[unomada-info] editorial del nº 2 de "Desobediencia Global"

Raúl raul en sindominio.net
Sab Feb 23 14:41:52 CET 2002


Hola a tod en s,

ésta es la editorial del 2º número de la publicación auspiciada por la 
Universidad Nómada. Podéis encontrar el 1er número casi entero (todo 
llegará) y próximamente el segundo en 
http://www.sindominio.net/unomada/desglobal , asimismo, la publicación 
goza de un espacio interactivo de discusión en el recientemente 
inaugurado sitio de la Agencia en Construcción Permanente en 
www.sindominio.net, que podéis encontrar en http://acp.sindominio.net/ - 
aunque de momento solo está parcialmente operativo - paciencia. En esa 
sección podéis, si lo tenéis a bien, discutir los contenidos y las 
temáticas de la publicación. Un fuerte abrazo,

Raúl


Editorial
Variación sobre un lema: posible o no, en «otro mundo» no van sino 
nuestras vidas

Fría primavera socialdemócrata

Quisiéramos comenzar respondiendo a la pregunta que planteaba 
recientemente Sami Naïr: «¿Es el movimiento que se ha reunido en Porto 
Alegre la golondrina que anuncia el verano?»1 . Todo apuntaba, desde 
antes del comienzo del Foro Social Mundial, a que así debía ser, por el 
bien del incierto presente que vive el polinómico «movimiento». No debe 
pasarnos por alto la encarecida atención que han merecido los 
prolegómenos y desenlaces del evento por parte de no pocas plumas y 
agencias mediáticas que, luego atenderemos a los porqués, han 
identificado en el crisol de Porto Alegre la génesis --largamente 
esperada, insistentemente impuesta, trayecto obligatorio por añadidura 
después del 11 de septiembre-- de un actor global portador de «posibles» 
controlados, de «soluciones realizables», de «propuestas realistas y 
audaces [sic]»2 . Una improbable «cuarta vía socialdemócrata» se postula 
como encarnación material y tangible de la esperanza, forma real y 
sensata de ésta. Palabra sobresaturada de imposturas, de esperanza sólo 
cabría hablar como neologismo, como afecto activo que acompaña y 
refuerza las inseparables pars construens y pars destruens en y de este 
mundo, una alegría expansiva que se pone en juego en cada acto de 
destrucción del dominio y de producción coextensiva de nuevos 
ordenamientos abiertos de la libertad y la cooperación, de los saberes y 
los cuerpos, de las instituciones y los territorios de la existencia 
común. Basta de ilusiones en rebajas. Entre las Escila y Caribdis de la 
esperanza socialdemócrata y el nihilismo que no toca fondo, cabe apostar 
por la esperanza declinada como transvaloración sin paliativos ni 
ilusiones de los sentidos y los cuerpos. Bien pudiéramos carecer de una 
estrella polar: en nuestros mapas buscamos el sempiterno y recurrente 
torrente de alegría de las estrellas fugaces, que algún día han de 
destruir este mundo.

La revancha de lo(s) político(s)

«La escena se presenta perfectamente dividida en dos: por un lado, Nueva 
York, el Norte económico, rico y guerrero; por el otro, el Sur cultural, 
dividido, pobre y que continuaría anidando el socialismo en su seno, 
instalado en uno de los pocos bastiones de la izquierda (el Estado de 
Rio Grande do Sul) del país más grande de América Latina, la única 
izquierda que, con el Partido de los Trabajadores (PT) y en la persona 
de Lula, tendría posibilidades serias de ganar las próximas elecciones. 
Todo a apenas mil kilómetros de una Argentina en plena insurrección 
antiliberal. Sin que falten, además, discretamente, algunos Estados 
europeos hostiles a la hegemonía estadounidense. Así, pues, las cosas 
parecen estar claras. Otro mundo es posible. ¡Sigamos todos al PT en 
Brasil y a Attac en el resto del mundo! ¡Todos contra la hegemonía 
estadounidense, de Kabul a Buenos Aires! ¡Abajo el neoliberalismo!»3.

El párrafo que citamos da cuenta (irónicamente) de lo que habrá de 
llegarnos comunicado como «principal resultado» de las jornadas de Porto 
Alegre, fuente además de un nuevo calendario de iniciativas globales. En 
efecto, declarada, al parecer, la hora de las soluciones, la escena se 
puebla de actores clásicos, de desgarradoras cuestiones, de ingentes 
peligros, de identidades perdidas, de telúricas fuerzas hostiles y, vaya 
por donde, de resoluciones propias de un serial --to be continued--: «Esta 
vez se trata de dibujar la utopía de manera más modesta: rebajar por 
ahora las expectativas emancipadoras a fin de cohesionar una expresiva 
fuerza social y una mayoría política (sin lo cual no hay posibilidad de 
transformaciones democráticas) con el objetivo de refundar el contrato 
social moderno»4 . Así, pues, el cóctel formado por la profundidad de la 
crisis de la globalización neoliberal, el vigor demostrado por el ciclo 
de luchas Seattle-Génova, el nuevo paisaje semiótico y geopolítico 
abierto por los atentados del 11 de septiembre y la dinámica de guerra 
global permanente abierta por la monarquía imperial estadounidense 
vendrían a imponer, por un lado, un necesario «disciplinamiento» 
(dialogado, según parece) de las luchas contra la globalización 
capitalista; un ejercicio de madurez, esto es, la convicción que habría 
de asentarse en los movimientos de que sólo una sólida salida 
institucional-electoral en el ámbito transnacional podrá operar la 
renovación de los organismos democráticos y la restitución de la 
soberanía a los ciudadanos, solas condiciones necesarias para un eficaz 
control y rectificación de la potencia normativa de los mercados 
financieros; una neta condena de la «violencia» (aquí equiparada en un 
continuo al terrorismo), para la cual sirven tanto las razones de índole 
oportunista («que no nos confundan, a toda costa») como de orden 
teológico-político (una suerte de comunión global con el principio de 
legalidad), mientras, por el otro, vendrían a indicar la urgencia y la 
idoneidad de operaciones políticas de corte soberanista: una estatalidad 
legal y legítima que, mutatis mutandis, en las naciones y en los 
municipios, en las unidades políticas plurinacionales así como en los 
organismos multilaterales, se enfrente de igual a igual a la bestia 
neoliberal, poniendo bridas a los capitales desterritorializados y 
estableciendo unos principios de inscripción social (léase, nacional, 
soberana) de las riquezas producidas y de redistribución siguiendo el 
eje Norte/Sur.


Ésta viene a ser, pues, la resultante dominante del encuentro de Porto 
Alegre, la confirmación de Attac Francia «en su papel de animador 
ideológico esencial, mientras que el Partido de los Trabajadores 
brasileño lo era en el de escaparate de un socialismo soft o de una 
revolución light»5 . Por encima de otras consideraciones, hemos de 
pensar lo que puede suponer en la coyuntura presente esta enésima 
reactualización de la redentora «autonomía de lo político». 
Abstengámonos de juicios: constatemos, en un primer momento, que la 
dinámica de conflicto y consenso que venía siendo considerada un 
elemento constituyente del movimiento contra la globalización 
capitalista ha pasado a ser implícitamente declarada, por esta 
componente que se postula como «hegemónica», un elemento subordinado o, 
en el mejor de los casos, una función de cohesión y vertebración de una 
agenda política paralela a aquella que, en foros ubicuos y con 
modalidades ajenas a las que aspiran a producir como resultado una 
renovación de la representación política, las múltiples figuras del 
movimiento se vienen dando. Señalemos, acto seguido, que no faltarán 
quienes vean en esta operación el acto de desenmascaramiento, el 
esclarecimiento final de los campos en liza o, porqué no, la inevitable 
«traición» al movimiento global. No tenemos, de buenas a primeras, en 
buena estima este tipo de reflejos condicionados, que remiten más bien 
al «doble vínculo» y al juego de espejos entre pares homólogos de las 
viejas dicotomías izquierdistas. Lo cierto es que tanto unos como otros 
comparten la idea de que el ámbito y el movimiento globales no son sino 
un tablero más en el que tarde o temprano habrán de verse las caras, 
reformistas y revolucionarios, puros e impuros, héroes y traidores, 
auténticos y advenedizos. De ser así, no han entendido nada, para 
desgracia de tod en s.

Considerar, a estas alturas, enemiga a esta nueva operación 
socialdemócrata, añadiéndola a la lista de los enemigos del movimiento 
global, olvida elementos sustanciales de la singularidad de éste. Torpe 
y estúpida, cierto, la operación socialdemócrata es, en primer lugar, 
irrealizable. La movilidad incontrolada de los capitales financieros, la 
vicaría forzada de los Estados-nación, la constitución de la nueva forma 
de soberanía global basada en configuraciones democráticas y no, 
estatales y no, pacíficas, humanitarias y militares y asesinas, esto es, 
la constitución en ciernes del Imperio, sin centro soberano, ha arrojado 
al basurero de los recambios posibles tales propuestas. ¿Significa esto 
que ha de darnos igual un gobierno socialdemócrata que uno 
fascista-mafioso? ¿Qué debemos considerar indiferentes las garantías 
democráticas, los derechos adquiridos, las diferentes modulaciones de la 
norma jurídica, de la violencia estatal y de las administrativas? No. Se 
trata, más bien, de considerar que la irrupción salvaje y renovadora del 
movimiento global reside en su dinámica de éxodo y desocupación, en su 
potencia de hibridación y recombinación, en su movilidad y su capacidad 
de invención de nuevos lenguajes y procedimientos públicos, en su 
tensión, en definitiva, hacia su constitución siempre inacabada como 
multitud global, hecha de singularidades y de construcción de lo común a 
través de su incansable trabajo vivo de transvaloración y secesión 
cooperativa. La lectura de La Realidad, de Seattle, Praga, Quebec, 
Génova, no nos dará otros resultados de análisis. De este modo, las 
multitudes habrán de enfrentarse a los tanques en Beijing, al ejército 
en Chiapas, a la policía federal y militar en Argentina, a las fuerzas 
de Rajoy en Barcelona, intentando a toda costa, con modalidades y 
riesgos difícilmente comparables o extrapolables, desbaratar un mismo y 
modulado estado de excepción permanente. Las socialdemocracias o los 
fantoches soberanistas de todo pelaje no son, a fin de cuentas, sino 
anécdotas en comparación con este desafío al que no alcanzamos a dar 
respuesta definitiva.


Desobedecer, desertar, crear, constituir... en Europa

La construcción de un contraimperio de las multitudes debe marcar 
nuestro nuevo calendario. Sólo éste estará en condiciones de desbaratar 
el estado de guerra global permanente, suficientemente ilustrado por las 
nuevas legislaciones en materia de seguridad, de control de las 
telecomunicaciones, de condiciones y límites de las manifestaciones 
públicas, de circulación de las personas. El presupuesto militar 
estadounidense es una declaración de guerra irreversible a las 
multitudes presentes y por venir, un rien ne va plus a lo imprevisible, 
lo impensable, en palabras de Donald Rumsfeld. Confiar en cualesquiera 
Joschka Fischer como contrapeso europeo de la dinámica de guerra 
constituyente decretada desde Washington no sería, ante todo, más que un 
acto de indignidad intelectual. Pero precisamente una zafia tradición 
antiestadounidense nos ocultaría a su vez que Nueva York es la ciudad de 
las multitudes, que en las metrópolis de la costa oeste estadounidense 
millones de personas sin nombre ni ciudadanía carcomen los fundamentos 
del terror estatal con sus movimientos, sus clandestinidades y sus 
empresas de libertad entre las redes de la explotación y el racismo 
capitalistas, que la frontera de la libertad no ha terminado en Estados 
Unidos y que ésta no ha de limitarse a sus confines nacionales. 
Busquemos en ellas a los sepultureros del Estado-guerra de Bush y 
consortes. Afinemos los sentidos para ver los signos de vida y rebelión 
que ningún cretino soberanista europeo será jamás capaz de ver, defecto 
que le amalgama con todos los belenes del «antiimperialismo» y el 
«tercermundismo» domésticos, que no parecen conocer las periferias del 
Ejido, de Lorca, de las banlieues metropolitanas francesas, de Los 
Angeles o del barrio de Lavapiés en Madrid -otro tanto ignoran de 
ciudades como Rio, São Paulo, Buenos Aires o El Cairo . Las multitudes 
han destruido la vieja noción de «tercer mundo», exodando y obligando al 
Imperio a romper la vieja relación centro/periferia y Norte/Sur, 
reproduciéndola en cualquier lugar.

No obstante, necesitamos armas. ¿Con cuáles cuenta el movimiento global 
en Europa? Son pocas, manejables y potentes: la mitopoiesis, el cuerpo, 
la fuerza-invención de los saberes múltiples y de sus prótesis 
maquínicas, la capacidad de comunicar libertad e inteligencia. Atrévase, 
Mr. Rajoy, a desarticular estas armas y estas bandas, ponga fuera de la 
ley estas máquinas de guerra. Nos matará de risa.

Empecemos a orientarnos. Hagamos un inventario de aquello con lo que 
contamos en lo relativo a los procedimientos y los gestos como elementos 
que expresan la decisión política; de los métodos de construcción, de 
los ámbitos del hacer político y de las temáticas a las que podemos 
continuar dando forma y expresión.

  ¿Procedimientos y gestos? Ante la conversión en máquina constituyente 
de los ordenamientos sociales a través de la guerra por parte del 
Imperio, inspirémonos en la riqueza que expresan los nombres comunes de 
desobediencia al mando, de deserción de las instituciones ilegítimas, de 
fuga, éxodo y construcción colectivas, por así decirlo, «on the run», de 
una nueva esfera pública no estatal global contra el Imperio.

Entre los métodos del hacer política que tenemos a nuestro alcance, 
podremos apurar las virtudes que pone a nuestra disposición la 
investigación de los nexos que unen las distintas expresiones de 
creatividad e invención en las luchas, sus estilos, sus bosquejos de 
mitopoiesis, con la «composición» de las singularidades cooperantes que 
las hacen, con sus dimensiones de trabajo vivo social, reanudando el 
mapa que describe los puntos de ruptura entre la explotación capitalista 
global de los saberes y los cuerpos y sus expresiones de libertad, sus 
excedencias (en el saber, en el afecto, en la imaginación, en la 
existencia) que se tornan en acontecimientos de ruptura y secesión de 
las múltiples constelaciones cooperativas. Para ello es preciso que el 
movimiento de movimientos detalle y reflexione su inserción y extensión 
en las redes de la cooperación social productiva (esto es, a fin de 
cuentas, en los tejidos sociales genéricamente sometidos a la regla de 
la explotación); esta inserción subversiva debe ser capaz de conectar 
con todos aquellos procesos en los que los lenguajes, las imágenes y los 
afectos se fabrican y hacen lo real; para ello son útiles difícilmente 
renunciables todo tipo de prácticas de encuesta y de coinvestigación 
metropolitana en pos de las líneas de complicidad y de construcción 
singular de lo común en nuestras metrópolis, en nuestras world cities.

Estos son los ámbitos: la red de redes metropolitanas, el ciberespacio 
en permanente construcción y tensión entre su plena subsunción 
capitalista, banal, comercial y policial y sus dimensiones de 
cooperación liberada, de producción de normas de la liberación, de 
nuevos estatutos del saber y el lenguaje genéticamente hostiles a la 
equivalencia de la norma del capital; las cuencas regionales y 
transnacionales que inmigrantes, hackers de la producción de software, 
precari en s del trabajo lingüístico y afectivo trazan en múltiples ejes 
que exceden el continente y la forma política europea. En esa 
frontera/confín abierta o siempre expansiva de  una Europa trazada, 
agujereada y plegada por la movilidad espacio-temporal no controlada del 
trabajo vivo de l en s mestiz en s que la habitan.

¿Cuáles son las temáticas adecuadas a este encaminarse? No son sino 
aquellas ligadas a los vectores genéricos de construcción de lo común en 
y por las luchas de destrucción de la balcanización de las 
concatenaciones de la cooperación del trabajo vivo: la libertad de 
circulación e instalación (No Borders); la renta de ciudadanía 
universal, individual e incondicional; la no patentabilidad de la vida y 
del software, el rechazo de la privatización de los saberes comunes; la 
reapropiación de los nexos administrativos y la construcción de 
instancias democráticas metropolitanas no representativas, en un 
paradójico y siempre inacabado autogobierno de las multitudes.

En una situación de peligro, donde crece lo que salva. Hasta pronto.

Notas:
   1Sami Naïr, Después de Porto Alegre, El País, 12 de febrero de 2002.
   2Sirvan de ejemplo las numerosas tribunas dedicadas al tema por el 
citado diario El País, que han contado con las intervenciones, entre 
otros, del citado Sami Naïr, Joaquín Estefanía, Daniel Cohn-Bendit, Jose 
  María Mendiluce, Tarso Genro, Sergio Ramírez.
   3Porto Alegre: el trabajo de las multitudes, texto redactado tras la 
celebración del Foro Mundial por Franco Barchiesi, Franco Berardi Bifo, 
Gianfranco Bettin, Giuseppe Caccia, Luca Casarini, Giuseppe Cocco, 
Michael Hardt, Maurizio Lazzarato, Yann Moulier Boutang, Peter Pal 
Pelbart, Suely Rolnik, Tatiana Roque, Denise Sant'Anna y Gerardo Silva. 
Disponible en www.sindominio.net
   4Tarso Genro, Hacia una nueva democracia, El País, 1 de febrero de 2002.
   5Porto Alegre: el trabajo de las multitudes, art. cit.






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