[Infos] El apagón: opciones y acciones para un mundo posterior a los fósiles
Alejandro Martin Jimeno
Alejandro.MartinJ at telefonica.net
Wed Aug 4 02:18:38 CEST 2004
Con el permiso expreso del autor, Richard Heinberg, publicamos en Crisis
Energética y de forma adelantada, la introducción de su próximo libro
Powerdown: Options and actions for a post-carbon world (una traducción
provisional podría ser "El apagón: opciones y acciones para un mundo
posterior a los fósiles), que está a punto de salir publicado y que se
puede solicitar al editor (<http://www.newsociety.com>New Society) y en
pocos días también en Amazon. Richard Heinberg es periodista,
educador,editor, conferenciante, músico miembro del consejo de la Facultad
del New College de California, donde imparte cursos de Ecología y sociedad
y Cultura, ecologíay comunidad sostenible. Heinberg es autor de numerosas
publicaciones, la más conocida de las cuales es The Partys Over (La
fiesta se acabó). Heinberg dispone de
<http://www.museletter.com/Richard-Heinberg.html>página web en la que se
publican algunos de sus artículos. Heinberg es una referencia obligada para
todos los que estamos preocupados por el problema del agotamiento de los
recursos fósiles. Pedro Prieto ha realizado la traducción.
Introducción
Cuando era un muchacho y vivía- en el campo hace cincuenta años o mas- la
gente cultivaba para su autosuficiencia, ya que no se les ocurría hacerlo
de otra forma. Las personas confiaban en sí mismas, porque tenían que
serlo: era una forma de vivir. Hacían lo que se había ido haciendo durante
generaciones; llevando un modo de vida tradicional. El dinero era un bien
raro: demasiado valioso para ser gastado en cosas que se pudiesen cultivar
o hacer por uno mismo. Se gastaba en herramientas o en tejido para los
vestidos o alimentos lujosos, como el te o el café.
Se hubiesen reído ante una tienda de alimentos dietéticos... -John Seymour.
El agricultor autosuficiente (1979)
Me encuentro en la cabina de un avión MD 80, camino a Dallas desde San
Francisco.
Es de noche y cuando miro por la ventanilla del avión, veo una densa maraña
de luces esparcidas sobre el paisaje oscurecido. Es una vista maravillosa y
al mismo tiempo, profundamente perturbadora. Cada una de ellas habla de una
particular historia de lucha por la supervivencia y de prosperidad. Y cada
una de ellas se encuentra conectada, de alguna forma, con una fuente de
energía fósil.
Esa fuente tiene su propia historia; una que comenzó hace cientos de
millones de años, pero que acabará en el periodo de vida de los niños que
viven hoy, ya que nuestra herencia de combustibles fósiles se quema una de
vez y para siempre. Que sucederá, entonces, con todas esas luces y con las
vidas a las que están asociadas?
Es una idea conmovedora e irónica, dado el contexto en el que aparece. Miro
hacia fuera y hacia abajo, desde el interior de una máquina que está siendo
empujada con fuerza hacia los cielos, también a base de quemar combustibles
fósiles. Y lo mismo, en gran medida, sucede con el ordenador sobre mis
rodillas.
Según pienso sobre mi ordenador, la ironía se profundiza. Así como cuando
miro desde el avión y puedo ver de una sola vez 250 km2, puedo tomar
información de mi ordenador (cuando está conectado a Internet) y acceder,
si así lo quiero, a los sucesos de actualidad, a la historia de la
humanidad y a la geografía cultural, como pocos seres humanos podrían jamás
haber soñado hacerlo hace apenas unas décadas.
¡Y que vista se obtiene desde esta cumbre de la información! Hace un siglo,
nuestros recientes antecesores conducían coches de caballos; hoy tenemos
fotos tomadas en la superficie de Marte. Hemos hecho llegar a seres humanos
a la luna. Hemos cubierto gigantescas superficies de nuestro planeta con
mares de cemento sobre los que conducimos y estacionamos nuestros mil
millones de coches. Hemos construido rascacielos y desviado el curso de
grandes ríos. Hay más seres humanos vivos que los que han existido, de
forma acumulada hasta antes de la Revolución Industrial. Esto significa que
hay ahora vivos bastantes más genios y monstruos- que jamás hayan vivido.
Y cuando alguno de esos extraordinarios individuos hace algo, lo podemos
oír instantáneamente por medio de nuestras redes mundiales de comunicación.
La mayor parte de edifico de esta modernidad, se ha construido
prácticamente en el tiempo de una vida humana: todavía hablo de vez en
cuando con gente que se acuerda de la llegada del primer automóvil a su
pueblo. Y lo estamos viendo, en toda su magnificencia, con nuestros propios
ojos, mientras sucede. ¡Qué espectáculo! Pero esto no es todo lo que vemos.
Hemos subido muy alto, pero también hemos llegado muy lejos en la frágil
rama ecológica. Podemos vivir, como dijo Paul Simon, en una edad de
milagros y maravillas, pero vivimos también un tiempo en el que varias
tormentas entran en colisión, como el la película y el libro La tormenta
perfecta:
· Agotamiento de los recursos. Desde el punto de vista de la economía
mundial, probablemente la amenaza más inmediata proviene de agotamiento de
los combustibles fósiles (tanto el petróleo, como, en Norteamérica y el
Reino Unido, el gas). Pero los recursos de agua dulce, la pesca libre en
los océanos, los fosfatos (necesarios para la agricultura) y el suelo
vegetal, también están menguando.
· El continuo crecimiento de población. Aunque el ritmo de crecimiento de
la población mundial da signos de desaceleración, el total alcanzó los
6.000 millones en 1998 y en los seis años transcurridos desde entonces,
hemos añadido otros 400 millones de seres humanos, casi la población de
Norteamérica. Aunque no hayamos añadido a la tierra los recursos y las
infraestructuras de apoyo equivalentes a las de Norteamérica.
· La producción alimentaria per capita en declive. A lo largo de todo el
siglo XX, la producción de alimentos sobrepasó al crecimiento de la
población. Sin embargo, las cosechas de grano de los últimos cinco años
revelan una tendencia aterradora: parece que la trayectoria de la
producción de grano per capita se ha estabilizado y puede estar comenzando
a caer, debido, probablemente, a una variedad de razones (incluyendo la
pérdida de tierra cultivable a favor de la urbanización, la escasez de agua
dulce y el mal tiempo).
· El cambio climático global y demás signos de degradación ambiental. Las
civilizaciones agrícolas se han desarrollado apenas en los pocos últimos
miles de años y se ha caracterizado por un régimen climático mundial
relativamente estable y benigno. Ahora parece que el régimen está llegando
a su fin, casi con seguridad, como resultado de una intensificación del
efecto invernadero inducido por el hombre. No está claro si la civilización
puede persistir con un clima menos favorable y menos estable, puesto que la
producción de alimentos podría incluso ser puesta en peligro. Si el nivel
de los mares del mundo se elevase de forma perceptible, como se ha predicho
que sucederá, como resultado de la fusión parcial de los hielos polares,
muchas ciudades costeras, podrían quedar inundadas. Es más, ahora aumentan
las preocupaciones de que el agua dulce y fría proveniente de la fusión de
(los hielos de) Groenlandia, puede parar la Corriente del Golfo y sumergir
a Europa y a gran parte de Norteamérica en una nueva Era Glacial.
· Los insostenibles niveles de deuda estadounidense y el colapso potencial
del dólar. Desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha confiado en el
dólar estadounidense como base de la estabilidad monetaria. Pero los EE.UU.
se han aprovechado, cada vez más, de esta situación aumentando
incesantemente su déficit comercial y aumentando la financiación extranjera
de la deuda gubernamental. El actual nivel de la deuda estadounidense
interna y externa- no tiene precedentes y es insostenible y los
funcionarios del Tesoro hicieron esfuerzos en 2003 y a principios de 2004,
para reducir suavemente el valor de dólar en relación con otras divisas.
Sin embargo, si el dólar se devalúa en exceso, otras naciones (incluyendo
China) pueden decidir dejar de invertir sus ahorros en bonos y títulos
estadounidenses; esto podría a su vez precipitar un colapso del dólar. En
resumen, el sistema monetario mundial, que ha sido relativamente estable
durante las últimas décadas, parece estar desintegrándose. Precisamente en
el momento en que las naciones del mundo necesitan invertir grandemente en
sistemas de energía renovable, medidas para (aumentar) la eficiencia y una
producción agrícola sostenible para hacer frente a los problemas antes
mencionados, el capital para inversiones puede desaparecer en medio de una
crisis financiera mundial.
· La inestabilidad política internacional. La reciente declaración de los
EE.UU. de que tiene derecho a lanzar guerras preventivas y el uso de ese
derecho, como argumento para su invasión de Irak, podría llevar los
asuntos internacionales a una nueva era sin ley. De ahora en adelante, un
ataque por parte de cualquier nación sobre cualquier otra, sería
justificable como autoprotección contra futuras amenazas imaginarias.
Mientras tanto, el desarrollo y la proliferación de nuevas armas basadas en
el espacio exterior, electrónicas, genéticas y micronucleares, abre la
posibilidad de formas de guerra todavía más mortales, de las cuales algunas
disponen de la capacidad de borrar poblaciones de una determinada etnia
enteras o hacer inhabitables determinados continentes enteros.
Esos problemas están relacionados entre sí de manera que a menudo se
refuerzan. Juntas, constituyen el reto más serio al que nuestra o
representan una forma de culminación de la historia humana; con sus efectos
medioambientales ya en marcha y los potenciales, pueden señalar, de forma
conjunta, uno de los sucesos más trascendentales de todos los tiempos
geológicos.
Esta convergencia de logros y amenazas sin precedentes que la mayoría de
nosotros hemos aprendido a dar por sentadas, como si de tratase de asuntos
corrientes para la humanidad- es abrumadora cuando se contempla en su
conjunto, como cuando se ven desde arriba. Pero normalmente, sólo las vemos
de vez en cuando y preferimos no pensar en cómo las partes pueden llegar a
combinarse en un todo terrible.
* * *
Todo el mundo ha visto la clásica escena en una docena de películas del
Oeste: llevan a un viejo tipo canoso, seguro de sí mismo, por primera vez
en su vida al médico. El sabe intuitivamente de antemano el diagnóstico y
está preparado para lo peor. Dígame la verdad, doctor Así es como nos
sentimos cuando oímos hablar del cambio climático o de la continua
degradación de los arrecifes de coral mundiales. Dígamelo a la cara:
prefiero saberlo que vivir en la ignorancia.
Pero la mayoría de los líderes gubernamentales y de la industria lo ven de
diferente forma. Se comportan más como el personaje del coronel Jessup, que
interpreta Jack Nicholson en A Few Good Men (1992). En la escena cumbre
de esa película en el tribunal, el teniente Kaffee (Tom Cruise), aprieta a
Jessup e insiste, quiero saber la verdad. Jessup le grita, por toda
respuesta ¡No podrías hacerte cargo de ella!
Tampoco parece que nosotros nos podamos hacer cargo, al menos en la mente
de los dueños de los medios de difusión de gran alcance. A veces, aparece
en televisión o en los periódicos una información perturbadora, pero la
noticia culpable queda enterrada, generalmente en la misma emisión, o en la
misma página, por otras sobre asuntos políticos de poca monta, asesinatos
locales, las vidas de los famosos o los resultados de los eventos deportivos.
Un ejemplo reciente: el 15 de mayo de 2003, casi todos los periódicos del
mundo publicaron en portada los inquietantes resultados de un estudio de la
prestigiosa revista científica Nature de por aquellas fechas. En su
artículo titulado Rápido agotamiento mundial de las comunidades de peces
predadores, Ransom A. Myers y Boris Worm habían informado, Nuestros
análisis sugieren que los océanos mundiales han perdido más del 90% de los
grandes peces predadores. La mayor parte de este agotamiento se atribuye a
la industria pesquera. En muchas especies, cuando la población se reduce
por debajo de un determinado punto, la recuperación resulta imposible.
Muchas especies de peces parecen haber sobrepasado, o estar cerca de ese
punto de no retorno. Con esta noticia, la comunidad humana fue puesta en
conocimiento de que los océanos pueden estar efectivamente muriéndose.
El mismo día, otros titulares de periódicos incluían Menem se retira de la
carrera en Argentina y las fuerzas israelíes matan a cinco en un ataque
en Gaza. Los políticos argentinos y la ocupación israelí de Palestina
merecían, ciertamente, la cobertura que consiguieron ese día, pero ¿cómo
debería sopesar el lector medio la importancia relativa de esas tres
noticias? En los días siguientes hubo más titulares sobre las elecciones
argentinas y más aún sobre la violencia en la Palestina ocupada, pero la
noticia sobre los océanos prácticamente desapareció de la vista, y es
probable que sólo un pequeño porcentaje de la población entendiese que
tiene importancia suficiente como para dejar de ver el resto de noticias
durante las siguientes semanas o meses. La mayoría de las personas ni
siquiera se dieron cuenta; por ejemplo, un artículo de Richard Sadler y
Geoffrey Lean titulado Las reservas psicícolas y los pájaros marinos
disminuyen drásticamente, a medida que las crecientes temperaturas del agua
matan al vital plancton, que fue publicado el 19 de octubre del mismo año
en el periódico británico The Independent. El Mar del Norte va hacia su
disolución ecológica, escribieron los autores, como consecuencia del
calentamiento global, según una nueva sobrecogedora investigación. Los
científicos dicen que están siendo testigos de un colapso del sistema,
con implicaciones devastadoras para las pesquerías y la vida salvaje. Las
temperaturas récord están matando el plancton del que depende toda vida
marina, porque apuntalan toda la cadena trófica marina. Las reservas de
peces y pájaros marinos ha bajado de forma repentina.
El día en que se publicó esta noticia, quedó prácticamente ahogada por la
de El Papa beatifica a la madre Teresa y la de Blair vuelve al trabajo,
después de los temores sobre su corazón
Quizá las gentes que están al frente (de las noticias) tengan razón: quizá
es que no podemos afrontar la verdad (aunque sería bueno que tuviésemos la
oportunidad). Después de todo, la mayoría parece disfrutar con las
ilusiones placenteras.
En este sentido conseguimos mucha ayuda de la industria del entretenimiento
y del aplauso incesante, pero también de los políticos de todo jaez. Se
considera descortés intentar decir al público las noticias desagradable
verdaderas, a menos que haya algo en ellas que se pueda achacar al grupo
opositor o a algún enemigo extranjero. Mientras los izquierdistas señalan,
a veces, determinadas crisis ecológicas, como forma de criticar a las
grandes empresas y gobiernos de derechas, se aseguran generalmente de
enmarcar sus quejas de forma que sugieran que los problemas se pueden
resolver poniendo en marcha los planes de los políticos progresistas o de
las ONGs. Mientras tanto, los comentaristas de la derecha vilipendian a
los ecologistas alarmistas por lo que consideran exageraciones sobre la
seriedad de los dilemas ecológicos, para adaptar sus propuestas ideológicas.
Así, mientras los izquierdistas realizan intentos sesgados y discuten de la
crisis ecológica con la boca pequeña, los ataques de la derecha tiene un
efecto de congelación. Los ecologistas instalados tienden con frecuencia,
en estos tiempos, a retraer sus golpes y a atemperar sus alertas. Nos
enfrentamos a serios problemas, nos dicen una y otra vez, pero si adoptamos
las medidas adecuadas, esos problemas desparecerán sin molestias. Mientras
ellos están en su momento más siniestro, los científicos medioambientales
nos dicen que es en la década actual cuando tenemos que hacer los cambios
fundamentales, porque si no, el deslizamiento hacia el colapso ecológico
será irreversible. El primer Día de la tierra nos dijeron que teníamos la
década de los 70 para cambiar los acontecimientos; y no hicimos
prácticamente nada. Después tuvimos los 80 .. y tampoco. En 1992, durante
la Cumbre de Río, oímos que la humanidad disponía de los 90 para
reformarse; después de esto, puede que no haya vuelta atrás. No ha habido
cambios fundamentales de dirección y aquí estamos, una docena de años
después. Espero leer, cualquier día de estos, un pronunciamiento al efecto,
que nos recuerde que tenemos la primera década del nuevo siglo para poder
hacer los cambios, o algo así. ¿Cuántos avisos tenemos ya? ¿No sería
razonable asumir, desde ahora mismo que vivimos de prestado?
Es comprensible la timidez de los ecologistas que la fecha de caducidad de
las esperanzas superficiales ya ha pasado. Nadie quiere ser visto como un
acomplejado. En The Population Bomb (1968) (La bomba de la población), el
biólogo Paul Enrich escribió eso cuando ya era demasiado tarde:En los 70,
el mundo padecerá hambrunas; cientos de millones pasarán hambre hasta
morir, a pesar de los programas de choque en los que estamos embarcados
ahora A lo largo del libro, hizo otras predicciones específicas ( y vistas
en perspectiva, muy imprudentes. Desde luego la Gran Hambruna jamás llegó a
suceder. Para ser más exactos, millones de personas padecieron hambrunas
durante esa década, pero no fueron de forma lo suficientemente dramática
como para justificar la jeremiada de Ehrlich. Desde entonces, cada vez que
un ecologista publica un nuevo aviso vinculado a fechas, algún comentarista
las pía diciendo: Hemos oído esto antes: esas profecías sobre el juicio
final son siempre erróneas. ¿Por qué deberíamos escucharlas ahora? La
mayoría de los ecologistas son científicos y los científicos están, de
cualquier forma, acostumbrados a apoyar sus aseveraciones en términos
cautos. Añádase a esto el factor de acomplejamiento y difícilmente se les
puede culpar por apartarse tímidamente de las conversaciones francas sobre
las inevitables consecuencias de nuestros actuales patrones de comportamiento.
En sus predicciones inmediatas, Ehrlich estaba desde luego equivocado. Pero
en el principio tenía inequívocamente la razón: si no revertimos
voluntariamente el crecimiento humano de población, la naturaleza lo hará
por nosotros, más pronto o más tarde.
En las tres últimas décadas, la civilización industrial se las ha apañado
para sacar el conejo del sombrero: la producción alimentaria ha estado casi
siempre por delante de la población. Parece que hemos esquivado la bala.
Pero ahora, en vez de 3.500 millones de seres humanos que había cuando se
publicó The Population Bomb, somos 6.400 millones, un objetivo bastante
más grande; y nuestra capacidad para hacer fintas, disminuye con rapidez.
Todavía hoy, casi nadie habla sobre la necesidad de reducir la población de
la forma valiente y directa en que lo hizo Ehrlich en los años 60. No,
hemos aprendido a ser más cautos y matizados en nuestros comentarios sobre
el holocausto demográfico que está por venir.
* * *
No puedo ayudar, sino precisamente escribir el tipo de libro que me
gustaría leer. Y soy uno de esos pájaros raros que preferirían saber la
verdad, por muy alarmante que sea. Solo puedo esperar que haya otros con
similares inclinaciones.
En las dos décadas anteriores, he sido un trabajador con dedicación
completa como periodista, editor, director de un boletín, investigador y
profesor universitario. Aunque enseño una asignatura de ecología humana, no
tengo una especialidad formal: soy un generalista. Mi objetivo es
sencillamente obtener una visión precisa de lo que está sucediendo en el
mundo. Para hacer esto, he tenido que aprender cómo dar prioridad a la
información. He desarrollado el hábito de preguntar qué es lo más
importante para poder entender esta situación. Este esfuerzo por poner
prioridades me ha llevado a darme cuenta del papel crucial de la energía en
los ecosistemas y en las sociedades humanas y el de los combustibles
fósiles en las modernas sociedades industriales. Y a su vez este despertar
me ha llevado a escribir el libro The Partys Over: Oil, War and
Industrial Societies (La fiesta se acabó: petróleo, guerra y las
sociedades industriales). Ahí recapitulé como creció la Revolución
Industrial a partir de nuestro uso cada vez mayor de combustibles fósiles;
primero con el carbón, después con el petróleo. Describí el siglo XX como
el siglo del petróleo un acontecimiento especial y único en la historia de
la humanidad. Durante este espectacular periodo, la producción total
mundial de energía comercial aumentó unas 9 veces y las mejoras en la
eficiencia duplicaron esa cifra, en términos de energía utilizada,
entregando un total conjunto de un aumento de 18 veces de la energía
disponible para los seres humanos. Fue esta lluvia caída del cielo la que
nos permitió transformar nuestra forma de vida de los carros de bueyes y
los mensajeros del Pony Express a los aviones a reacción y a los teléfonos
móviles.
Mientras tanto, la población humana se cuadruplicó durante el siglo del
progreso aprovechando este subsidio energético sin precedentes.
Esto solo fue el prólogo de mi verdadero mensaje, que apuntaba una
advertencia. Siempre hemos sabido, en teoría, que los combustibles fósiles
no eran renovables y por tanto, que existían en una cantidad finita. Ahora
comienzan a aparecer signos de que la extracción mundial de petróleo puede
llegar a su cenit y comenzar a caer en los próximos años, como resultado de
que los procesos y las condiciones geológicas no pueden ser alterados por
los avances tecnológicos esperados en la exploración y en las técnicas de
recuperación. Las consecuencias serán probablemente calamitosas (Muchas de
las más importantes ideas de The Partys Over se resumen y actualizan en
el capítulo 1.
* * *
A estas alturas, el lector ya habrá supuesto que el propósito de este libro
no es proporcionar otro manual entusiasta sobre como salvar al mundo de los
humanos (tal y como lo conocemos). Pero tampoco es mi objetivo lamentar en
vano nuestro inevitable destino colectivo. Más bien se trata de explorar de
forma realista nuestras posibilidades para el próximo siglo. Y cuando digo
de forma realista, quiero decir que tomo como punto de partida la
creencia a la que he llegado de mala gana, después de años de estudio y
reflexión-, de que ya hemos avanzado demasiado en determinadas direcciones
como para haber cerrado anticipadamente, algunas posibilidades que a todos
nos hubiese gustado tener disponibles.
Doy por descontado que ya hemos sobrepasado, para los seres humanos, la
capacidad de carga de la Tierra a largo plazo y que hemos extraído recursos
esenciales hasta un extremo que ya es inevitable algún tipo de colapso
social. Entiendo la palabra colapso en un sentido, de alguna manera,
técnico, que está tomado del trabajo de Joseph Tainter, autor de The
Collapse of Complex Societies. (El colapso de las sociedades complejas).
Tainter define colapso, como una reducción sustancial de la complejidad
social; esto puede ocurrir relativamente rápido y de forma caótica o de una
manera más gradual y controlada. En el mejor caso, esto llevaría a un grado
de contracción planificada, en el que los niveles de población y de
utilización de recursos per capita se vería reducido de forma dramática en
las décadas por venir. Pero desde luego, la palabra colapso está cargada de
implicaciones horrendas.
Muchos de nosotros tendemos a imaginar los colapsos de la civilización como
repentinos y totales, pero este no ha sido el caso en casos anteriores; la
antigua Roma, La Creta minoica, el Imperio Occidental de Chou, etc. Los
colapsos de las sociedades históricas han ocurrido generalmente en periodos
de entre 100 y más de 500 años.
Además, el colapso puede o no conllevar la destrucción de las instituciones
primarias de una sociedad. A menudo es difícil señalar el momento exacto
del comienzo del colapso y el proceso puede haber estado teniendo lugar,
apenas unas décadas después de haber llegado a su cenit en extensión y en
logros (examinaremos el proceso del colapso con más detalles en el Capítulo 5)
En los momentos actuales, ya estamos viendo las primeras fases del colapso,
como muestra la disrupción de clima mundial, el declive de los ecosistemas
oceánicos, el agotamiento de los recursos energéticos y la llegada al cenit
de la producción mundial per capita de cereales; sin embargo, es poco
probable que nadie de los que ahora estamos vivos vea el fin del proceso.
Desde una perspectiva lo suficientemente distante, los historiadores verán
el periodo de 1800 a 2000 como el de la fase de crecimiento de la
civilización industrial y el perido del 2000 al 2100 o al 2200 como su fase
de contracción o colapso.
Incluso aunque el retroceso de crecimiento sea inevitable, la forma que
adoptará no está todavía clara y quedará determinada por las acciones de la
generación actual. Tenemos armas y demás medios tecnológicos para acabar
con la vida humana para siempre. También tenemos los conocimientos y
habilidades suficientes para construir comunidades a pequeña escala que
sean descentralizadas, sostenible y con logros culturales, mientras el
medio ambiente se degrada a niveles relativamente pequeños a lo largo del
tiempo.
Mi objetivo al escribir este libro es proporcionar a los lectores una
información que les ayude a entender las limitaciones y las oportunidades
de este momento único en el tiempo, de forma que podamos ayudarnos y ayudar
a la humanidad, capear el temporal del siglo que tenemos por delante, de
una forma vivible y humana.
* * *
El libro comienza con un vistazo al agotamiento del petróleo y el gas
natural y sus previsibles consecuencias, un resumen y actualización del
libro The Partys Over. Este material actualizado incluye una alarmante
información sobre el estado del suministro actual de gas en Norteamérica y
las consecuencias geopolíticas probables de los intentos de los EE.UU. para
tratar el problema con importaciones de gas natural licuado de ultramar.
En los siguientes cuatro capítulos, vemos las cuatro principales opciones
disponibles para las sociedades industriales, en las próximas décadas:
· El último que quede en pie (la vía de la competición por los recursos
remanentes). Si el liderazgo de los EE.UU. sigue con sus política actual,
las siguientes décadas estarán llenas de guerras, crisis económicas y
catástrofes medioambientales. El agotamiento de los recursos y la presión
de la población están a punto de desbordarnos y nadie está preparado. Las
élites políticas, especialmente en los EE.UU. son incapaces de manejar la
situación.
· Powerdown (El parón) (la vía de la cooperación, la conservación y el
compartir) La única alternativa realista a la competición por los recursos
es una estrategia que exigirá un esfuerzo tremendo y un sacrificio
económico para reducir la utilización de recursos per capita en los países
ricos, desarrollar fuentes de energía alternativas, distribuir los recursos
de una forma más justa y humana, pero reducir sistemáticamente el tamaño de
la población humana a lo largo de tiempo. Las organizaciones mundiales
ecológicas, contra las guerras, contra la globalización y de derechos
humanos están apoyando una versión superficial de esta alternativa, pero
por razones políticas tienden a reducir el nivel de esfuerzo exigido y a
minimizar el asunto de la población.
· Esperar al Elixir Mágico (espejismos, falsas esperanzas y negación de la
realidad-) A muchos de nosotros nos gustaría ver todavía otra posibilidad;
una transición sin sufrimiento, en la que las fuerzas del mercado acuden al
rescate, haciendo innecesaria la intervención gubernamental en la economía.
He discutido por qué esta visión de color de rosa es extremadamente
improbable y principalmente sirve de distracción de gran esfuerzo que será
necesario para evitar la competición violenta y el colapso catastrófico.
· Construir botes salvavidas (la vía de la solidaridad y la preservación de
la comunidad) Esta cuarta opción final comienza con el supuesto de que la
civilización industrial no se puede salvar en su forma actual y que estamos
incluso viviendo en las primeras etapas de la desintegración. Si esto es
así, tene sentido, al menos para algunos de nosotros, dedicar nuestra
energía a conservar los logros culturales más valiosos de los últimos
siglos pasados.
En el capítulo final, Our Choice (Nuestra elección), se estudia como se
espera que tres grupos sociales importantes en la sociedad mundial, vayan a
adoptar las opciones mencionadas (los líderes del gobierno, de las finanzas
y de la industria que toman decisiones; la oposición a estos liderazgos
(los movimientos contra las guerras, de antiglobalización, etc. -los otros
superpoderes-); y la gente común. Sugiero que las respuesta más fructífera
sea probablemente una combinación de Powerdown (en su forma más vigorosa) y
de Construcción de botes salvavidas.
Este capítulo termina con un ruego para la conservación de nuestros más
altos valores e ideales humanos durante lo que será probablemente el siglo
más desafiante de toda nuestra historia; un tiempo en el que la vida humana
puede comenzar a parecer barata y superflua y en la que el miedo y el odio
puedan verse cada vez más justificados.
Creo que intentar mantener los negocios como de costumbre en las próximas
décadas, simplemente garantizará un colapso catastrófico. Sin embargo,
podemos preservar lo mejor de lo que hemos conseguido, mientras facilitamos
nuestro discurrir de la forma más pacífica y justa posible, en el
pronunciado camino cuesta abajo, desde la creciente complejidad que nuestra
sociedad ha ido escalando en los dos últimos siglos. Esas son las
alternativas que tenemos y cuanto antes reconozcamos que estamos en ello y
elijamos con sabiduría, mejor será para nosotros y nuestros descendientes.
**** Copiado vilmente de:
www.crisisenergetica.org/
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http://www.crisisenergetica.org/article.php?story=20040728190349400#dd
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