños y
medianos ahorristas. La falta de circulante provocó una caída en picada de
la actividad comercial, terribles demoras en los bancos y rupturas en la
cadena de pagos. En esta situación de falta de liquidez, gran cantidad de
jubilados no pudieron cobrar sus haberes, así como muchos trabajadores
sufrieron demoras en el cobro de salarios e incluso no pudieron cobrar
debido a la falta de circulante. El descontento popular fue in crescendo,
aunque la única manifestación concreta hasta el momento había sido el alto
porcentaje de abstención, votos nulos y en blanco de la última elección,
que fue de alrededor del 30% (dato más que importante teniendo en cuenta
que el voto es obligatorio en Argentina).
El Partido Justicialista impulsó un golpe institucional, apoyado por las
CGT (la oficial y la “rebelde”) para volver a hacerse con el
poder que habían abandonado el ’99. A través de sus dirigentes
barriales alentaron los primeros saqueos a supermercados, los cuales se
generalizaron en apenas dos días. La jugada se les fue de las manos: ya
sabemos que el que juega con fuego, a la larga se quema.
La crisis económica que vive la Argentina, producto de la rapiña y la
explotación de la que es víctima el pueblo, ha generado en la todo el país
una serie de respuestas espontáneas de repudio y protesta contra la clase
dirigente. Todo comenzó con una serie de saqueos aislados a supermercados
de todo el país pero especialmente en la provincia de Buenos Aires y Entre
Ríos, promovidos en un principio por los peronistas (que conforman el
partido Justicialista, en ese momento en la oposición) para desestabilizar
el gobierno de De La Rúa (de la Unión Cívica Radical), tal como habían
hecho en el 89 durante el gobierno de Alfonsín y que efectivamente provocó
su renuncia después de instaurar el estado de sitio. Pero se les fue de las
manos. En un país en el que hay 4 millones de personas que están
desocupadas y 14 millones viven en la pobreza y en donde los comercios y
shoppings ostentan en sus vidrieras los más caros productos y la más
selecta comida para las clases adineradas, los saqueos se convirtieron en
un acto masivo en todas las zonas excluidas. Se llevaban del supermercado
desde alimentos hasta eletrodomésticos: todo lo necesario. El miércoles 19
la policía empezó a reprimir duramente y algunas de las grandes cadenas
optaron por repartir bolsas de comida antes de ser saqueadas (bolsas que
costaban menos de 5$ cada una frente a los millones de pérdidas), pero
tampoco así cesó el efecto contagio. La situación se ponía cada vez más
tensa y aproximadamente a las 23 hs de ese mismo día, el presidente De La
Rúa decretó el estado de sitio en todo el país por treinta días, la policía
estaba acuartelada y la Casa Rosada (sede del gobierno) y el Congreso
protegidos por más policía y vallas. Inmediatamente los cacerolazos
empezaron a sonar en las ventanas de los barrios de Buenos Aires. Si hasta
entonces el estallido se concentraba en las zonas más pobres, ahora eran
también los barrios de clase media los que salían a la calle, unos no
tenían plata, otros sí pero no podían disponer de ella. La gente se
concentró de manera espontánea en las calles, bajaban de las casas mujeres
y hombres con sus hijos, ancianos, jóvenes, y también de forma espontánea
comenzaron a marchar hasta la Plaza de los dos Congresos y la Plaza de
Mayo.
El pueblo argentino ya cansado de las miserias a que es sometido desde hace
años y por primera vez, dejando de lado a sus dirigentes tradicionales, se
autoconvocó a través de los cacerolazos, el boca a boca, llamadas de
teléfono, cortes de calles y a través de la difusión en radio y televisión
de las manifestaciones espontáneas, lo que generó un efecto de
participación a través del contagio. Si lo que pretendían con el estado de
sitio era que nadie se moviese de sus casas obtuvieron todo lo contrario.
Pero lo que empezó como una manifestación pacífica al grito desafiante de
el estado de sitio se lo meten en el culo” que hacía retumbar
la ciudad con el sonido de las cacerolas y las bocinas de los autos y taxis
que decidieron sumarse, terminó sobre las 3 de la mañana en una humareda de
gases lacrimógenos y balas de goma, destrozos y cientos de detenidos, y
además con la renuncia del ministro de economía (que también lo había sido
en una etapa de la dictadura y durante la presidencia de Menem, el padre de
la convertibilidad del peso y el dólar) Domingo Cavallo.
A la mañana siguiente, de nuevo la Plaza de Mayo se llenó de gente. También
comenzó como un acto pacífico, en el que se oían cacerolazos y había
jubilados y niños. Además del estado de sitio ahora se repudiaba la
represión del día anterior. Los gritos de desprecio abarcaban a todos los
partidos políticos, incluso a la oposición de izquierda, y no se permitió
(como tampoco la noche anterior ni después) que nadie levante ningún tipo
de bandera o pancarta partidaria. El MAS, PTS, PO e Izquierda Unida (PC y
MST) tuvieron un comportamiento vergonzoso manteniéndose apartados de los
enfrentamientos con la policía y frenando a quienes intentaban iniciar
algún destrozo, aunque algunos militantes de estos partidos no resistieron
el contagio y participaron individualmente, ante la inacción de sus
organizaciones. Algunos grupos organizados actuaron, sin identificación
partidaria, y también muchísimos compañeros anarquistas. El descrédito de
la política es a todas luces evidente. En Plaza de Mayo el repudio estaba
dirigido también contra los dirigentes sindicales (verdaderas mafias
organizadas y mayoritariamente peronistas), el sector empresarial
(incluidos los bancos), todos los políticos y funcionarios tanto del
gobierno como de la oposición, y las fuerzas de represión. De La Rúa se
encontraba en la Casa Rosada y a mediodía dio la orden de “limpiar la
plaza”. La montada se abalanzó sobre la gente, llevándose a los
detenidos a golpes y arrastrados por el pelo. Durante toda la tarde la
gente resistió en la plaza. Los gases, las balas de goma y la montada los
hacían retroceder pero inmediatamente levantaban más barricadas y colocaban
alambre a lo ancho de las calles para impedir el paso de los caballos y
volver a la plaza. Los manifestantes bloquearon los accesos enfrentándose a
la policía, y mientras en el centro las Madres de Plaza de Mayo que hacían
la ronda de todos los jueves y algunos grupos pacíficos fueron
violentamente desalojados por la policía. Hacia las 18 hs el centro de
Buenos Aires estaba dividido en dos, desde la Av. 9 de julio hacia Plaza de
Mayo la policía había logrado hacerse con el control, y desde la avenida
hacia el Congreso la gente llenaba las calles y levantaba barricadas. En la
Av. 9 de julio continuaban los enfrentamientos en medio del humo de las
barricadas y los gases lacrimógenos, bajo el ruido de las bocinas de los
motoqueros que pasaban en grupo burlando la represión. Allí llegaban micros
y camionetas llenas de policías disparando desde las ventanillas, con
motos, tanquetas y carros hidrantes. Pero a pesar de la represión la gente
se negaba a dejar las calles, incluso en los alrededores de Plaza de Mayo,
que estaba totalmente sitiada. Ya entonces se sabía que 7 jóvenes habían
sido asesinados por la policía con disparos de bala. Desde los balcones
tiraban baldes de agua y limones para ayudar a los encapuchados que
resistían (los viejos y los niños ya se habían alejado) y el clima era de
verdadero compañerismo entre la gente, que seguía llegando. Las fuerzas de
seguridad a duras penas habían logrado dominar el microcentro, (a pesar de
que la gente se defendía solamente con piedras y vallas de obras) pero no
llegaron nunca a dominar a los manifestantes que seguían en los
alrededores, destruyendo y saqueando los símbolos y los mayores exponentes
del sistema capitalista: bancos, oficinas públicas, de la policía, AFJP
(aseguradoras privadas de pensiones) y ART (Aseguradoras de riesgos del
trabajo), oficinas comerciales de la empresa de electricidad EDESUR, Mc
Donald´s, BlockBuster, la cadena de disquerías Musimundo. Las avenidas de
Mayo y Corrientes presentaban un aspecto insólito entre el fuego y los
destrozos. Hacia las 19:30 de la tarde se hizo pública la renuncia de
Fernando De la Rúa pero los enfrentamientos y saqueos en el centro porteño
continuaron hasta entrada la noche.
El resultado después de las jornadas del 19 y 20 de diciembre es el
siguiente: 30 muertos (la mayoría durante los saqueos por disparos de los
comerciantes y otro tanto en los alrededores de Plaza de Mayo por la
policía; la mayoría tenía alrededor de 20 años, pero también murió un
hombre de 57 años y una niña de 13), cientos de heridos, 3200 detenidos y
torturados en las dependencias policiales (muchos de ellos todavía siguen
presos), 200 saqueos o más a supermercados, 1000 millones de dólares en
pérdidas para las empresas que fueron atacadas y cuyos gigantescos
beneficios son en gran parte responsables de la miseria popular. Los
levantamientos ocurrieron en todo el país, y se multiplicaron más aún al
llegar las noticias de la rebelión civil en Buenos Aires.
En el resto del país y la Capital y Gran Buenos Aires continuaron los
saqueos, y la represión policial. En plena contienda con la policía, con
miles de manifestantes intentando llegar al centro de la ciudad, ambas
centrales sindicales iniciaron una “huelga general por tiempo
indeterminado”, no con el fin de montarse sobre la protesta popular,
sino para que -al haber paro de transportes- los manifestantes no pudieran
llegar hasta el centro de la ciudad. La CGT, conformada por sindicatos
súbditos del peronismo y al servicio de la patronal, no pretendía una
revolución sino un golpe de Estado democrático y legalista, a fin de llevar
al poder al PJ.
Los peronistas interpretaron mal el mensaje del pueblo: contra ellos
también iba dirigida la protesta, los líderes sindicales, los empresarios,
los bancos y el FMI. Las sonrisas de festejo de Menem, Duhalde
(ex-gobernador de la provincia de Buenos Aires), Rodriguez Saá (nuevo
presidente elegido por el Parlamento), Ruckauf (gobernador de Buenos Aires)
y otros jerarcas del Justicialismo comenzó a borrarse la noche del 28 de
diciembre cuando, después de unos días de calma aparente en que se confió
en el cambio, otro cacerolazo espontáneo terminó en represión policial.
Por la tarde de ese día, en la terminal de ferrocarriles de Once, en la
Capital Federal, varias formaciones de trenes fueron incendiadas, los
bomberos de la policía y las oficinas apedreados por la gente. Bronca
desatada por la larga demora y la no devolución del costo del pasaje al
encontrarse interrumpido el servicio, debido a un conflicto gremial que,
por otro lado, había estallado por fuera de la estructura sindical. Sumado
a esto, el nuevo presidente había colocado en puestos del gobierno a
ex-funcionarios que tuvieron que abandonar sus cargos, en la década pasada,
por denuncias de corrupción, al tiempo que a él mismo le corrían iguales
denuncias. La gente salió a la calle indignada ante lo que parecía una
burla y se concretó en un claro ejemplo de falta de inteligencia política.
Nuevamente el cacerolazo espontáneo y la gente que se aglutinaba frente al
Congreso y la Casa Rosada. El principal acusado de corrupción, Carlos
Grosso, renunció, pero la noche dejó medio centenar de detenidos y algunos
heridos. En los enfrentamientos se incendió el ala este del Congreso por
manifestantes que lograron entrar y sacar a la calle mobiliario y otros
símbolos que inmediatamente fueron incendiados. A la policía no le fue tan
bien: los manifestantes hirieron a doce represores a pedradas, golpes de
puño y palos provocándoles fracturas en todo el cuerpo, esta vez los
heridos graves los ponen ellos. También en esta ocasión la manifestación
fue autoconvocada, no hubo banderas partidarias y tuvieron participación
destacada muchos compañeros anarquistas.
Si bien no hubo muertos en los incidentes, el Estado y su policía no podían
irse con las manos vacías: en la madrugada del 29, cuando los incidentes
finalizaban, tres jóvenes fueron asesinados por un retirado de la Policía
Federal. El asesino -ex chofer del tirano Jorge Videla- de Maxi, Christian
y Adrián, los fusiló en un bar al cual el policía custodiaba porque
mientras veían las imágenes de los manifestantes golpeando a un uniformado
hicieron comentarios de satisfacción “porque esta vez también les
tocó a ellos”. Cuando el policía carnicero de apellido Belastiqui los
oyó los asesinó en el acto, los arrastró hasta afuera del bar, arrojó un
cuchillo junto a sus cuerpos y reportó que había intervenido en un intento
de robo. El barrio de Floresta, indignado por el crimen de los tres jóvenes
pretendió linchar al perro asesino, pero sus camaradas de armas lo
protegieron, desatándose otra batalla campal en el barrio, que terminó sin
más víctimas fatales. Los jóvenes asesinados gozaban de alta estima en todo
el barrio, eran clientes habituales del bar y ni siquiera habían
participado en los violentos incidentes de ese día. Maxi, Christian y
Adrián tenían entre 23 y 25 años.
El presidente Rodriguez Saá, prometió en siete días lo incumplible, se
reunió con todo el espectro político de izquierda a derecha, incluidos los
“piqueteros”, los sindicalistas de la CGT, los
“combativos” (CCC) y las Madres de Plaza de Mayo de Hebe de
Bonafini. Este “collage” se desintegró con la renuncia de
Rodriguez Saá el 29 de diciembre, y el segundo en la línea sucesoria,
Puerta rechazó el cargo. Eduardo Duhalde, conocido represor y autoritario
de primera hora, fue elegido nuevo presidente por el Parlamento el 1° de
enero. En su propuesta económica se anuncia una devaluación controlada que
reducirá los salarios de bolsillo (salario real) entre un 20 y 30%.
Nuevamente es el pueblo el pato de la boda. Mientras tanto cientos de
manifestantes continúan detenidos en las cárceles y comisarías de todo el
país.
La situación actual continúa explosiva. Las bases han sobrepasado a sus
dirigentes (seguramente ahora arrepentidos de haber alentado a la
desobediencia civil y a los saqueos). Ningún político, dirigente sindical o
empresario tiene prestigio en Argentina. El pueblo está cansado de la
miseria y el robo al que se lo somete día a día. Las consignas que se
cantan son: “en Argentina no se roba nunca más” y “que se
vayan todos, que no quede ni uno solo”.
El momento que se vive en este país es el comienzo de un proceso que no
sabemos como va a terminar. Junto a la bronca también hay un estado de
euforia, y una nueva forma de identidad va surgiendo entre NOSOTROS y
ELLOS. Desde el anarquismo vemos que este es un momento muy propicio para
la propagación de nuestras ideas.
Pedimos a todos aquellos compañeros que quieran solidarizarse con nuestra
lucha, así como con los compañeros detenidos, comunicarse a nuestras
direcciones de correo:
Libertad
CC N°15
(1824) Lanús Este
Buenos Aires
Argentina
E-mails de LIBERTAD:
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