[unomada-info] Nuevo panfleto en la calle: “Crisis y revolución en Europa” del Observatorio Metropolitano

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Vie Nov 11 15:57:08 CET 2011


http://www.observatoriometropolitano.org/2011/11/08/nuevo-panfleto-en-la-calle-crisis-y-revolucion-en-europa-del-observatorio-metropolitano/
http://traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/otras/Crisis-y-revolucion-en-Europa
http://traficantes.net/index.php/content/download/28371/263126/file/crisis_y_revolucion.pdf



Prefacio

Ningún grito se escucha hoy con más fuerza en las plazas europeas: «La
crisis es una estafa», o también «No pagaremos la crisis». Así lo
expresan los indignados griegos, el 15M de las plazas españolas, los
huelguistas de Francia en 2010 y con otras resonancias, las revoluciones
de los países del otro lado del Mediterráneo.

Desde que comenzara oficialmente la crisis, la avalancha de reformas y
recortes sociales no parece haber conducido a la esperada curva de
recuperación. Antes al contrario, la obcecación en las políticas de
austeridad, los privilegios de las élites financieras y, sobre todo, el
ataque a la deuda soberana de un número cada vez mayor de estados han
llevado a la Unión Europea al anuncio de una nueva recesión. Y con
ribetes aún más sombríos, a una pendiente de involución y degeneración
política que amenaza con llevarse por delante el proyecto europeo,
moneda única incluida.

Lo que parece en juego es pues el futuro del continente. A un lado, la
insistencia en lo mismo; políticas en beneficio de unos acreedores —los
grandes agentes financieros del continente— que apostaron todas sus
energías al beneficio basado en el crédito barato y la especulación
financiera. Se trata de los mismos agentes, que hoy ven amenazadas sus
posiciones por una crisis que ellos mismos provocaron y de la que sólo
saldrán de pié a costa de imponer un largo periodo de galeras y de
esclavitud por deudas a las poblaciones europeas. Al otro, el emergente
movimiento europeo, la posibilidad de reinventar la democracia y de
invertir la involución política y social en un proyecto de otro tipo.

Como se puede adivinar, lo que sirve a la polémica en este conflicto es
la propia definición del concepto de riqueza. De una parte, de nuevo,
aquéllos que sólo ven la riqueza en los términos de su expresión formal
—moneda, propiedad o título financiero— cuyos propietarios pueden y
deben intercambiar con seguridad y garantías, sin mayores trabas que el
legítimo derecho a hacer lo que les venga en gana. De la otra parte, los
que en esa enorme riqueza financiera sólo pueden reconocer el producto
social largamente expoliado en forma de hipotecas, créditos al consumo,
ataques a la deuda pública, mercantilización y privatización de las
pensiones, la educación, la sanidad, etc.

¿Qué hacer, por lo tanto, en una coyuntura que se mide en una escala tan
gigantesca, e inaprensible, como Europa? Sin duda seguir al movimiento,
tratar de armarlo de razones, apoyar sus apuestas estratégicas, ayudar a
proyectar su dimensión europea. En esta dirección, este libro quiere ser
un manifiesto, una proclama, una herramienta no sólo de análisis, sino
también de agitación, revuelta, revolución.

Pero hablar de «revolución» en referencia a lo que hoy sucede en Europa
¿no deja de sonar algo anacrónico y extemporáneo? ¿En qué se parece lo
que hoy ocurre en Europa con la Francia de 1789 o la Rusia de 1917?
Seguramente en poco o nada. Y sin embargo, hay algo que comparten: el
profundo divorcio entre las mayorías sociales y sus gobernantes, entre
la vida corriente y las instituciones representativas, entre el cuerpo
social y los grandes ordenamientos económicos que invariablemente
prescriben el privilegio financiero. Sólo por esta razón, la palabra
revolución se vuelve legítima y recupera sus viejas resonancias, hasta
el punto de convertirse en la voz de quienes forman ya el movimiento
europeo. De este modo, si en la Puerta del Sol o en la Plaza Syntagma se
dice «somos una revolución», es en primera instancia, porque ésta viene
«obligada» por las circunstancias; porque se sabe que no hay ningún
lugar, ningún punto, ninguna palanca en las instituciones públicas, que
hoy sirva a la reforma. La misma reforma que debiera poner coto a la
predación financiera, que debiera promover la racionalización ordenada
del reparto de la riqueza y rearticularse en la institucionalización de
una democracia más creíble y legítima, aunque sólo fuera para apuntalar,
sin el actual espíritu suicida, los mismos ordenamientos sociales y
económicos que hoy constituyen Europa.

En otras palabras, el movimiento habla de revolución, y se declara como
una «revolución democrática», en la medida en que no hay una democracia
en la que mirarse y reconocerse, y en que ésta sólo se puede ejercer al
margen del sistema de partidos, de las elecciones representativas y de
las instituciones europeas. Su primera enseñanza se desprende así de su
propia constitución, esto es, de la renuncia a toda posición de espera,
esperanza y responsabilidad con respecto de la clase política y las
élites económicas. Lo que estos años nos debieran dejar meridianamente
claro es que si no ha habido otra «solución» a la crisis, más allá del
continuo hundimiento en la misma que prescribe el capital en dinero, es
porque las élites políticas son presas de la misma ideología y de los
mismos intereses que nos llevaron a la crisis. Cuando hoy en Europa, se
ordena «salvar a los bancos contra y por encima de las poblaciones», se
prescribe también que la única salida posible pasa por la privatización
de los servicios públicos, mayor precariedad laboral, la permanente
condena al desempleo para las poblaciones «superfluas» —siempre las más
frágiles y de menores recursos— y una pauperización de masas que el
continente no ha conocido desde los tiempos de la gran postguerra de
1945.

La paradoja de esta situación es que si se admite que no hay espacio
para la responsabilidad y la confianza en las élites europeas, que éstas
carecen de autonomía respecto del capital financiero, tampoco cabe lugar
para el miedo. En efecto, si admitimos que la crisis está dirigida
políticamente, y que la gestión de la misma está únicamente preocupada
por preservar los privilegios de unos pocos, sólo la indignación se
muestra como un afecto útil y sólo la política, recuperada por todos,
aparece como una práctica eficaz. Es esto mismo lo que parece haber
descubierto el movimiento europeo y a lo que este texto pretende
aportar.

* * * * * * *

Este manifiesto ha sido elaborado por el colectivo de investigación y
militancia, Observatorio Metropolitano, en el marco del desarrollo del
movimiento 15M. Su contexto obligadamente «español», y en concreto
madrileño, no impide que la vocación del texto sea europea y que su
perspectiva y propósito se midan, en todo momento, más allá de los
siempre estrechos marcos estatales o «nacionales». En este sentido,
deseamos y esperamos, que este material (u otros parecidos) sea
traducido y publicado en otras lenguas europeas.

En el texto se han prescindido de las notas y fuentes de las que
provienen la mayor parte de sus afirmaciones y que ampliaban
innecesariamente el número de páginas. Para un desarrollo más exhaustivo
de los argumentos aquí contenidos se pueden consultar los trabajos del
Observatorio Metropolitano en: www.observatoriometropolitano.org




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