[unomada-info] La posguerra de los movimientos, por Toni Negri

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Lun Jul 21 06:51:00 CEST 2003


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Toni Negri analiza en este artículo las condiciones
de que ha de afrontar el movimiento global y/o
contra la guerra en el periodo de "posguerra".
Artículo publicado en el número 3 (junio de 2003)
de la revista Global Magazine.

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Monday 21 July a las 04:38AM


La posguerra de los movimientos, por Toni Negri

By Lenz


Si hay algo que la expansión del movimiento contra
el liberalismo y su transformación en movimiento
por la paz han puesto inequívocamente de
manifiesto, se trata del fin de toda ambigüedad de
tipo juvenil: el movimiento se ha hecho adulto. La
lucha por la paz ha integrado los objetivos contra
el liberalismo, ha permitido el reconocimiento de
la guerra como un dispositivo feroz de legitimación
del poder capitalista. De esta suerte, el
movimiento se ha visto obligado a definirse como
resistente siguiendo la vía del éxodo, mostrando su
capacidad de oponerse a la guerra en el preciso
momento en el que se propone la constitución de una
sociedad anticapitalista.

Cuando la guerra se convierte en la razón de la
soberanía capitalista e imperial, la resistencia es
necesaria: la paz, y no la violencia, es la forma
de la resistencia, la lucha anticapitalista es su
contenido. Es preciso ser claros y explicar que no
hay posibilidad de continuar en el éxodo ni de
construir nuevas instituciones en el proceso de
liberación del capitalismo si no se asume la
resistencia (y la capacidad de expresarla) como un
tránsito fundamental. La posguerra de los
movimientos llega con esta decisión a su madurez. A
la par que las multitudes que se han unificado en
la lucha por la paz están compuestas de muchas
singularidades, sabiendo que las articulaciones y
las recomposiciones de estas diferencias se basan
en el respeto recíproco y en las decisiones
comunes, se plantea igualmente el problema de la
resistencia como algo fundamental.

Con la guerra, el golpe de Estado de G. W. Bush se
ha esclarecido en todas sus dimensiones y ha
expresado los elementos de un proyecto hegemónico
del capitalismo mundial organizado por la dirección
estadounidense. En el terreno monetario y
financiero, a través del golpe de Estado asistimos
a la confirmación de que "un dólar es un dólar", de
que éste es y sigue siendo una moneda de reserva
mundial y de que esta condición no puede ser puesta
en tela de juicio. En el terreno de las
instituciones jurídicas internacionales (y de sus
correspondientes garantías), se proclama que ni los
ciudadanos ni el gobierno estadounidenses pueden
ser procesados internacionalmente, mientras que,
por el contrario, todos los demás ciudadanos y
gobiernos pueden ser procesados por el gobierno
estadounidense. En el terreno del desarme (y en lo
que atañe, en particular, a las armas de
destrucción masiva), se dice que Estados Unidos
puede desarmar a cualquiera, pero que nadie puede
plantear el problema de su desarme. En el terreno
de las instituciones internacionales para la
promoción y el control de la paz, G. W. Bush
sostiene que estas instituciones deben servir a la
política estadounidense, pero que los
estadounidenses no están sometidos a ellas. Por
último, la información: Estados Unidos informa al
mundo, interviene en los ritmos biopolíticos y
culturales de su reproducción, prefigura lenguajes
--sin embargo, todo esto no es recíproco. El golpe
de Estado de G. W. Bush confirma y refuerza todos
estos principios. Él ha planteado la guerra, así
como la capacidad militar de sostenerla y ganarla,
como base de legitimación de una nueva soberanía
imperial.

Sin embargo, la guerra no ha terminado. Bush se
hace ilusiones cuando lo declara desde el puente
del portaaviones Lincoln. No ha terminado porque la
llegada a Bagdad no pone fin a la guerra, porque
una política que se apoya tan sólo en la fuerza
militar no puede resolver ningún problema, porque
el universalismo democrático (cuya exportación se
pretende hacer a través de la guerra) es algo que
no se puede imponer unilateralmente. El golpe de
Estado de Bush se ha llevado a cabo contra la nueva
figura que ha cobrado la soberanía en el mundo
global: una soberanía biopolítica que coloca a
quien manda y a quien obedece, al empresario y al
trabajador, dentro de una relación complementaria
aunque no en un plano de reciprocidad: esta
sociedad es demasiado compleja para que alguien
pueda pretender dominarla por sí solo, Ni mucho
menos desde un punto de vista exclusivamente
militar. La posguerra consiste precisamente en
esto: consiste en el hecho de que la guerra
continúa a través de la posguerra. La guerra de los
ejércitos ha terminado y, sin embargo, la guerra
continúa en forma de acción de policía, de baja
intensidad frente a alta intensidad, de
administradores y Karzais en vez de generales y
Sharons: la intensidad biopolítica no cambia,
mientras que la acción policial afecta no obstante
a todos los aspectos de la vida. Sin embargo, en
ésta, en la vida, se presenta la resistencia y los
movimientos resurgen, en primer lugar contra la
explotación, luego contra la guerra y más tarde, de
nuevo, contra las feroces medidas liberales de
organización del mundo, las operaciones de
nation-building y, por último, contra la próxima
guerra.

Los vencedores en el campo de batalla tienen ahora
el pequeño problema del pago de los costes de la
guerra: se trata de una guerra que ha costado a
Estados Unidos mucho más de lo que el petróleo
iraquí podrá restituir en los próximos años. ¿Quién
pagará la diferencia? Cuando no salen las cuentas,
cuando queda claro que la llamada "guerra por el
petróleo" ha sido una guerra por el control
estratégico de los recursos mundiales (y que esta
guerra no ha concedido), entonces, como se suele
hacer en los Imperios, tendrán que pagarla los
vasallos. En este terreno vuelve a abrirse la lucha
y las consecuencias de la posguerra se revelan más
contradictorias aún. ¿Hasta cuándo podrá ser
mantenido el dólar como moneda de reserva en el
ámbito global? ¿Hasta cuándo las políticas
unilaterales de apoyo a la moneda estadounidense, a
pesar de la enorme deuda de Estados Unidos con el
resto del mundo, se harán sin suscitar oposición?
Ahora bien, también en este terreno un movimiento
maduro debe comenzar a desarrollar su propia
respuesta. Los golpistas de Washington lo saben. De
ahí que estén organizando, además de guerras
preventivas contra los "rogue States", guerras
monetarias y económicas "preventivas" contra
aquellas economías que pueden oponerse a la
hegemonía estadounidense. El "Washington consensus",
responsable de los desastres de la pasada década,
de Indonesia a Argentina, pretende presentarse
ahora como un dispositivo dinámico, encaminado ya
no sólo a la defensa del orden liberal del comercio
y de la redistribución de la riqueza, sino
orientado a la determinación de posibilidades de
guerra. Así, pues, cabe esperar "ataques
preventivos" contra todos aquellos que rechacen el
pago de los costes bélicos estadounidenses. La
situación está agravándose (antes las pretensiones
de Washington) hasta tal punto que los mismos
organismos internacionales que hasta hace muy poco
erán súcubos de la voluntad estadounidense empiezan
a preocuparse. El hecho es que organismos como el
FMI o el Banco Mundial ya ni siquiera consiguen dar
cobertura a sus operaciones bajo el manto de
coherencia de las políticas liberales: están
obligados a intervenir en favor del Estado x o y
sencillamente para apoyar la aleatoria voluntad de
guerra del Emperador, o para encubrir su debilidad
política en determinados sectores del tablero
mundial. Esperábamos la vuelta del "Big Government"
en el ámbito de los Estados nacionales: lo estamos
experimentando en el ámbito global, como máquina de
la soberanía imperial.

Sin embargo, se trata de una soberanía usurpada.
Estados Unidos no tiene dinero para pagarse esta
guerra, y mucho menos para pagarse todas las
guerras que tendrán que emprender para afirmar el
orden neoliberal. Está quedándose solo y aun así
continúa imponiendo la crisis hasta a sus aliados
más estrechos. A las aristocracias multinacionales
cada vez les cuesta más adherirse al unilateralismo
del orden imperial. Empieza a haber defecciones. En
realidad, cuando hablamos de posguerra de los
movimientos, empezamos a hablar de los movimientos
en la guerra venidera. La resistencia desarrollada
hasta el momento ha sido una resistencia contra el
"acontecimiento-guerra": ahora se trata de
comprender cómo los movimientos pueden seguir
manteniendo su consistencia y su capacidad de
acción en la guerra que continúa, en la "guerra
infinita". El movimiento está desorientado pero no
ha retrocedido: las banderas de la paz siguen
ondeando en todos los balcones.

No obstante, el problema ya no consiste en
limitarse a decir "no a la guerra": consiste en
articular cada comportamiento y cada reivindicación
del movimiento a una batalla contra la guerra, aun
cuando ésta se presenta como legitimación cotidiana
y ubicua de la política imperial.

No se deben pagar los impuestos para la guerra, no
se debe colaborar en los proyectos de la guerra
infinita, se debe protestar contra los
representantes serviles del poder imperial que
gobiernan en municipios y provincias, en regiones y
Estados, en definitiva, en todas las divisiones
administrativas. ¡Como el primer ministro polaco,
crecido en el "socialismo real", que va a dirigir
el régimen militar de una región iraquí!

Así, pues, hay que trasladar la resistencia al
terreno biopolítico, hay que organizarla en todos
los aspectos de la vida cotidiana. Hemos dicho que
los movimientos se han hecho adultos en la campaña
contra la guerra: ser adultos significa moverse en
el ámbito que impone la dimensión global de la
política.

Traducción del italiano de Lenz




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