[unomada-info] Michael Hardt y Toni Negri en Madrid. Fechas y lugar definitivos

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Mar Feb 1 22:11:46 CET 2005


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    Michael Hardt y Toni Negri en Madrid. Fechas y lugar definitivos


          Por Lenz


La próxima semana contaremos en Madrid con la presencia de Hardt y 
Negri, autores de Multitud 
<http://www.nodo50.org/mrg-torrent/spip/article.php3?id_article=280>. 
Éstas son las convocatorias públicas de su visita. La cuestión de Europa 
y los movimientos será uno de los temas que se abordará en el seminario 
que se celebrará el jueves.


Éstas son las fechas y lugares definitivos:

Jueves, 10 de febrero: Seminario con Antonio Negri sobre "Europa y el 
Imperio".
Hora: 17:30.
Lugar: Escuela de Relaciones Laborales, c/ San Bernardo, 49, Metro: 
Noviciado y Plaza de España.
Organiza: Universidad Nómada <http://www.sindominio.net/unomada>.

Viernes, 11 de febrero: Presentación de Multitud. Guerra y democracia en 
la era del Imperio, de Michael Hardt y Antonio Negri. Con la presencia 
de ambos autores.
Hora: 19:00.
Lugar: Centro Cultural de Círculo de Lectores, c/ O'Donnell, 10, Metro: 
Príncipe de Vergara, O'Donnell.
Organiza: Editorial Debate.

El seminario sobre "Europa y el Imperio" coincide con la publicación, 
dentro de la colección "Cuestiones de antagonismo", que publica la 
editorial Akal, de la obra del mismo título, que recoge los escritos 
sobre la cuestión europea de Antonio Negri. En otro mensaje publicábamos 
el prólogo de esta obra. Publicamos aquí uno de los artículo y ensayos 
que componen el libro: "El continente de la democracia absoluta".

El continente de la democracia absoluta (2003)

No hacía falta ser profetas para saber que la ampliación de la Unión 
Europea, tal y como había sido querida por los líderes más conservadores 
de las naciones del continente y ásperamente solicitada por los 
estadounidenses, habría resultado un fiasco. Las fuerzas europeas más 
reaccionarias también habían solicitado la inmediata apertura a Turquía, 
mientras que su socio estadounidense había anticipado la nueva figura de 
Europa con la reestructuración de la OTAN. Europa no puede nacer sino de 
la confirmación de su alianza estratégica con Estados Unidos: éste es el 
estribillo de toda discusión institucional europea o, para ser más 
exactos, lo ha sido hasta hoy. Sólo que la consonancia de amorosos 
propósitos que expresaba el estribillo sólo era válido del lado europeo: 
en lo que atañe a los USA, al menos desde principios de la década de 
1970, a cada aumento de la unidad europea le ha correspondido una 
reacción estadounidense, de resultas de la cual el abrazo entre las dos 
orillas del Atlántico se revelaba cada vez más asfixiante. La 
utilización política de Oriente Medio y el control del petróleo por 
parte estadounidense ha sido desde siempre el dispositivo que 
disciplinaba los tiempos y las formas de la unificación europea: desde 
la década de 1970 se ha tornado en un instrumento de chantaje directo.

Todos sabían que la ampliación de la Unión Europea sólo podía resultar 
un fiasco. Los países del este europeo, ex satélites soviéticos, son 
países que conocen una difícil evolución hacia un modelo democrático de 
sociedad y, sobre todo, son en la fase actual pequeños y débiles navíos 
que se han aventurado en el gran mar del neoliberalismo. Sus clases 
dirigentes son, en su mayor parte, los últimos episodios de la 
nomenclatura socialista, hibridados con hombres de negocios y mafias de 
la restauración de los regímenes de propiedad privada, más o menos 
monopolistas. Correspondía a la gran prensa mundial, subordinada a los 
proyectos políticos de debilitamiento de la Unión Europea, la tarea de 
ocultar de forma perfecta el necesario fiasco de la ampliación.

Ahora bien, resultaría inadecuado insistir tan sólo en el fiasco de la 
ampliación y no darse cuenta de las debilidades internas de las 
dinámicas europeas en sentido estricto, de las pulsiones contradictorias 
de la actividad constituyente de la «Vieja Europa». Una crisis política 
extraña y sin embargo siempre abierta: extraña porque iba acompañada de 
sustanciales pasos hacia adelante en la construcción de la Unión, hasta 
llegar al gran éxito que ha sido la constitución del Banco Central 
Europeo y la emisión del euro; pero continua, porque cada momento de la 
construcción europea se veía expuesto, cada vez más, al enfrentamiento 
en las relaciones de fuerza internacionales y, por lo tanto, 
desequilibrado no tanto respecto a los eventuales adversarios (primero 
fue el mundo socialista, luego la gran competencia asiática) como de los 
aliados o, para ser más exactos, del principal aliado, los Estados 
Unidos de América.

Estados Unidos siente a la Unión Europea como a un igual: no tanto desde 
el punto de vista militar, como es obvio, como desde un punto de vista 
económico y cultural. Sin embargo, hoy el punto de vista militar es 
mucho menos importante de cuanto pudo serlo un tiempo: ¿cómo cabría 
imaginar un enfrentamiento militar, una confrontación nuclear entre los 
dos lados del Atlántico? Lo que resulta fundamental es, por el 
contrario, la confrontación económica y cultural: las sinergias de la 
Unión Europea y las nuevas fuerzas productivas que son capaces de poner 
en juego, unidas a la fuerza monetaria, podrían efectivamente constituir 
una alternativa al poder global de los USA: una alternativa política y 
económica, tan política y económica como el modelo de desarrollo que los 
europeos han sabido mantener o, para ser más exactos, que las clases 
trabajadoras de Europa han sabido defender. Ahora bien, esta 
confrontación continua con el desarrollo estadounidense, este 
enfrentamiento entre el modelo liberal y la resistencia de las clases 
trabajadoras europeas, ha intervenido siempre sobre las articulaciones 
materiales del hacerse de la Unión. Las derechas nacionales, desde 
siempre indefectibles amigas del gobierno estadounidense, ahora ya no 
son capaces de ocultar el interés económico tras la pantalla de la 
defensa de la libertad. Los países en los que las burguesías son más 
egoístas ante los movimientos de clase (Italia, España, etc.) y 
parasitarias en la concepción del desarrollo (Italia, España, etc.), son 
también los países en los que el asalto a la singularidad del modelo 
europeo de desarrollo es más fuerte.

En efecto, la unidad europea prevé un modelo de desarrollo. La 
convención constitucional europea no podrá ahorrarse el trance de 
afrontar, materialmente, este problema. Ahora bien, sabemos que Europa 
sólo puede formarse como Unión derrotando los impulsos extremistas del 
liberalismo estadounidense. Es una suerte que la crisis iraquí haya 
puesto a los dos países más fuertes de la Europa continental, Francia y 
Alemania, ante el problema de asociar el impulso hacia la unidad europea 
con la defensa de la singularidad de lo social europeo. Europa sólo 
podrá ser construida sobre esta base y a partir del impulso que Alemania 
y Francia están haciendo valer para colocar, en el orden global, un 
modelo antiliberal de desarrollo económico y una cultura antiliberal de 
crecimiento de las potencias productivas. En los países donde las 
burguesías son más egoístas y la resistencia menos fuerte (España, 
Italia, etc.), se trata de derribar a los gobiernos que están al lado 
del capitalismo estadounidense. Esta batalla ha de conducirse con 
coherencia, ampliando las alianzas en la medida de lo posible y 
afirmando la centralidad de este proceso respecto a cualquier otra vía 
de constitución europea.

Sin embargo, ¿qué significará la constitución de la Unión Europea en el 
interior de la economía-mundo y de las formas globales de soberanía que 
están constituyéndose? ¿Aspira acaso Europa a un papel de superpotencia 
dentro del desarrollo global de la economía y de la política-mundo? Es 
evidente que nuestra respuesta sólo puede ser negativa. Las fuerzas 
europeas más vivas, las multitudes productivas de Europa quieren 
proponer únicamente un modelo económico y político de democracia 
creciente en el ámbito mundial. El unilateralismo estadounidense ha de 
ser derrotado en cuanto tal, en tanto que maloliente y peligrosa 
reproducción del imperialismo del Ancien Régime, en tanto que golpe de 
fuerza de una clase dirigente corrupta y, ésta sí, verdaderamente 
envejecida. El unilateralismo estadounidense de la administración Bush 
está íntimamente ligado a los intereses de la más vieja economía, a las 
fuerzas de la industria siderúrgica y petrolífera, de los constructores 
de tanques y de armas pesadas... ¡Qué extraña ironía es ésta, en la que 
la joven América se presenta mucho más envejecida que la Old Europe! 
Frente al mismo, la presión del interés por la unión europea se 
desarrolla sobre la base de la nueva fuerza productiva que la 
socialización y la informatización de la producción permiten a las 
multitudes europeas. La lucha de clases continúa atravesando, en Europa, 
el conjunto de las relaciones de fuerzas y construyendo esperanza de 
liberación.

La Unión Europea, aunque fuera a dos (Francia y Alemania), deberá 
proponer esta cuña política y productiva contra el imperialismo 
unilateral de los USA. Así, pues, no se trata de contraponerse a 
América, sino de desarrollar una consigna de esperanza y de emancipación 
política, de declarar el multilateralismo imperial definitivamente 
superior al unilateralismo imperialista, de construir un proyecto de 
solidaridad mundial contra el egoísmo de gran potencia que los USA han 
heredado de los siglos diecinueve y veinte europeos.

Este esfuerzo no nos encuentra solos. En la situación actual observamos 
la conversión estratégica de diferentes fuerzas en diferentes zonas del 
mundo hacia un objetivo análogo: la afirmación del multilateralismo. En 
América Latina, en particular, la recomposición unitaria de las fuerzas 
de izquierda en el terreno continental parece lanzar un desafío, 
igualmente fuerte si no igualmente eficaz que el que propone la Unión 
Europea contra la voluntad estadounidense de uniformar las políticas 
económicas y el gobierno de la fuerza de trabajo bajo el dominio del 
dólar. De esta suerte, parece proponerse una segunda cuña dentro del 
desarrollo imperial, contra la unilateralidad imperialista de la clique 
de Bush y en la perspectiva de una constitución multilateral del 
gobierno global.

Una última observación. Podría reprochársenos que olvidamos, también 
nosotros, la lucha de clases, que nos representamos el desarrollo como 
la resultante de la confrontación entre las fuerzas políticas. En 
efecto, en todo lo que hemos dicho hasta ahora esta crítica puede cobrar 
cierta verosimilitud. Pero no es así en realidad... Lo cierto es, en 
realidad, que el golpe de Estado de George W. Bush nos impone este 
terreno de análisis, como le tocara asumirlo a Marx ante el 18 Brumario 
de Luis Bonaparte. Sin embargo, la adopción de este terreno de análisis, 
que es también un terreno de realidad, sirve tan sólo para insistir en 
el hecho de que nuestra lucha contra el imperialismo y la guerra es 
radical. Destacar la importancia de que algunas aristocracias globales 
(la alemana y la francesa, por ejemplo, pero también probablemente la 
rusa y la china) se alíen hoy con quienes luchan por la democracia, 
representa sólo una condición táctica positiva. En cuanto la clique de 
Bush haya sido devuelta a la razón, se reabrirá sin ninguna ilusión, en 
la lucha de las multitudes, el proyecto de una democracia absoluta: 
porque sólo la democracia de las multitudes puede construir establemente 
la paz y expulsar a la guerra de la historia.
------------ próxima parte ------------
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