[unomada-info] Acción contra Telefónica en el aniversario de la revuelta argentina

raul en sindominio.net raul en sindominio.net
Sab Dic 21 11:53:00 CET 2002


raul en sindominio.net te ha enviado el siguiente
artículo desde la ACP/IMC Madrid
(http://acp.sindominio.net).

Mensaje de raul:
Disculpad el nefasto envío en html anterior.
Saludos Raúl

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Saturday 21 December a las 04:01AM


Acción contra Telefónica en el aniversario de la revuelta argentina

By Avid


Se puede montar una protesta en el corazón de
Madrid que no someta su orientación y sus ritmos a
los dictados de la policía, se pueden reunir en un
mismo gesto desobediente los mecanismos mínimos de
autodefensa y de apertura y complicidad con la
gente que curiosea o se acerca a los manifestantes,
se puede protestar con buen humor, sin enronquecer
la voz, y a la vez con determinación y firmeza.

¡Y eso que la policía conocía perfectamente
nuestros propósitos! En efecto, un grupo de
"avanzados" en el cibercafé de Telefónica, nuestro
objetivo, escuchó a varios policías informar
despreocupadamente sobre nuestras intenciones a los
guardias de seguridad del establecimiento. Tras
deliberar sobre si era pertinente cambiar los
planes, decidimos proseguir con (casi) todo lo
previsto (a excepción de la instalación simbólica
de GNU/Linux en los ordenadores del cibercafé y
alguna otra cosa más): cinco o seis "emboscados"
esperarían la llegada de los manifestantes
provenientes de la concentración-cacerolazo global
en el interior del cibercafé de Telefónica. Los
manifestantes llegarían hacia las 8.30 de la tarde
con una pancarta hecha con refuerzos y con el lema
"Que se vayan todos", que se generalizó, junto a la
necesaria apostilla "que no quede ni uno solo",
durante la insurrección argentina del 19/20 de
diciembre de 2001.

Entonces, por un lado, los "emboscados" repartirían
panfletos entre trabajadores y usuarios del
cibercafé de Telefónica explicando las razones de
la protesta y después negociarían la salida. Por
otro lado, la manifestación montaría todo el
guirigay posible en el exterior con el fin de hacer
público el contenido de la acción y la denuncia de
Telefónica como multinacional que practica una
rapiña de manual de economía política con la
consiguiente pérdida de derechos laborales y
sociales de los trabajadores "privatizados".

Los "emboscados" penetran en el cibercafé sobre las
7:30 entre guardias se seguridad típicos, guardias
de seguridad de paisano (de Telefónica) y algunos
policías antidisturbios ya dispuestos en la
entrada. Se registran como usuarios con nombres
falsos (Darío Santillán, por ejemplo, en recuerdo
del piquetero asesinado por la policía en los
enfrentamientos de Puente Pueyrredón) y preparan
pegatinas con anuncios de telefónica desviados y
los panfletos para los trabajadores y usuarios del
sitio (el panfleto se puede ller más abajo). Y,
claro, se comunican en red usando los mismos
ordenadores del cibercafé. Mientras, una vez que
acaba la concentración-cacerolazo global, entre un
buen número de policías secretas, los manifestantes
se acercan divididos en grupo hacia el objetivo. En
el tunel de metro que une las dos aceras de Gran
Vía se colocan monos blancos con interrogaciones
dibujadas (referencia al símbolo por excelencia de
la precariedad laboral) y cascos de obrero y
disponen la singular pancarta. Un fila de
antidisturbios les está esperando en la puerta.
Cuando se escuchan los primeros gritos, los
"emboscados" abandonan los ordenadores con la
página de Indymedia Argentina en pantalla, se
levantan y comienzan a repartir panfletos entre los
trabajadores y usuarios y a colocar pegatinas aquí
y allá. Los guardias de seguridad se abalanzan
sobre los recién descubiertos "emboscados" y tratan
de arrebatarles los panfletos. Pero tras una rápida
negociación en la que los "emboscados" recuerdan la
presencia en el exterior de prensa y de un diputado
de Izquierda Unida (Julio Setién) que ya se ha
presentado al mando de los antidisturbios, los
ánimos de los guardias se seguridad se relajan un
tanto y los "emboscados" continúan repartiendo
panfletos y hablando con usuarios y trabajadores
(algunos asustados, otros divertidos o perplejos,
indiferentes los más). Fuera, algún manifestante
intenta entrar en el cibercafé con las manos en
alto y se produce un forcejeo en el que se
demuestran las bondades de la pancarta con
refuerzos. La reacción de los manifestantes es
unánime e inmediata. Los policías vuelven a
cuadrarse al momento pero con los cascos
cubriéndoles la cabeza... mala señal. Cuando la
tensión decrece, los "emboscados" son expulsados
del establecimiento entre gritos de "Argentina
solidaridad" y (dirigiéndose a los usuarios) "que
salgan todos y no pague ni uno solo". Los
manifestantes comentan a uno de los mandos que si
la fila de antidisturbios se quita el casco en
señal de "buena voluntad", se leerá el manifiesto y
se dará por concluida la protesta. Acceden y así se
hace. La máxima aspiración de la acción era
importar a Madrid un pedacito (pequeño, muy
pequeño) del espíritu contestatario del movimiento
radical argentino. Por un rato se consiguió. Se
puede. Sí. Y no será sólo por un día ni siempre tan
pequeño...

  A los trabajadores y los usuarios de este
  cibercafé de Telefónica:

  quizá recordéis las imágenes aunque no
  exactamente la fecha: hace justo un año, en
  Argentina, la gente salía masivamente a la
  calle para protestar contra el desastre
  económico y contra una clase política que
  quería hacer pasar ese desastre por una
  fatalidad del destino, natural como puede ser
  una lluvia de granizo que cae sobre los
  cultivos de un campesino. Los amigos y amigas
  argentinos cuentan que esa noche fue
  inolvidable, un pequeño milagro laico: se
  disolvió el hechizo de resignación y
  conformismo y la gente se reencontró en la
  calle espontáneamente, sin banderas, sin
  siglas, sólo con las famosas cacerolas en las
  manos, hablando como nunca lo habían hecho,
  atravesando una ciudad que ya no era tan sólo
  un escaparate de mercancías, reinventando el
  placer de estar juntos. Por todas las esquinas
  comenzó a escucharse un rumor, que pronto se
  convirtió en consigna unánime: "que se vayan
  todos, que no quede ni uno solo". Esa misma
  noche dimitió uno de esos tristes monigotes de
  cartón, llamado De La Rúa, pero antes mandó
  disparar y la policía mató a 33 manifestantes.
  Los poderosos no pueden tolerar que la gente
  decida alejarse siquiera un momento del
  continuo martilleo mediático y comiencen a
  escucharse entre sí y se animen viéndose tantos
  y tan fuertes y se pregunten juntos si los
  desastres económicos serán como el granizo... o
  no. Más bien necesitan que los unos desconfíen
  de los otros, que la mayoría desconfíe de sus
  propias posibilidades y que todos juntos
  encuentren algún chico expiatorio a quien
  linchar: los que vienen de fuera, por ejemplo.

  Hoy, protestando pacíficamente en este
  establecimiento, queremos volver a traer a la
  memoria pública aquellos acontecimientos. Pero
  no sólo para solidarizarnos con los compañeros
  de Argentina, no sólo para denunciar el nefasto
  papel que ha jugado Telefónica en la crisis
  argentina, socializando pérdidas y privatizando
  beneficios, sino también para decir bien alto y
  claro que el mundo entero es hoy en día como
  esa ciudad llamada Buenos Aires, excepto quizá
  en la resistencia que oponen las gentes al
  orden de cosas y la invención que despliegan de
  otras formas de vida más libres y justas
  mediante asambleas, piquetes o clubs de
  trueque. Pero también por aquí otros monigotes
  de cartón intentan hacer pasar los desastres
  económicos por lluvias naturales (de fuel, en
  esta caso). También en la metrópoli madrileña
  las seguridades se desvanecen, los contratos
  desaparecen, las rentas se achican, la
  precariedad se agrava, la explotación se
  intensifica (con sus logos y sus marcas, nos
  venden nuestros mismos sueños y deseos,
  convierten nuestras formas de vida en modas,
  desvían nuestras creatividad para producir
  dinero para ellos y no vida mejor para
  nosotros, etc.).

  Hoy hemos decidido recuperar por un rato lo que
  es nuestro: liberar nuestras ganas de comunicar
  y aprender de sus peajes monetarios utilizando
  libremente herramientas que debieran ser de
  todos, liberar desde sus máquinas mensajes de
  complicidad a los amigos y amigas de Argentina,
  liberar a las mismas máquinas del corsé
  propietario que les impone Microsoft e instalar
  en ellas software libre, trastocar por un rato
  las relaciones de consumidores-clientes y el
  espacio en que se dan, interrumpir la
  obligación de trabajar malamente y hablar...
  Reconstruir en el corazón de Madrid un pedazo
  pequeñito de aquel Buenos Aires del 19 y el 20
  de 2001. Estáis todos invitados.

  Laboratorios de la Desobediencia de Madrid




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