[Presos] Francesco Caruso (disobbedienti) desde la Prisi ó n de M ammaglialla de Viterbo

Alex ygimenos at nexo.es
Thu Nov 28 01:01:03 CET 2002


Carta de Francesco Caruso, portavoz de los desobedientes en Nápoles y uno de
los detenidos el 15 de noviembre en el sur de Italia.

A través de los/las desobedientes, una carta a todos y todas de Francesco
Caruso desde Mammagialla de Viterbo

A los hermanos y hermanas del movimiento de movimientos A la sociedad civil
A las multitudes en camino por otro mundo posible

Un millón de personas son tantas.

Un millón de personas, de hombres y mujeres en Florencia ha dicho,
confirmado y gritado con voz potente que otro mundo es posible y necesario,
un mundo sin guerras y bombardeos “humanitarios”, un mundo en el que las
guerras se evitan simplemente no haciéndolas, un mundo en el que la casa, el
trabajo, la renta, el agua, la tierra son derechos de todos y no privilegios
de algunos.

Un millón de personas que dicen y reivindican estas cosas son muchas. Para
algunos, en los palacios del poder, son incluso demasiadas.

Florencia ha sido una etapa avanzada de las multitudes en movimiento que de
Seattle a Génova, de Nápoles a Praga han relanzado a nivel global las
reivindicaciones de los indios zapatistas, elementales pero al mismo tiempo
revolucionarias: Democracia, Justicia, Dignidad. Desde esta celda llena de
barrotes, democracia, justicia y dignidad son palabras vacías, conceptos y
valores imperceptibles. En este vertedero humano, en esta cárcel llena de
desesperación y minusvalía social, la dignidad humana no es que sea pisada,
es que simplemente no existe. Como movimiento hemos estado siempre de parte
de los últimos, de los excluidos, de las víctimas de la globalización
neoliberal salvaje.

Desde las periferias degradadas de Nápoles a los campos de refugiados de
Palestina, de las zonas devastadas por los terremotos de Molise a Sarajevo
bajo los bombardeos, siempre hemos puesto en juego nuestros cuerpos y
entregado nuestras energías para conocer, comprender y combatir las muchas
injusticias de nuestro tiempo. Paradójicamente debo agradecer a los
magistrados de Cosenza sus teoremas y el que me hayan dado así la
posibilidad de atravesar círculo infernal dantesco de las cárceles: Trani,
Viterbo, millares de personas encerradas como pollos en batería, donde el
mínimo derecho elemental se convierte en un favor que implorar. Aquí dentro
están sólo los sujetos débiles y marginales, para los que demasiado a menudo
la ilegalidad no es una elección sino un camino al que fuerzan los
mecanismos perversos de un sistema social centrado en el beneficio. Aquí
democracia, justicia y dignidad se pueden traducir en una sola palabra:
AMNISTÍA, rápido y para todos. Como movimiento debemos urgentemente hacernos
cargo de esta lucha, para devolverle un sentido a estos valores incluso aquí
dentro, para desenmascarar la palabrería y las falsas promesas de los
palacios del poder. Democracia, Justicia, Dignidad. Pero, ¿Se puede hablar
de democracia en un país en el que se persigue a los opositores políticos?
No es éste tal vez el discriminante, la línea de demarcación entre
democracia y autoritarismo, el síntoma de la involución democrática?
Entonces la urgencia de movilizarse al grito de “SOMOS TODOS SUBVERSIVOS” no
es una necesidad exclusiva de los rebeldes, de los activistas de los
movimientos, sino también y sobre todo de la sociedad civil, de los
demócratas sinceros, de aquéllos que creen y esperan vivir en una democracia
madura: no está sólo en juego nuestra excarcelación, sino sobre todo la
capacidad de actuación política y democrática de la oposición social en
nuestro país. Si funciona el teorema de Cosenza, cualquier activista del
movimiento, cualquier persona que se haya movilizado durante estos años por
“otro mundo posible”, que haya salido a la calle en Nápoles, en Génova o
Florencia, podrá ser perseguido como un subversivo violento y peligroso. La
peligrosidad social y política de esta investigación está a los ojos de
cualquiera. Tras la ambigua e inconsistente base acusatoria, está la torpe
tentativa de reducir la riqueza y la vitalidad de los movimientos para
convertirlas en un mero problema de orden público. En la base de estas
absurdas conjeturas, se encuentra un prejuicio ideológico delirante sobre la
relación entre democracia, movilización y conflicto social. Si a nivel
mundial, gracias a la experiencia de Porto Alegre y al activismo de los
movimientos, ha entrado en la agenda política la experimentación de formas
inéditas de democracia participativa, que ponen en el centro de las
determinaciones sociales y políticas la participación, la movilización y el
conflicto social, permanece en la sociedad y sobre todo en el mundo político
una reticencia reconocer el conflicto y la movilización social como linfa de
la democracia. Pero hay algo peor: sobre todo en el establishment político,
económico y cultural, en los pisos más altos de los palacios del poder, hay
quien ve los movimientos sociales como virus peligrosos que hay que
erradicar, un mal que hay que derrotar, un desorden que hay que reprimir,
para reestablecer el ORDEN y la DISCIPLINA y preservar el propio poder.

Con el surgimiento del movimiento antiglobalización, determinados sectores
de los aparatos, de la magistratura y de las fuerzas del orden, precisamente
a partir del temor y del terror que les inspira el activismo del movimiento
de movimientos por su potencial de transformación social y de puesta en
discusión de los ordenamientos del poder, sustituyen la imparcialidad de las
posturas y de los procedimientos con una persecución política obsesiva que
alcanza su culminación con la violencia de Génova y el homicidio de Carlo
Giuliani. Y ahora el absurdo teorema de Cosenza: con la División de
Operaciones Especiales de los Carabinieri (el único que no ha sido
investigado por los hechos de Génova) de nuevo en primera fila, esta vez
apoyado por algunos magistrados diligentes que el ROS ha encontrado después
de una búsqueda extenuante en un tribunal anónimo del Sur profundo. Su deseo
perverso es que de los movimientos, de los jóvenes “ruidosos y molestos”, se
ocupen sólo ellos , con sus métodos y sus estrategias de sistemática
aniquilación y represión. Que el movimiento antiglobalización sea un
revoltijo de criminales, subversivos, violentos, conspiradores, para ellos
no es una hipótesis que hay que confirmar, sino una certeza que se afirma. Y
sin embargo, de hecho, hace falta retroceder hasta el ventenio fascista para
encontrar a otros imputados por conspiración política o incluso a los
románticos carbonarios del siglo XIX: desde luego, si alguien compara
nuestro compromiso social y político con el de nuestros abuelos
antifascistas y carbonarios, no hace sino halagarnos. En realidad, los
peligrosos subversivos, los verdaderos criminales están al otro lado de la
barricada, son aquéllos que tratan de acabar con el movimiento en el terreno
del enfrentamiento “físico”, militar, sobre todo porque saben que ése es el
único terreno en el que seremos derrotados. Su estrategia es a fin de
cuentas evidente y banal: en el momento en el que no quieren dar respuesta
concreta a las instancias y a las reivindicaciones de los movimientos,
sueltan a sus perros de presa, sus mezquinas estrategias de criminalización
y represión, en un intento de callar, estigmatizar y aniquilar al
movimiento. Pero el movimiento ya ha demostrado en Génova y después de
Génova la madurez política capaz de escapar a estas trampas: ni por asomo
esta ridícula investigación conseguirá desmentirla. Este ataque político,
como la experiencia de Génova, no sólo no produce arredramiento, desaliento
y desmovilización, sino que además refuerza la conciencia de la necesidad de
continuar las batallas del movimiento: descubrimos de hecho que no sólo está
en juego la posibilidad de conquistar nuevos derechos y garantías sociales,
sino también la capacidad democrática, el ajuste de las estrategias
destructivas y reaccionarias con la que, en los últimos decenios, se han
atacado con fuerza los ciclos precedentes de movilización social. Por eso es
importante que el movimiento se deshaga de estas tenazas que tratan de
triturarlo, de esa espiral represión/lucha contra la represión que corta las
alas a las dinámicas y a los procesos de transformación social. Los días de
Florencia han planteado preguntas y necesidades políticas bien precisas, de
las que nadie puede pensar en desvincularse gracias a las intuiciones
geniales de un magistrado celoso o de carabinieri diligentes. Por eso,
prescindiendo de la justa batalla para denunciar el carácter político y
persecutorio de esta operación, es importante continuar promoviendo las
prácticas y contenidos del movimiento, también y sobre todo porque a través
de ellas es posible demostrar quiénes son los verdaderos criminales: si son
aquéllos que como nosotros se organizan desde abajo, aquéllos que participan
en los movimientos, o si bien son aquéllos que se han hecho responsables de
guerras y bombardeos, de millones de muertes por hambre y carestía, de la
devastación ambiental de nuestro planeta. Al mismo tiempo, es necesario
reivindicar e insistir en la práctica de la desobediencia civil como una
forma de movilización legítima y justa, frente a las tantas, demasiadas
injusticias que atenazan nuestro mundo global. En esto ninguna
investigación, ningún magistrado podrá hacernos retroceder.

Pueden encarcelarnos a 20, 200 o 2000 de nosotros, de nuestros hermanos,
pero no nos doblegarán. Nosotros con el corazón, pero muchos otros
físicamente, estaremos estos días junto a los desahuciados de Melito por el
derecho a la vivienda, junto a los parados que reivindican un empleo o una
renta, a los trabajadores de la FIAT en lucha para defender su puesto de
trabajo, junto a los inmigrantes el 30 de noviembre contra los
centros-campos de concentración.

Con la violencia que se hace llamar justicia, nos han encerrado en cárceles,
tras mil barrotes y cancelas, nos han privado de un bien fundamental, del
bien primario para todos los seres humanos: la libertad. No se dan cuenta de
que es todo inútil, que también perderán esta nueva batalla: porque nosotros
somos un ejército de miserables, pero sobre todo de soñadores.

Francesco Caruso

cárcel de di Mammagialla, Viterbo, Italia, Europa, Planeta Tierra

25 de noviembre de 2002, Año Segundo de la Guerra Global Permanente











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