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Saturday, 27 August 2005

Manifiesto: Por la radicalización democrática y contra la desestabilización
del gobierno de Lula

Por Lenz

Ante las maniobras de las elites dominantes que pretenden acabar con el
gobierno Lula, y conscientes de lo que supone el fin precipitado del primer
gobierno del PT en Brasil, diferentes colectivos de la izquierda social
brasileña han lanzado este manifiesto, cuya firma y respaldo está abierto a
todo el mundo, más allá de las fronteras cariocas.


Las y los abajo firmantes tenemos en común la viva esperanza en el proceso de
transformación democrática de la sociedad brasileña, aliada a un sano
escepticismo con relación a la democracia representativa. Escepticismo que se
basa en considerar que sus ritos y sus mentiras funcionan ancladas en la
limitación de la propia democracia. Y porque consideramos también que no
existe democracia sin sujetos y movimientos capaces de renovar y materializar
diariamente sus bases constituyentes.

La democracia representativa es parte determinante de la corrupción de la
propia democracia. Por eso nuestra relación con el candidato Lula y con el
Presidente Lula nunca estuvo (y sigue no siéndolo) marcada por la ilusión, ni
tampoco por la desilusión.

Nunca consideramos que el candidato Lula (y menos aún su partido, el PT) fuera
el ángel redentor capaz de resolver todos los “problemas”. Al contrario:
siempre supimos que la conquista del poder implicaba en homologar prácticas de
gobernabilidad viciadas. Esto no justifica nada, es tan sólo una constatación.
Pero, ¿podría ser de otra manera? Quizás, pero las correcciones necesarias del
sistema democrático no pasan por la desestabilización de este gobierno. Por
estas mismas razones, nunca consideramos que el gobierno Lula y sus opciones
en términos de política económica fueran una traición (de la ilusión).
Entendemos que se trata de la política de un gobierno de coalición, sostenido
por un sistema representativo inserto en una sociedad marcada, por un lado,
por los rompecabezas de las obligaciones externas, y por el otro, por una
estructura social profundamente desigual, donde la concentración de la renta y
la estructura socioeconómica jerarquizada se mezclan y se alimentan
recíprocamente.

Al mismo tiempo, si el gobierno Lula debía y debe ser considerado como un
gobierno “cualquiera”, ¡eso no significa que este gobierno sea igual que los
demás!

Que Lula y el PT hayan tenido que “encuadrarse” para “llegar” no significa que
el gobierno de Lula sea más de lo mismo, repetido desde hace siglos por la
derecha y por las elites. ¡El gobierno de Lula es el gobierno más democrático
de nuestro país! No es democrático porque se haya encuadrado, ni tampoco por
“respetar” a las instituciones representativas, y menos aún por la moderación
de su política económica. Es democrático porque, pese a todas las concesiones
y a sus graves errores, constituye la expresión de la multitud de los "sin
derechos" que construyeron este país maravillosamente creativo y terriblemente
desigual.

Hay un simbolismo plagado de contenido material en la composición social de
este gobierno. Este simbolismo, está lejos de reducirse a la figura del obrero
migrante nordestino y semianalfabeto. Con Lula y el PT, por primera vez el
gobierno no se ha visto reducido a los meros arreglos internos de las elites.
Pese a que los avances no han sido tan profundos como deseábamos (y seguimos
deseando), el gobierno se ornó con la multitud de colores que constituye el
Brasil de los sin derechos: los migrantes, los obreros, los sindicalistas, los
militantes negros y los docentes del sector público.

Hay también un contenido plagado de simbolismo en la práctica del gobierno,
que está lejos de reducirse a la política económica y que contempla la potente
definición (aun cuando la misma sea confusa) de un nuevo marco de políticas
sociales constitutivas de derechos. El actual gobierno ha venido afrontando de
hecho el reto de la distribución de la renta y de la lucha contra todas las
formas de exclusión, adoptando políticas sociales que, por primera vez, van
más allá de la mera retórica. Algunas de estas políticas, algunas de las
cuales están todavía en vías de implementarse, comprenden la Reforma
Universitaria, el programa Prouni, la política afirmativa contra el racismo,
el Fundeb, el Beca Familia, la Ancine-Ancinav, la preocupación con el fin de
la sequía endémica y su industria política, la autosuficiencia en la
extracción de petróleo, la política de investigación en Ciencia y Tecnología,
la política de patentes, las reformas microeconómicas para multiplicar las
condiciones de acceso por parte de los informales y los “pobres”al crédito y a
la regularización de la situación de empresas que engordan el caldo de la
economía informal en Brasil, entre otras. Sigue siendo fundamental añadir a
las políticas sociales la adopción de una nueva comprensión de la política
internacional, basada en la gestión de la interdependencia global, con una
visión inclusiva de la globalización y el acercamiento a países que están
fuera del archipiélago de la prosperidad. La campaña desestabilizadora
desencadenada a partir del uso político hipócrita y moralista del escándalo en
la estatal Correios y las declaraciones del nuevo portavoz de la clase
política –el imitador de cantantes Roberto Jefferson– constituye una amenaza
golpista, arrivista o sencillamente conservadora (el calificativo poco
importa), para el símbolo y el contenido de este gobierno y del Presidente
Lula.

Esta campaña ha de ser derrotada por una gran movilización democrática, en sus
más diversas formas de expresión social, intelectual y política.

El detonante de la crisis habría tenido su origen en el ámbito de las
inevitables y violentas contradicciones internas del propio pragmatismo
político del gobierno y sus alianzas. En este sentido, el diputado Roberto
Jefferson es una causa y un efecto. El pragmatismo del antiguo campo
"mayoritario" del PT no inventó a Jefferson, pero no supo evaluar el verdadero
“coste” de este tipo de alianzas. Como consecuencia de ello, la elite
económica y la derecha social y política están celebrando cínicamente el hecho
de que el PT y Lula hayan caído en la trampa de la “continuidad”. Contra los
“usurpadores”, siempre se ha usado el arma del miedo.

Con todo, la verdadera crisis es otra. Es la crisis de la representación y de
su modo básico de funcionamiento a través de la inversión del propio proceso
de legitimación democrática: unos pocos “representantes”, elegidos mediante el
voto de “todos”, terminan definiendo (es decir, terminan “gobernando”) las
condiciones de expresión de “todos” (los “gobernados”). El propio mecanismo de
la representación corrompe el poder de “todos”, reduciéndolo en poder de
“algunos”. Esto no significa que consideremos que todos los políticos sean
corruptos. Por el contrario, se trata de sostener que una lucha no hipócrita
(no moralista) contra la corrupción no pasa por el respeto al “decoro” de la
representación, sino por el refuerzo de los lazos no representativos entre
gobernantes y gobernados, mucho más allá de los ritos (y de los vicios)
electorales. El Presupuesto Participativo y el Portal de la Transparencia son
experiencias concretas –si bien que bastante limitadas aún– que apuntan en tal
sentido.

Contra el autoritarismo de los grandes grupos de prensa, por la radicalización
democrática.

Al gobierno de Lula (y al partido que lo sostiene) debería interesarle no sólo
la moralización de las prácticas de gobierno, sino también la transformación
de sus principios de gestión. La defensa del gobierno de Lula no es la defensa
de prácticas condenables generadas por el uso del Estado como un aparato, sino
la creencia de que cualquier transformación ética de la política brasileña
pasa por la radicalización democrática. Éste es el único camino –precisamente
porque es por definición múltiple y abierto– para la recomposición de los
medios y los fines, momento en el cual la virtud se yergue contra la fortuna,
contra el azar, contra el pasado, contra todo lo establecido.

Prácticamente todos los grandes grupos de la prensa está linchando al PT, al
Gobierno y al Presidente. Hay una lógica revanchista perversa que dice que
este gobierno merece la condena por sus prácticas abusivas desde cuando estaba
en la oposición. La crítica a las antiguas prácticas de oposición de un país
recién salido de una dictadura es más importante que la propia estabilidad de
un gobierno elegido por el voto de más de 50 millones de brasileños. ¿Hay algo
más autoritario que esa increíble falta de pluralismo de los medios de
comunicación?

Cuando los sindicatos y los movimientos sociales manifiestan sus inquietudes
ante esta campaña política insólita y autoritaria, se recurre inmediatamente a
lo que sería el “fantasma” de la “venezuelización”, entendiendo por tal un
giro “autoritario” del Gobierno. Como consecuencia de ello, los abanderados de
la moralización de la democracia condenan cualquier iniciativa de movilización
democrática no representativa. Para ellos, la Venezuela de los “sin derechos”
constituye una amenaza.

Por el contrario, la perspectiva ética pasa por la proliferación de un espacio
democrático y plural basado en el disenso y en la dinámica de los movimientos.
Solamente así veremos surgir una alternativa concreta (y múltiple) a las
soluciones populistas y autoritarias de siempre.

El camino de la refundación democrática pasa por las relaciones posibles,
abiertas, conflictuales –dinámicas y esencialmente múltiples– que en la
actualidad pueden constituirse entre este gobierno y los movimientos sociales
(que en ocasiones el propio Gobierno se vio tentado a usar, neutralizar, o
hasta a cooptar). Éste es el único terreno ético posible, a partir del cual se
puede evaluar al Gobierno desde el punto de vista de la ampliación (y no de la
regresión) del proceso democrático. En tal sentido, esta crisis puede tener en
la izquierda brasileña un efecto positivo y liberador. Una vez barridas
ciertas prácticas político-partidarias y sus respectivos supuestos
ideológicos, podría reabrirse el campo de la imaginación política y subjetiva,
que este gobierno hasta el momento no ha sabido reinventar. Pero, para esto,
por supuesto, es necesario que el desenlace de este proceso no sea regresivo.
De cara a este grave riesgo, debemos buscar fortalecer las potencias legítimas
de transformación, es decir, de radicalización de la democracia.

Traducción: Damian Kraus

Puedes firmar este manifiesto en la siguiente página:
http://www.universidadenomade.org.br/main2.shtml








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