[Infos] [Manifestación Contra] La falta de tiempo
Alejandro Martin Jimeno
Alejandro.MartinJ at telefonica.net
Mon Oct 18 18:20:20 CEST 2004
La falta de tiempo
por Ramiro Pinto Cañón
Libre Pensamiento nº 45 , verano 2004
[http://www.revistasculturales.com/articulosLeer.php?cod=158]
Un día tal que el 13 de abril de 2002, la CGT de León convocó una
manifestación contra la falta de tiempo . Pudo parecer una anécdota, pero
quienes la convocamos pretendimos lanzar un debate, profundo y libertador,
a la sociedad. Hay algún foro específico sobre este tema en la red, pero
está visto que la mayoría de las personas carece de tiempo para reflexionar
al respecto. Semejante carestía afecta a nuestra relación con todo lo que
nos rodea. Y, desde luego, es un problema sindical de primer orden. O
debería serlo.
Hay un dato significativo, como es que entre 1850 y 1950 el incremento de
productividad se tradujo en una reducción de la jornada laboral hasta
lograr llegar a las cuarenta horas semanales. Sin embargo, en las cinco
décadas siguientes, en las que se ha incrementado la productividad y la
aplicación tecnológica es muy superior, la reducción no ha continuado e,
incluso, en muchos casos el número de horas de trabajo es mayor y, además,
mal pagadas. Según fuentes oficiales de la Organización Internacional del
Trabajo, el estrés laboral es el segundo problema de salud europeo, sólo
después del tabaco, sin que sea éste un dato conocido por la opinión
pública. ¿Acaso no habrá que poner un cartel en las empresas que diga: "El
exceso de jornada y el trabajo precario y temporal son malos para la
salud", además de anuncios en televisión sobre esta cuestión?
Por sí sólos, estos datos son preocupantes.
Pero es mucho más, porque se convierte en un problema social que se
transmite de lo económico a las demás facetas de la vida. La falta de
tiempo es un instrumento con el cual se nos domina y con el que
"construimos el Poder".
Nos impone pautas y conductas, pensamientos y emociones, a cada individuo
concreto. Lo curioso es que, por paradójico que parezca, tales pautas
parten de cada sujeto.
Es a través de la falta de tiempo por donde podemos darnos cuenta de cómo
se construye el Poder y somos dominados, sin advertirlo, porque somos los
ejecutores y las víctimas, al mismo tiempo, de dicho proceso.
Una situación que deberá ser estudiada en profundidad, ya que es un factor
que si no se comprende es imposible controlar y, mucho menos, luchar contra
él. Esta nueva categoría no es sino una fase más en la evolución del Poder.
En consecuencia, la lucha contra la merma de libertades debe avanzar en
este sentido.
Si no lo hacemos así, las demás luchas serán estériles.
Para entender esta situación pensemos en algo tan cotidiano como encender
la televisión. Tenemos la libertad de elegir el canal que queramos, de
poner en funcionamiento o no el aparato.
Pero más allá de esas elecciones, la televisión se ha convertido en el
electrodoméstico más usado y en una forma de ocio que ocupa un lugar
privilegiado en nuestros hogares. Los programas más bodrios son los que más
audiencias tienen, sin que en apariencia nadie ni nada nos obligue a ello.
Como audiencia, construimos una industria de la imagen que mueve miles de
millones de euros, y a la vez nos somete a su programación y a su visión
del mundo-consumo.
No es lo mismo ir de prisa que ir con prisa
El problema es cuando las prisas forman parte de nuestro ritmo vital.
Llegamos a tener prisa como una sensación permanente, independientemente de
que tengamos que ir rápido o no. Dicha sensación es lo que, de una manera
aproximada, podemos llamar estrés. Pero normalizamos tal sensación al
querer justificarla y hacemos más y más cosas porque tenemos prisa, o mejor
decir: tenemos sensación de prisa. O sea: no tenemos prisa porque tengamos
mucho que hacer, sino que hacemos muchas cosas porque sentimos la prisa
dentro de nosotros .
Esto puede ser una paradoja teórica, pero nos va a permitir comprender
muchas situaciones que tienen que ver con el mundo laboral moderno y con la
economía actual.
La prisa es un ritmo que afecta a nuestra vida cotidiana. Nos impide elegir
actividades que requieren reposo y sosiego, como son leer, reflexionar,
asistir a reuniones, tertulias, charlar... No tenemos tiempo para este tipo
de actividades, pero sí para otras, que requieren de un ritmo trepidante:
dar una vuelta por un centro comercial lleno de barullo en el que el
consumidor lo es compulsivamente, sin plantearse si no está cumpliendo con
un ritual de rapidez/eficacia en el consumo que le perjudica, ir de bares,
asistir a actividades masivas en las que siempre hay que estar entrando a
empujones...
Somos espectadores de espectáculos que hacen pasar el tiempo de manera
rápida. Por ejemplo, en el montaje cinematográfico actual predomina la
velocidad ante todo, agobiante en muchas películas, acostumbrando a
generaciones de espectadores/consumidores que se aburren ante cualquier
ritmo más lento y/o intimista. Semejante proceso provoca la costumbre de
hacer zaping al ver la televisión o el convertir las noticias de prensa en
un estímulo de ansiedad, en lugar de reflexión. Se ven a toda velocidad en
los telediarios, o se leen rápidamente en la prensa, después de haberse
escrito y realizadas a una velocidad de vértigo, para el consumo de
sensaciones de actualidad. Se pierden, de esta manera, las referencias
históricas de cualquier suceso, para convertirlo en un espectáculo
mediático, y entramos en dicho juego cuando reducimos a ello las luchas
sociales, sindicales o políticas.
Se vacían de contenido.
La realidad ha cambiado tanto que muchos aspectos se han invertido, sin que
nos hayamos parado a pensar sobre ello. Hasta hace medio siglo la actividad
fue una manera de tener conciencia del mundo. Poco a poco, la actividad
insistente y acelerada hace que ocurra lo contrario:
__perdemos la conciencia sobre el mundo cuanta más actividad tenemos,
especialmente la actividad material del trabajo__
Ya no es una realidad externa la que nos domina, sino que hay un conflicto
interno, que deja de serlo cuando nos doblegamos a las condiciones que nos
impone un ritmo que aceptamos como lo real, como el inevitable peaje de la
modernidad, cuando ni mucho menos lo es.
Es una construcción social, como cualquier otra, que asumimos.
No sólo eso, sino que las prisas son un elemento socializador de primer
orden. A los hijos e hijas se les mete prisa para llegar pronto al colegio,
para coger el autobús, para que recojan los juguetes: las prisas son una
constante en la educación de la infancia. No es desechable el dato de que
un 40% de niños españoles padecen estrés como enfermedad y otro 10%
depresión. Añadamos a este dato el de los accidentes de tráfico,
fundamentalmente entre jóvenes, que se deben en el 87% de los casos a un
exceso de velocidad, que se nos vende como factor diferenciador
incuestionable.
La prisa es un elemento dinamizador, símbolo de eficacia, y nos acabamos
sacrificando para su consecución, igual que en otras épocas se sacrificó la
vida a los dioses.
La prisa es una forma de creencia, que llevamos tan dentro que forma ya
parte de nuestro ser. En el mundo laboral, la eficiencia se instauró con el
modelo de producción taylorista; es decir, la eficacia por unidad de
tiempo. Ello significó organizar de una manera determinada el empleo
industrial en pro de la eficacia.
Trasladado a los servicios, el mismo consumidor fue forzado a organizar su
vida en función del tiempo.
Un ejemplo ya clásico es el viaje programado de ir doce horas a París,
nueve a Viena y recorrer en siete días varios países en cadena haciendo
fotos y dejando constancia de haber estado allí.
En la actualidad, los juegos de ordenador se basan en lograr unos objetivos
en unidades de tiempo cada vez más rápidas.
Poco a poco la eficiencia es un modo de producir y de consumir. También de
vivir.
PARTE II
_____________
Compartimentamos en unidades de tiempo la vida familiar, la relación con
los amigos; incluso las relaciones sexuales cada vez se compartimentan
(planifican) más.
Siempre tenemos una razón a mano o queremos dar un sentido a algo que en
verdad nos arrastra.
La política ya no se mide en ideas o proyectos sociales, sino en resultados
por unidades de tiempo, que son periodos electorales o entre unas
elecciones y otras.
De tal forma que la mercadotecnia anula la reflexión y el pensamiento
político.
Las críticas y manifestaciones contra la guerra, por ejemplo, llegaron a
ser reduccionistas y simplonas, ligadas al logro de efectos mediáticos y
nada más. De esta manera, estamos dominados, sin poder lograr una
transformación de la realidad.
Precisamente porque tenemos la sensación de que se trasforma
permanentemente, cuando no es sino una sensación, que adquiere realidad en
nuestra prisa interior, la ideología dominante y vacía de hoy.
En los últimos cincuenta años, el desarrollo de la tecnología ha cambiado
la vida social en todos los ámbitos más que cualquier revolución de antaño
o algún nuevo invento de otras épocas.
La tecnología se extiende mediante su comercialización y cambia hábitos,
costumbres, relaciones laborales, personales, de salud.
#Ahora bien, sucede una paradoja#
Por ejemplo, respecto a la salud, hay mejores medios técnicos para atender
enfermedades o urgencias, nuevas tecnologías para operar y curar
enfermedades que hasta hace poco eran impensables, desde el trasplante de
todo órgano a todo lo que significa la clonación o el uso de células madres.
Pero esa misma tecnología genera radiaciones, ondas electromagnéticas,
contaminación y demás que afecta negativamente a la salud, física y
psíquica, de la población.
Tener más tiempo... para vivir menos
Se supuso que la tecnología iba a sustituir una gran parte del trabajo de
los seres humanos -tal es su sentido y esencia- y que ello nos permitiría
tener más tiempo disponible.
Lo que ha sucedido es que la vivencia del tiempo se ha acelerado, la
tecnología ha impuesto un ritmo, que unido a la mentalidad de eficacia,
arrastra y controla nuestras vidas.
En lugar de disfrutar los nuevos avances, los padecemos.
Gracias a las nuevas tecnologías, en cualquier trabajo el ahorro de tiempo
es de un 50% como mínimo.
Pero no se reduce el tiempo laboral, sino que se incrementa.
Por ejemplo, en la banca, se traduce en horas extras y fuera del horario
laboral.
Sobran horas, y lo que se hace es prejubilar a un porcentaje amplio de la
plantilla, para los demás ocupar más tiempo laboral.
El trabajo doméstico es mucho más cómodo con los electrodomésticos.
Se suponía que cada vez sería más compatible el trabajo casero con el de
fuera.
El resultado es que las mujeres entre 35 y 55 años padecen tres veces más
la enfermedad del estrés laboral que el resto de la población, tal como
aporta un conocido estudio de Viçenc Navarro.
El problema del sometimiento moderno sucede desde una mentalidad
determinada, de manera que acontece un conflicto mental, bastante
extendido, como elemento visible. En este terreno sucede el estrés.
Como analizó Michael Foucault, el conflicto mental sólo se soluciona cuando
se establecen nuevas relaciones con el medio.
Lo que quiere decir que actualmente tenemos que plantearnos nuevos ritmos y
una nueva relación con el tiempo.
Es un cambio muy profundo en el seno de nuestra economía, que ha invertido
el sentido del trabajo.
+ Por una parte el empleo ha dejado de ser un medio para resolver
necesidades de subsistencia o de enriquecimiento y se ha transmutado en una
finalidad, de manera que se crean necesidades e incentivos fiscales para
promover la creación de puestos de trabajo, lo cual es absurdo y acaba
perjudicando a la sociedad en su conjunto.
+ Por otro lado, se han creado los créditos al consumo y masificado las
hipotecas, para dinamizar la economía mediante el endeudamiento.
Con ello sucede algo sumamente tergiversador de la realidad, como es que se
transforma el hecho de trabajar para consumir en función a las
posibilidades de cada cual en consumir para luego tener que trabajar , de
cara a mantener ese ritmo de consumo.
De manera que un trabajo en la familia es insuficiente, hay que buscar
otras fuentes de ingreso y así se entra en una espiral en la que no queda
tiempo ni para disfrutar de ese consumo.
#Es una rueda que nos atrapa#
No sabemos cómo, porque no nos paramos a pensar sobre nuestra manera de vivir.
La rapidez con que sucede todo esto hace que no nos demos cuenta y que
entremos en una inercia que hace que funcione por sí solo este engranaje,
del cual es muy difícil salir.
De alguna manera, el Poder, como diría Foucault, se construye, y lo estamos
construyendo desde dentro, de manera que quedamos atrapados en él.
Y no sólo es represivo, sino que produce consumo y prisa.
De esta manera, a la vez que se privatizan los bienes públicos, dejamos de
ser ciudadanos y ciudadanas para pasar a ser clientes, tanto de productos
como de partidos políticos o de actos culturales.
Porque la falta de tiempo afecta a nuestra comunicación con el mundo y a
nuestra manera de ser.
El tiempo también se construye y su vivencia en la actualidad tiene mucho
que ver con la técnica.
En su obra El Ser y el Tiempo , Martín Heidegger analizaba este tema.
Cuando reflexionaba al respecto, empezaba a emerger el tiempo como
"problema social".
Hoy vivimos su apogeo.
Por tal motivo, sus palabras adquieren gran actualidad.
Para este filósofo existencialista, "el ser es el tiempo, como sentido de
ser en el tiempo".
Y lo relaciona con la técnica, la cual, según él, no es nada técnico, sino
que hace que todo suceda sin un debate, sin una reflexión.
El resultado es la supeditación del individuo a la técnica, siendo ésta la
que marcará el ritmo de vida.
Pensemos que actualmente estamos en los albores de una nueva dimensión social.
Podemos darnos cuenta del fenómeno de la prisa, pero el gran debate sobre
los avances científicos se desarrolla sin cauce político, sin ser capaces
de colocar sus resultados desde el pensamiento social y político.
Temas como la clonación, la agricultura transgénica o las nuevas formas
energéticas deben ser conocidas por todos y entre todos razonar su desarrollo.
Para Heidegger, el tiempo se presenta a la conciencia como intuición vacía,
por eso se muestra en el tiempo.
Llega un momento en el que la función del tiempo se apodera del ser.
Es lo mismo que un caballo de carreras: llega un momento en el que pierde
su sentido de animal, de correr como algo propio, y se convierte en
mercancía, en objeto.
De la misma manera, las personas modernas pierden la capacidad de ser
sujetos, y pasamos a ser objetos de un mundo económico que nos domina y
define.
La cura de esta situación puede parecerse a lo que el filósofo al que nos
hemos referido llama " temporar la temporalidad ", en un sentido
fenomenológico, lo cual quiere decir que la lucha por tener libertades y
ejercerlas debe acompañarse de otra más profunda y necesaria, que es la de
ser libres .
En este proceso adquiere gran relieve la capacidad de tomar conciencia de
nuestro tiempo y controlar nuestro ritmo, antes de que nos siga dominando a
nosotros, a partir de lo cual viene el convertirnos en objetos de un
mercado global, ser engranajes de una maquinaría productiva que nos arroja
al consumo de manera que nos transformamos en objetos de la economía, lo
mismo que los fanáticos lo son de sus creencias religiosas o ideologías
políticas.
Como dirían los bosquimanos de África, « vosotros tenéis los relojes,
nosotros el tiempo ».
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mi familia es la humanidad
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el mundo
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