[unomada-info] Crónica desde el Perú

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Jue Mar 28 10:19:55 CET 2002


Fuera Bush: Lima, 23 de marzo

Ciudad de Lima. Sábado 23 de marzo. Una de la tarde. Frente al “Muro de la
Vergüenza” instalado por el colectivo La Resistencia para favorecer la libre
expresión prohibida un día antes por el Ministro del Interior,
aproximadamente 100 personas se encuentran congregadas para rechazar
públicamente la visita al Perú del presidente norteamericano George W. Bush,
el mismo que -después del 11 de setiembre- lanzó su terrible amenaza al
mundo: “O con EE.UU. o con el terrorismo”. Acusan a Bush de promover la
violencia y el autoritarismo, de bombardear criminalmente Afganistán, de
imponer un sistema económico -basado en la explotación y la desigualdad- que
empobrece aún más a los países “en vías de desarrollo”. También, de querer
intervenir -con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el
terrorismo- militarmente el Perú y Latinoamérica. Están en el Centro de
Lima, que parece extrañamente silencioso y desierto, tomado por las fuerzas
de seguridad del Estado, quienes nos los dejan de vigilar. Algunos
simplemente pasaban por ahí: señores con maletines, estudiantes con mochilas
al hombro. Otros, viven en grupos diversos: partidos comunistas, grupos
libertarios, colectivos civiles democráticos. Portan peligrosas armas:
carteles con frases contundentes, puños cerrados, pancartas de rechazo a la
dictadura mundial, gruesos lapiceros con los que trazan dibujos que le hacen
un gran favor a la memoria (“Mis hijos de puta: Pinochet, Somoza, Videla,
Ströessner, Fujimori...”) o que escriben posibilidades que nunca serán
publicadas por los medios de comunicación, alineados junto al estado
policial que llaman democracia: “el coche bomba en el Polo lo puso la CIA”.
Además, cantan frases: “Y va a caer, el Imperio va a caer”. Consideran que
Bush es un peligroso terrorista internacional, y que la palabra “democracia”
en su boca es un cementerio o un campo de concentración. Son pocas personas,
pero sus palabras resuenan en las calles vigiladas, y tienen toda la razón.
Varios periodistas, cargando cámaras fotográficas y de vídeo -incluso
máscaras antigás- los rodean. Están frente al Palacio de Justicia, bajo un
sol de 30ºC, dando pequeñas marchas por los alrededores, violando la orden
del Gobierno de guardar un silencio sepulcral. El extraño y criminal
atentado terrorista ocurrido tres días antes cerca a la embajada
norteamericana asesinando a nueve personas y, sobre todo, la manipulación
psicosocial que hizo de él la prensa y el Gobierno -despertando el fantasma
ya inexistente del terrorismo en el Perú- desmovilizó las masivas protestas
anunciadas en todo el país. Sindicatos, colectivos y ciudadanos se
amilanaron ante el temor de que estalle otro coche bomba en cualquier lugar,
y cayeron en el chantaje del Gobierno que solicitaba “la unión de todos los
peruanos para defender la democracia”. Esa democracia uniformada que, por
orden superior, de pronto arremete contra la pequeña concentración de
personas. Gases lacrimógenos y vomitivos. Golpes, forcejeos, varazos.
Destrucción y decomiso de las pancartas y los carteles. Detenciones. Aldo
Gil, una persona que perdió un ojo debido al impacto de una bomba
lacrimógena lanzada por la policía de Fujimori y Montesinos, y que fue
homenajeado públicamente por Toledo el 28 de julio del 2001 por considerarlo
“un ejemplo de lucha por la democracia”, ahora es detenido por la policía de
Rospigliosi y del propio Toledo. Fujimori se fue, pero quedó la Policía, el
Ejército, el Servicio de Inteligencia que ahora -como revela el Primer
Vicepresidente de la República- será equipado con tecnología de última
generación por EE.UU., para convertirse otra vez en ese ente todopoderoso
dispuesto a violar las libertades civiles y cometer tropelías impunemente.
La democracia representativa y espectacular muestra, otra vez, groseramente,
cuál es su columna vertebral: la coacción de las armas. El Ministro del
Interior, de juvenil filiación izquierdista y de madura formación en el
periodismo crítico, es ahora un comisario con una porra al servicio del
neoliberalismo y el Imperio. Algunas personas, frente al Palacio de
Justicia, son detenidas incluso quince minutos después de disuelta la
manifestación, acusadas de haber participado en ella. Un dirigente
sindical -que fue objeto de un seguimiento policial al salir de su casa- es
arrestado junto a tres personas más con las que conversa en una plaza
pública, acusado de planear una manifestación. En el Campo de Marte, decenas
de trabajadores que protestan a viva voz son golpeados y detenidos. En total
suman 57 las personas arrestadas. Después de las dos de la tarde, las calles
lucen más desiertas. La total y anticonstitucional prohibición de realizar
marchas y reuniones públicas ha sido mayoritariamente acatada, pero no vale
para los militantes de Perú Posible, el partido de Toledo. Puñados de ellos,
portando banderitas peruanas y estadounidenses, y carteles con la cara del
nuevo autoritario, desfilan libremente incluso por las calles restringidas
por esas cintas amarillas que, en EE.UU., sirven para cercar el escenario de
un crimen. Todas las calles adyacentes a Palacio de Gobierno lucen esa cinta
amarilla. En Palacio de Gobierno, Toledo estrecha sonriente las manos de
Bush. Bush felicita a Toledo por afianzar la democracia y promover el
diálogo. Ambos se declaran socios contra el terrorismo y el narcotráfico.
“No vamos a parar”, dicen, exultantes de entusiasmo. Dictan, palabra por
palabra, lo que la prensa publicará al día siguiente en grandes caracteres.
En la puerta de algunos restaurantes abiertos, la gente se reúne para ver
las mentiras que, en vivo y en directo, muestra el televisor. Días antes, en
una entrevista periodística, Bush había demostrado su intención de instalar
una “base de inteligencia” en Perú. Pero eso -aunque prescinda de la palabra
“militar”- suena un poco mal, y pudo haber sido producto de su tosca
inteligencia tejana partidaria de la pena de muerte. Ahora, anuncia la
próxima llegada al Perú de un “Cuerpo de Paz”. Bush -que llegó con
helicópteros y aviones, con agentes de la CIA y francotiradores- regala
migajas: tratados comerciales que fortalecen el injusto orden económico
mundial. Toledo se muestra confiado y seguro. Contento. Ya no es un pobre
lustrabotas con un futuro incierto. Ahora, es socio del dueño del planeta.
Socio de los Estados Unidos de América, como -en sus tiempos- lo fueron el
General Noriega –en Panamá-, Osama Bin Laden –en Afganistán- y Vladimiro
Montesinos –en Perú-. Asociándose al Gobierno que habla de la defensa de los
Derechos Humanos pero que no desea una Corte Penal Internacional, que
celebra el cese de la prohibición para desarrollar misiles nucleares, y que
es experto en asesinar civiles y bombardear ciudades invocando valores
democráticos y fines humanitarios, Toledo demuestra que su lucha contra la
dictadura de Fujimori no era alentada por un deseo de liberación sino por su
apetito de poder. Entregando el país a los designios del Imperio, robándole
las calles al pueblo, golpeando y deteniendo a las personas para que no sea
opacada la presencia del mortecino visitante, Toledo se declara enemigo de
lo humano: esa cosa indefinible que se conmueve ante la muerte, que duda
siempre y que siempre está mirando los ojos de alguien en pos de una
esperanza o de algo que se parezca a un abismo. O a una libertad.


Textos y fotos:
Alterarte
forma del verbo alterar
alterarte en starmedia.com

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