[Infos] FWD: El viento sopla a favor.

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Tue Jan 22 11:05:46 CET 2002


Reenviado de Jorge Sánchez Rodríguez <ciudadanojosep at hotmail.com>

El viento sopla a favor. (El PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD. I )

INTRODUCCION
El viento sopla a favor para los ciudadanos del mundo. Para los últimos
charlatanes de la vieja sociedad del dinero oír hablar de “los
ciudadanos del mundo” les suena a herejía. Ya les sonó a herejía
durante el siglo pasado. Siempre les ha sonado a herejía.
Para ellos la Humanidad es un ente abstracto o un término literario casi
de ficción. Somos un conjunto diferente de clases, castas o razas, de
patriotas de una u otra nación, de creyentes de una u otra religión, de
“fuerzas de trabajo” necesarias o de “costos de producción”
innecesarios. Somos contribuyentes o excluidos, consumidores o
marginados. No hace demasiado discutían si teníamos o no “alma” para
justificar si podíamos o no ser esclavizados. Hoy discuten si somos o no
“bárbaros” para decidir si permaneceremos en el mundo de los
supervivientes o al! mundo de los exterminados... Siempre nos han
considerado como parte de su finca: de su territorio tribal, de su
colonia sometida, de su feudo, de su nación o de su mercado potencial.
Han prestado mucha atención en lo que nos ha separado, dividido y
enfrentado. ¡Vuestros dioses son distintos, claman sin cesar! ¡El color
de vuestra piel es diferente! ¡Vuestra patria no es la misma!
¡Pertenecéis a culturas absolutamente diferenciadas! ¡Sois de razas
distintas!

Para los últimos charlatanes de la vieja sociedad, hablar pues, del
PATRIMONIO COMUN de los ciudadanos del mundo es una infamia.

Pero el viento sopla a nuestro favor. Estamos de enhorabuena.
No hará falta seguir discutiendo demasiado tiempo. La Ciencia va
derrumbando los muros de la clases, de las castas, de las razas, de los
creyentes, de los patriotas, de los contribuyentes o marginados, de los
civilizados o de los bárbaros... Curiosamente los miembros de la! 
especie humana no nos diferenciamos genéticamente absolutamente en nada.
Es más, nuestras diferencies con otras especies son en algunos casos
muy pequeñas. Nuestros genes son pocos más que los de la mosca o los
gusanos y los mismos aproximadamente que los del ratón.
En la medida que vamos descifrando el “libro de la vida” vamos
constatando que existe un patrimonio común, objetivo, real, medible,
analizable... que relega sencillamente a cortina de humo las diferencias
que los elegidos por los dioses y en nombre aún de los dioses, nos
quieren seguir manteniendo para someternos.
Este Patrimonio Común de los seres humanos lo compartimos en gran parte
con el resto de especies animales, vegetales y probablemente hasta con
algunos materiales inertes. El ADN humano, por ejemplo, es al menos en
un 98% idéntico al de los chimpancés y otros primates cercanos del
hombre.
Compartimos un hábitat común: la Tierra y un sin fin de elementos
b! ioquímicos y de complicados procesos que hacen posible que se
desarrolle la vida en el Planeta. No compartimos con ellos una capacidad
que nos permite pensar y acumular conocimientos y ser capaces de
transmitirlos. Por eso nos hemos convertido en la única especie
transformadora y dominadora.

Ser la especie conquistadora y dominadora del Planeta pone en nuestras
manos la conservación de este Patrimonio.


EL PATRIMONIO CIENTÍFICO
Los antropólogos no han podido determinar aún con exactitud el momento
de la historia en que nuestra especie bautizada como “homo sapiens” se
diferenció de los otros homínidos que poblaron la Tierra. Ni de qué
manera lo conseguimos.
La búsqueda del “eslabón perdido” les continúa interrogando. Más, cuando
recientes descubrimientos demuestran que otros homínidos ya habían
desarrollado algún tipo de lenguaje, enterraban a sus muertos,
fabricaban herramientas y tenían algún tipo de organi! zación social.
Prácticamente en todos los yacimientos prehistóricos datados hace 200
mil años se encuentran indicios claros del conocimiento del fuego, es
decir mucho antes de que podamos bautizar a sus pobladores como
auténticos “homo sapiens”. En África, cerca del Océano Indico se han
encontrado muestras de actividad artística (diseños geométricos tallados
sobre piedras de ocre) de más de 77 mil años de antigüedad. Especies
emparentadas con la nuestra ya usaban utensilios construidos de madera,
vegetales o de piedra muchos años antes que dominaran el fuego.

No quisiera aquí entrar en discusión sobre la problemática de nuestra
evolución, pero lo que sí se demuestra evidente es que lo que nos ha
separado de los otros seres vivos y nos ha convertido en la especie
dominadora del Planeta es nuestra capacidad de pensar y de transmitir
nuestros pensamientos. Nuestra inteligencia.
La herencia genética que nos capacita! para pensar no ha variado un
milímetro desde la Historia conocida, como no ha variado un milímetro la
de los chimpancés, la del gusano o la de la mosca del vinagre. El código
genético del hombre cazador, del hombre que construyó las pirámides, del
que construyó catedrales, del colonizador de las Américas, del inventor
del cinemascope o del fabricante de chips o satélites artificiales es
exactamente el mismo.
¿Qué ha sucedido entonces?
Ha sucedido que ejercitando nuestra capacidad de pensar y actuar hemos
ido avanzando en el CONOCIMIENTO (en la sapiencia). Nuestras continuas
experimentaciones han hecho avanzar nuestro conocimiento de manera que
nuestro trabajo, nuestras herramientas, nuestra eficiencia en nuestra
labor transformadora ha ido alcanzando cotas cada día mayores. Hemos
ido acumulando conocimientos y hemos sido capaces de transmitirlos.
Nuestros conocimientos siempre los hemos aplicado: los hemos convertido
en TÉC! NICA y los hemos generalizado. Ninguna innovación ha conseguido
permanecer largo tiempo en el secretismo. Nuestra conducta social ha
facilitado enormemente que cualquier conocimiento fuera usado,
desarrollado, mejorado y sobrepasado continuamente.
Nuestros conocimientos son pues la suma de una inmenso trabajo colectivo
de la Humanidad a lo largo de un largo camino. Es el mayor PATRIMONIO
colectivo de nuestra especie. La Humanidad, en su conjunto, es la
heredera de este Patrimonio.

El CONOCIMENTO ha sido el motor de nuestra Historia. De recolectores de
frutos hemos pasado a productores de toda clase de alimentos vegetales
de los que ya hemos alcanzado su conocimiento genético y su posibilidad
de manipulación; de adoradores del Sol hemos pasado a ser capaces de
almacenar su energía, de la domesticación del fuego pasamos a la forja
de los metales y de ésta a aleaciones de una dureza, resistencia y
versatilidad insospechadas; d! e los arpones de silex hemos pasado a
pescar guiados por satélites artificiales; de cazadores pasamos a
criadores de extensos rebaños y de aquí hasta alcanzar técnicas de
producción ganadera cercanas a poder vencer la escasez; de caminar por
los senderos pasamos a construir caminos y carreteras, a navegar por los
océanos, volar por el cielo y llegar a empezar nuestra andadura por el
espacio; del uso de la fuerza del hombre y de los animales a la energía
del vapor, la mecánica, la eléctrica, la atómica, y la solar; de las
curaciones y prácticas oscurantistas empezamos tan solo hace 500 años a
conocer el cuerpo humano, ya nos encontramos hoy en condiciones de
practicar la ingeniería genética. De esconder nuestros descubrimientos
en templos, palacios, conventos o universidades elitistas hemos pasado a
poderlos hacer accesibles con increíble rapidez a cualquier poblador del
rincón más apartado del globo;... de las largas y fatigosas j! ornadas de
trabajo para la subsistencia empezamos a vislumbrar la cercanía de hacer
obsoleta la sentencia bíblica del trabajo forzado.
Nuestros conocimientos nos han permitido transformar al mundo y al
hacerlo nos hemos transformado a nosotros mismos. La comprensión de que
somos capaces de dirigir nosotros mismos nuestro destino está ya muy
cercana.

Nuestros conocimientos no son producto de ninguna herencia genética. Es
un Patrimonio común alcanzado gracias al esfuerzo colectivo de nuestra
especie y transmitido generación tras generación. No puede ser
privatizado para el beneficio particular de ningún miembro o grupo. Tal
hecho hemos de considerarlo como un fragante ROBO al conjunto de la
Humanidad.


LA CONDUCTA SOCIAL.
Nuestra herencia genética nos capacita para actuar pero no determina la
dirección de nuestros actos ni la de nuestros pensamientos. Existe una
ley biológica general que empuja nuestr! o comportamiento: es la lucha a
favor de la VIDA.
Los seres vivos (animales y vegetales) nos eferramos a la vida desde el
primer momento que nacemos. Peleamos para continuar viviendo hasta el
último momento de nuestra existencia. Hasta el microorganismo más
primitivo que vive en los ambientes más inhóspitos lucha por sobrevivir.

Nuestra conducta viene totalmente empujada por esta ley biológica
general y común a todos los seres vivos. Lo llamamos comúnmente el
instinto a favor de la vida.
Conductas contrarias, son realmente anómalas.
Probablemente esta ley biológica corresponde a la que muchos estudiosos
llaman “leyes naturales”. Son las leyes naturales que Bakunin nunca fue
capaz de definir, o que Marx no consiguió alcanzar a descubrir a partir
del estudio de las leyes económicas que nos han regido o que Freud o
Reich en su momento intentaron averiguar con el análisis del carácter de
los hombres.
Los seres humanos coi! ncidimos con muchos animales vivos en desarrollar
conductas sociales colaboradoras entre los miembros de la misma especie
claramente destinadas a favor de la lucha por la vida y su continuidad.
Es más, sin ésta conducta social colaboradora muchísimas especies
desaparecerían. Nuestras vidas están absolutamente interrelacionadas.
Posiblemente el ser humano es el más necesitado de esta conducta por
cuanto nace sin haber desarrollado totalmente muchas de sus
potencialidades motrices, indefenso y absolutamente dependiente de sus
progenitores. Ningún animal nace con nuestras limitaciones por tan largo
espacio de tiempo. Hasta prácticamente los 6 años de vida un niño está
aprendiendo a desarrollar sus potencialidades (un mal aprendizaje
durante este tiempo puede representar una enorme limitación a lo largo
de toda su vida).

En contra de todas las teorías del darwinismo social podemos afirmar que
nuestra especie ha evolucion! ado por nuestra conducta esencialmente
colaboradora y solidaria. Hemos evolucionado en sociedad. Somos la suma
y el resultado de miles de años de esfuerzos colectivos de millones de
seres humanos.
Este Patrimonio, nuestra conducta colaboradora, no lo podemos dilapidar.

Por eso se nos sigue retorciendo las entrañas cuando observamos en los
comienzos del siglo XXI la terrible aniquilación de otros seres humanos
por el hambre, por las enfermedades o por las guerras. Nuestra conducta
no es tan lejana a la de algunas especies animales (especialmente de
algunos mamíferos superiores) como la manada de elefantes que se resiste
a abandonar al miembro adulto enfermo, o la de los cetáceos que acuden a
las señales de petición de ayuda de otros miembros heridos o enfermos.

Frente al individuo social que solo puede desarrollar su individualidad
dentro de la sociedad y gracias al trabajo colectivo transformador de
todos los miembros de la s! ociedad, se nos propone el individuo “fuerte y
superior” que se erige en único superviviente posible por encima del
conjunto humano al que pertenece. Solo cabe añadir que probablemente
esta superioridad se ejerza por “designio divino”.
Esta selección “natural” del más puro estilo darwinista (los fuertes
sobre los débiles, es decir los saqueadores sobre los saqueados) puede
hacerse mucho más eficiente con la selección “tecnológica” que empieza
ya a ser realizable en el transcurso del siglo XXI.
No es por designio divino. Es sencillamente por un ACTO DE FUERZA con
el que unos individuos de apropian de los recursos, de los medios, de
los conocimientos, del trabajo colectivo del conjunto de la sociedad.
Por este acto de piratería y saqueo el Patrimonio COMUN pasa a
convertirse en Patrimonio privado. Así se acumula poder y así se amansan
tesoros.
Este acto de fuerza que implica autoridad y vasallaje es el común
denominador del camino ! que hasta ahora hemos recorrido. Pero este común
denominador nunca ha sido capaz de detener totalmente otro común
denominador mucho más fuerte porque corresponde a una conducta innata
en los seres humanos: la conducta colaboradora y solidaria es el mayor
Patrimonio que tenemos en común para seguir peleando por la vida y su
continuidad. A pesar de los pesares, pues, seguimos avanzando gracias a
nuestro esfuerzo colectivo y solidario.
Es en este sentido que podemos decir que la mayor inmoralidad
(entendida como un acto antinatural) de la sociedad de la mercancía es
nuestra deshumanización.

Esta conducta social colaboradora, que no es un don divino sino también
el producto de un complejo mecanismo bioquímico que también llegaremos a
descubrir, puede ser manipulada. En realidad hace muchísimo tiempo,
tanto como nuestra misma historia, que los humanos hemos aprendido a
manipularla. Regímenes de terror, de miedo, de oscuran! tismo, religiones
apocalípticas, estados de absoluta dominación y vasallaje... conducen a
verdaderas atrofias en el pensamiento y en el comportamiento de los
seres humanos. Es la dominación por el terror. Es el estancamiento
social por la esclerosis. También hemos aprendido a usar directamente
medios químicos: algunas tribus ismaelitas ya usaban ciertas drogas para
infundir valor y fanatismo a sus guerreros convirtiéndoles en fieles
cumplidores de cualquier orden, hasta del asesinato.

No es extraño pues que el nuevo Cesar, en nombre de Dios, con la mano en
el pecho, no pare de infundir terror apocalíptico a los ciudadanos, que
aparezcan nuevos “señores de los anillos” y que los nuevos fármacos
intenten dirigir cada vez más el comportamiento de los seres humanos.
Las sociedades de explotación han intentado siempre manipular y
aniquilar esta conducta social. La sociedad del conocimiento solo puede
avanzar apoyada en esta con! ducta colaboradora, generalizando esta
conducta en las condiciones más favorables: sociedades de libertad y de
librepensamiento en donde el método científico pueda ser aplicado en sus
más extensas posibilidades.


LA CRISIS DE LA SOCIEDAD DEL CAPITAL.
A los seres humanos nos cuesta desembarazarnos del pensamiento
idealista, místico o religioso que durante siglos ha impregnado todos
los aspectos de nuestra existencia. Nuestra acción transformadora
cotidiana ha estado siempre dirigida a encontrar la solución más eficaz
de los problemas reales. Con el conocimiento empírico (resultado de
continuadas probaturas, comprobaciones, rectificaciones, nuevas
probaturas, etc) hemos conseguido avanzar. Pero en el campo del
pensamiento (de la comprensión y explicación de estas soluciones
encontradas con dificultad y esfuerzo tenaz) solamente con el
advenimiento de la Ciencia hemos ido desechando las explicaciones
religiosas o m! ágicas que durante siglos nos tenían encadenados. El
conocimiento científico supuso un impresionante avance.
Aquella planta medicinal de efectos curativos, fruto de centenares de
años de búsqueda, de pruebas, de comprobaciones, de continuadas
repeticiones... que es conocida por una comunidad tribal y que realmente
supone un gran patrimonio del conocimiento humano (empírico) deja de ser
“mágico” o misterioso en el momento que somos capaces de analizarla en
el laboratorio y de descubrir los elementos que la componen, sus
características o sus propiedades. El poder de los dioses y los
privilegios del hechicero, entonces, se derrumban.

Es evidente que el ciudadano del mundo occidental se ha desembarazado en
gran parte, desde el triunfo liderado por la burguesía sobre la vieja
sociedad feudal, del pensamiento idealista. No concebimos una revisión
médica sin análisis de sangre, de orina, radiográficas o comprobaciones
rigurosas. ! Y evidentemente no aceptamos un diagnóstico sin base
científica ni mucho menos una receta solucionadora de nuestra dolencia
de orden moral, ética, política o religiosa. Queremos saber con
exactitud que enfermedad padecemos y cuales son los remedios eficaces
para curarnos.

Esto que es tan sencillo y tan evidente, y que estamos aplicando
constantemente en cualquier asunto de nuestra vida (rigor en el análisis
de los problemas y eficacia en las soluciones) parece no ser aplicable
cuando lo trasladamos a los problemas de nuestra sociedad. Los
servidores del poder: los intocables políticos, los hombres de estado,
los analistas sociales, los economistas, etc que siguen decidiendo los
asuntos de la vida de los ciudadanos, siguen en la nebulosa del
misticismo y de la brujería. Nos siguen dando recetas morales, éticas,
políticas o religiosas. Las recetas “económicas” son cada día más
parecidas sobre todo en el aspecto de su ineficacia: es! claro que su
margen de maniobra dentro de las leyes intocables en defensa de la
propiedad privada, no les permite mayores discrepancias. Cuando la
ineficacia es ya de una evidencia escalofriante y la quiebra total es el
resultado de sus recetas, como en el caso de Argentina, entonces, uno se
pregunta si su objetivo era realmente salvar o por lo contrario matar al
enfermo.
Curiosamente terminan siempre arropados por sus brujos (la religión)
llamando al pueblo para que se apriete el cinturón y repartiendo plomo
en vez de pan. El pueblo les llama por su nombre: estafadores, vividores
y ladrones.
Quien quiera entender, que entienda.

Yo desearía proponer a mis conciudadanos que abandonásemos a los
hechiceros en su nebulosa (mejor poniéndolos a buen recaudo) y que
reconvirtiéramos los falsos problemas morales, éticos, políticos o
religiosos en problemas tan reales y objetivos que bien podríamos
acotarlos como problemas matemátic! os.

1.-Podemos constatar que los continuos avances en el conocimiento nos ha
posibilitado a los seres humanos alcanzar unas cuotas de eficacia
extraordinarios. En cualquier actividad humana, desde los tiempos más
pretéritos hasta nuestros días, nuestra capacidad de producir más y
mejor ha aumentado considerablemente. Si los recursos no fueran
limitados podríamos decir que nuestra capacidad de producir tiende a
infinito. Nuestra destreza manual la hemos trasladado a las
herramientas, de éstas a las máquinas y de las máquinas al robot. El
ingenio, la destreza, la técnica, la rapidez, la perfección, ... el
maravilloso mundo de los conocimientos aplicados (convertidos en
técnica) que los humanos hemos ido transmitiendo, aumentando y
acumulando en un transcurrir de miles de años de trabajo social, lo
hemos depositado y sintetizado en el robot. Un robot que seguimos
creando, dirigiendo y perfeccionando. (Escribo robot refiriéndom! e en
general a los ingenios que ya son capaces de realizar el trabajo de los
hombres).

2.-Mientras nuestra capacidad de producción ha aumentado
extraordinariamente, el esfuerzo y el tiempo empleado para ello ha
disminuido a su vez considerablemente. Mientras la capacidad de producir
más y mejor tiende a infinito, el tiempo y el esfuerzo necesario para
hacerlo tiende a cero.
Esta claro que no podríamos encontrar ni un solo caso, en ninguna
actividad humana, en ninguna rama de la producción que pudiera
contradecir esta tendencia. Ni uno solo.
Esta tendencia, además, aumenta en progresión geométrica. Mientras en
una gran parte del camino recorrido por la Humanidad cualquier
innovación tecnológica tenía grandes limitaciones para su difusión y
generalización (a veces transcurrían siglos) por las dificultades
geográficas o de comunicación, o por su facilidad de privatización u
ocultación, o por su persecución o rechaz! o del poder establecido; hoy,
contrariamente, el viento sigue soplando cada día más favorablemente
para que cada día, cualquier innovación, esté más y más rápidamente al
alcance de un mayor número de ciudadanos. La sociedad EMPUJA para que un
mayor número de ciudadanos participen y se sumen constantemente a una
ilimitada red de circulación de conocimientos y de técnicas que en
constante aplicación e innovación hacen que esta tendencia sea
imparable. En prácticamente unos segundos cualquier avance tecnológico
puede difundirse a cualquier rincón del mundo.
Solamente una gran represión sobre la posibilidad real de acceder y usar
a favor de la vida estos conocimientos puede interrumpir esta tendencia.

Solamente unos mecanismos que impongan la sumisión, la aceptación y la
resignación de la miseria como hecho inamovible puede triunfar sobre
esta tendencia.
La sociedad de la beneficencia tampoco la detendrá.

3.- Obser! vamos igualmente que el constante avance científico aplicado
desarrolla nuevas técnicas, nuevos materiales, nuevas fuentes de
energía, nuevos procesos de fabricación, etc en donde no solamente se
tiende a producir más y mejor, con menos esfuerzo y en menos tiempo sino
que, además, los recursos naturales son empleados mucho más
racionalmente y eficientemente.
Si comparamos los recursos naturales necesitados en la fabricación de
cualquier maquinaria industrial del siglo pasado (una imprenta, por
ejemplo), el esfuerzo y el tiempo empleado en su construcción, su
complejidad, el gasto energético necesario para su funcionamiento y su
eficacia final, con cualquier ingenio de finales del siglo XX (una
impresora digital, por ejemplo) comprenderemos perfectamente esta
tendencia.
Esta tendencia es una necesidad inseparable del progreso humano. Es
impensable alimentar a la población humana a partir de una asociación
recolectora y cazadora. Es! impensable mantener nuestro gasto energético
a partir de la leña, el carbón leña o el carbón piedra. Es impensable la
transmisión de conocimientos sobre la base del papel. Es impensable el
riego de los cultivos por inundación...
El desarrollo del conocimiento humano ha invalidado las tesis de Thomas
Malthus (la selección natural a partir de la limitación en la capacidad
de producción de alimentos). A finales del siglo XVIII Malthus no pudo
adivinar los avances científicos que alcanzaríamos.
Probablemente el nuevo poder imperial que ha resultado de la sociedad
capitalista del demógrafo y economista británico, quiera poner al orden
del día las soluciones teóricas maltusianas: exterminación de los
sobrantes por medio de la guerra, el hambre, las enfermedades (solo los
fuertes se librarán del horror de la guerra, comerán y se curarán).
Es evidente que la Ciencia tiene otras respuestas. También la del
control racional d! e la natalidad.
Existe pues un claro enfrentamiento entre la sociedad del conocimiento
que es capaz de dar soluciones a los problemas de una manera mas
razonable y eficaz, y la sociedad del capital basada en el beneficio
inmediato a partir de la explotación sin cordura y hasta su agotamiento
de los recursos de su propiedad obtenidos por un acto de expolio o de
saqueo. Este es el caso, por ejemplo, de los grandes monopolios
energéticos que supeditan el progreso de los pueblos a su capacidad de
poder comprar o no su petróleo, frente a las nuevas posibilidades
energéticas (fotovoltáicas, eólicas o geotérmicas) que les darían
independencia y autonomía, y supondrían una gran reducción en la
explotación de recursos minerales.

Esta tendencia favorable a la Ciencia frente el Capital es imparable.
Prueba de ello es la continua desvalorización de lo que hasta ahora ha
sido la base del Capital. Los grandes conglomerados fabriles, la c! olosal
maquinaria industrial, la numerosa fuerza de trabajo humano necesitada,
los recursos naturales y minerales, los productos agrícolas, etc no
pueden detener su tendencia hacia su desvalorización frente a una
Ciencia en constante proceso de cambio e innovación que deja rápidamente
anticuados antiguos procesos industriales, caducas las máquinas,
innecesario el trabajo de los hombres, y obsoletos viejos materiales,
..
La sociedad del conocimiento avanza implacable frente a la sociedad del
Capital.

La sociedad de la mercancía, que ha convertido todo el Patrimonio de los
seres humanos y el propio ser humano en mercancía para el beneficio
privado, no puede dar ninguna solución a esta tendencia imparable de la
sociedad. Está en crisis. Está en terrible bancarrota.

Su crisis es profunda porque por primera vez en la historia, se
tambalea definitivamente la base con la que se sustentaron las
diferent! es sociedades humanas de explotación : LA PROPIEDAD.
La propiedad siempre fue poseída por la FUERZA.

No existe ninguna posibilidad para los ciudadanos del mundo de avanzar
en el camino de la Ciencia sino recuperamos nuestro Patrimonio común. Si
no declaramos Patrimonio de la Humanidad el Planeta en el que habitamos,
sus recursos y los conocimientos humanos adquiridos, y los ponemos al
servicio de la generalidad de los seres
humanos a favor de la vida y de la continuidad de la vida.

Cualquier negativa a emprender éste camino solamente puede provenir de
hombres enfermos, asesinos y suicidas.

Pero el viento sigue soplando con fuerza a nuestro favor.

Josep- enero 2002

(Otros escritos en: http://www.enxarxa.com/G3 )
 





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