[unomada-info] Una trampa para los manifestantes, por Michael Hardt
raul en sindominio.net
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Sab Feb 22 00:36:00 CET 2003
raul en sindominio.net te ha enviado el siguiente
artículo desde la ACP/IMC Madrid
(http://acp.sindominio.net).
Mensaje de raul:
na contribución de Michael Hardt, publicada hoy
viernes 21 de febrero en el diario The Guardian.
Traducción del inglés de Universidad Nómada.
http://acp.sindominio.net/article.pl?sid=03/02/21/2328228&mode=thread
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Friday 21 February a las 11:28PM
Una trampa para los manifestantes, por Michael Hardt
By Lenz
Hay un nuevo antieuropeísmo en Washington. Por
supuesto, Estados Unidos cuenta con una larga
tradición de conflicto ideológico con Europa. Por
regla general, el viejo antieuropeísmo protestaba
contra el poder exorbitante de los Estados
europeos, contra su arrogancia y sus afanes
imperialistas. Sin embargo, hoy la relación se ha
invertido. El nuevo antieuropeísmo se basa en la
posición de poder de Estados Unidos y protesta en
cambio contra los Estados europeos que no terminan
de rendirse a su poder ni respaldan sus proyectos.
El asunto más inmediato para Washington es la falta
de apoyo europeo a los planes estadounidenses de
guerra contra Irak. Mientras tanto, en las últimas
semanas la principal estrategia de Washington
consiste en un «divide y vencerás». Por un lado, el
Secretario de la Defensa Rumsfeld, con su cínica
condescendencia habitual, llama a las naciones que
ponen en tela de juicio el proyecto estadounidense,
ante todo Francia y Alemania, «la vieja Europa»,
descartándolas como carentes de importancia. La
reciente publicación de una carta de apoyo a la
iniciativa estadounidense en The Wall Street
Journal, por otra parte, firmada por Blair,
Berlusconi y Aznar, conforma el otro lado del
cisma.
En un marco más amplio, todo el proyecto del
unilateralismo estadounidense, que va más allá de
la próxima guerra contra Irak, es de suyo
necesariamente antieuropea. Los unilateralistas de
Washington se sienten amenazados por la idea de que
Europa, o cualquier otra agrupación de Estados,
podría competir con su poder en términos iguales.
(Por supuesto, el valor en alza del euro con
respecto al dólar contribuye a la percepción de dos
bloques de poder potencialmente iguales y en
conflicto). Bush, Rumsfeld y su ralea no aceptarán
la posibilidad de un mundo bipolar. Enterraron esa
idea con la guerra fría. Toda amenaza al orden
unipolar debe ser descartada o destruida. El nuevo
antieuropeísmo de Washington es en realidad una
expresión de su proyecto unilateral.
En cierta correspondencia con el nuevo
antieuropeísmo estadounidense, asistimos hoy en
Europa y en todo el mundo a un creciente
antiamericanismo. En particular, las
manifestaciones coordinadas contra la guerra del
último fin de semana estuvieron animadas por varios
tipos de antiamericanismo –lo que es inevitable. El
gobierno estadounidense se ha esforzado en no dejar
ninguna sombra de duda de que él es el responsable
de esta guerra, de ahí que la protesta contra la
guerra deba, inevitablemente, ser también una
protesta contra Estados Unidos. Sin embargo, este
antiamericanismo, por más que pueda ser legítimo,
es una trampa. El problema no sólo consiste en que
tiende a crearse una visión demasiado unificada y
homogénea de Estados Unidos, ocultando los amplios
márgenes de oposición en la nación, sino también
que, reflejando el nuevo antieuropeísmo
estadounidense, tiende a reforzar la noción de que
nuestras alternativas políticas están en manos de
las principales naciones y de los bloques de poder.
Contribuye a crear la impresión, por ejemplo, de
que los dirigentes europeos representan nuestra
principal opción política –la alternativa moral y
multilateralista a los belicosos y unilateralistas
estadounidenses. Este antiamericanismo de los
movimientos antiguerra tiende a cancelar los
horizontes de nuestra imaginación política,
limitándonos a una visión bipolar (o, peor aún,
nacionalista) del mundo.
Los movimientos de protesta contra la globalización
fueron enormemente superiores a los movimientos
antiguerra a este respecto. No sólo reconocieron la
naturaleza compleja y brutal de las fuerzas que
dominan la globalización capitalista en nuestros
días –los Estados-nación dominantes, por supuesto,
pero también el FMI, el OMC, las principales
corporaciones, etc.– sino que también imaginaron
una alternativa, la globalización democrática,
hecha de intercambios plurales a través de las
fronteras nacionales y regionales basados en la
igualdad y la libertad. Dicho de otra manera, uno
de los grandes logros de los movimientos de
protesta contra la globalización, ha consistido en
poner fin a un pensamiento de la política como puja
entre naciones o bloques de naciones. El
internacionalismo ha sido reinventado como una
política de conexiones en una red global junto con
la visión de futuros posibles. En este contexto, el
antieuropeísmo y el antiamericanismo resultan
absurdos.
Desgraciada pero inevitablemente, muchas de las
energías invertidas en las protestas contra la
globalización se han reorientado ahora, al menos
provisionalmente, contra la guerra. Tenemos que
oponernos a esta guerra, pero al mismo tiempo
debemos tener la vista puesta más allá de ésta,
evitando vernos capturados en la trampa de su
lógica política estrecha. A la par que nos oponemos
a la guerra, debemos conservar la visión política
expansiva, abriendo los horizontes que los
movimientos de protesta contra la globalización han
conquistado. Podemos dejar a Bush, Chirac, Blair y
Schröder el manido juego del antieuropeísmo y el
antiamericanismo.
Michael Hardt es profesor de literatura en la Duke
University, North Carolina.
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