[unomada-info] MADRID Y LA ENCUESTA. UN LABORATORIO ABIERTO

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MADRID Y LA ENCUESTA. UN LABORATORIO ABIERTO
Emmanuel Rodr�guez L�pez
Ra�l S�nchez Cedillo



"Madrid goes global"



�Qu� Madrid, entre tantas, dominadas por las derrotas hist�ricas, las leyendas pertinaces, las
mistificaciones que acompa�an a su conversi�n en metr�polis? Esa podr�a ser la pregunta con la que
empezara casi todo lo que se escribiese sobre esta ciudad de cuyos perfiles, tan maleables, tan
poco parece conocerse. Y ciertamente, hay datos suficientes como para que la pregunta sea
capciosamente redundante, como si la propia fuerza y evidencia de lo que sucede se impusiese a
cualquier observador de tendencias urbanas.



Intentando, pues, reconocer esa obviedad y sin complicar mucho la investigaci�n podemos reunir
algunos datos sorprendentes: Madrid (el conjunto de la Comunidad Aut�noma) ha pasado de 5,2
millones de habitantes a 6 en tan s�lo 5 a�os (los que median entre 2000 y 2005), tiene m�s de
800.000 extranjeros empadronados cuando en el a�o 2000 no alcanzaban los 150.000, crece entre 2 y
5 d�cimas por encima de la media del resto del pa�s adem�s de tener los salarios brutos m�s
elevados de toda la pen�nsula; y es por si fuera poca la ciudad de mayor dinamismo econ�mico de
entre las grandes ciudades europeas de la �ltima d�cada.



Por supuesto, lo que nos interesa es ese Madrid que crece de forma vertiginosa y que ampl�a
constantemente su �rea de absorci�n e influencia, y que lo hace una ciudad, adem�s de pr�spera y
tendencialemente influyente en contextos regionales e incluso internacionales, un espacio cruel e
incomprensible si no se atiende a las din�micas que aceleran constantemente su velocidad, ya de
por s� cancerosa.



En cualquier caso, antes de aventurar cualquier hip�tesis sobre estas din�micas, en relaci�n a la
conexi�n estrat�gica de Madrid en la econom�a mundo, a la ventajas comparativas de la ciudad en la
ubicaci�n de centros de poder regionales o internacionales, o a cualquier otra hip�tesis de
investigaci�n, por atrevida que sea, debemos quedarnos, para los fines de este art�culo, algunos
hechos de partida. Los enumeramos: la transformaci�n de la estructura del empleo y el acusado
proceso de terciarizaci�n, el constante aumento de las tasas de actividad y ocupaci�n y por �ltimo
la llegada de una nueva oleada migratoria que se ha convertido en el principal factor dinamizador
demogr�fico de la regi�n adem�s de la principal fuente de nueva fuerza de trabajo.



1,2 millones m�s de puestos de trabajo, m�s de 600.000 s�lo en los �ltimos cinco a�os. Un
acelerado proceso de terciarizaci�n de la econom�a con el 75 % del empleo concentrado en los
servicios, que adem�s ha multiplicado por dos su volumen en t�rminos absolutos desde 1990. El
declive imparable de la industria madrile�a de 411.800 trabajadores, entre los que se inclu�an m�s
de 200.000 metal�rgicos (que hab�an sido el basti�n del ciclo de luchas obreras que llega hasta
1979 y que todav�a ocup� la escena p�blica en la d�cada de 1980 en las resistencias a la
reconversi�n), a poco menos de 300.000 en el a�o 2000.[1] Y por �ltimo, la construcci�n, que en
los �ltimos 8 a�os acumula un crecimiento relativo espectacular que le convierte en el segundo
gran sector en empleo de la comunidad, ya por encima de la industria.[2] A todas luces, Madrid y
su hinterland se definen como una metr�polis terciaria en la que el �nico sector con un peso
relativo destacable en relaci�n con otras estructuras econ�micas urbanas es la construcci�n m�s
que la industria.[3]



"�Movilizaci�n laboral de la poblaci�n?"



Considerando los �ndices de actividad y ocupaci�n, se podr�a recurrir a la im�gen de una nueva
movilizaci�n general: la tasa de actividad es incluso mayor que la de los a�os del pleno empleo,
del fordismo franquista, de la �poca de las gran industria anterior a la crisis de las d�cadas de
1970 y 1980, cuando el paro lleg� a alcanzar cifras por encima del 20 %, y los parados en Madrid
se contaban por encima de los 300.000. De nuevo los crecimientos m�s espectaculares se han
producido en los �ltimos diez a�os: la tasa de actividad, esto es de la relaci�n entre aquellos
que trabajan y buscan empleo frente a los que no lo hacen, es de m�s del 62 %, al mismo tiempo la
tasa de paro queda ya por debajo del 10 %.[4] Un proceso paralelo a la creaci�n de nuevo empleo y
a la incorporaci�n paulatina pero constante de la mujeres m�s j�venes al mercado de trabajo
remunerado, de hecho la tasa de actividad femenina ha pasado del 27,96 % en 1976, al 34,18 en 1990
y 52,32 en 2005.



"El crecimiento exponencial de la ciudad y de la inmigraci�n"



El otro gran factor de transformaci�n ha sido la incorporaci�n de poblaci�n de origen extranjero,
que carece de la ciudadan�a espa�ola, y la mayor parte de las veces de la ciudadan�a de cualquier
pa�s de la Comunidad Europea (de hecho s�lo uno de cada 10 extranjeros procede de un pa�s de la
Uni�n Europea). Este crecimiento ha adquirido una forma casi geom�trica en los �ltimos 5 a�os, se
ha convertido el principal dinamo demogr�fico, y tambi�n social, de la metr�polis, y nada apunta
hacia una inmediata recesi�n de esta tendencia. De hecho la Comunidad Aut�noma de Madrid, encarg�
en 2002 al Instituto de Estad�stica de la regi�n un estudio demogr�fico proyectivo, con resultados
que auguraban para 2017 una poblaci�n total de unos 6.700.000 habitantes. Previsiones optimistas
para una metr�polis europea (considerados espacios viejos y relativamente poco din�micos en
t�rminos migratorios), que estimaban en m�s de un 15 % el crecimiento demogr�fico total. Un
crecimiento que vendr�a animado por la inmigraci�n internacional, que sin embargo tender�a a
estabilizarse y a disminuir a partir de 2004 situ�ndo el saldo migratorio a finales de la d�cada
en menos de 40.000 personas. Sin embargo, a 1 de enero de 2005 la previsi�n ya ha sido ampliamente
desbancada[5] la poblaci�n extranjera supone ya m�s del 15 % de la poblaci�n total, y el ritmo de
nuevos ingresos sigue aumentando. Las previsiones pecaron, precisamente, de lo que hace tan s�lo 3
a�os parec�a desmesurado, pecaron de conservadoras. La cifra total de la Comunidad de Madrid para
2020, sin incluir la �reas funcionalmente integradas de Guadalajara, Segovia y Toledo, puede
alcanzar los 8 millones de habitantes, y hay ya quien sugiere la �necesidad� de que entre el 40 y
el 50 % de la poblaci�n activa sea ocupada por la inmigraci�n internacional, ante la �apat�a
demogr�fica de la poblaci�n nativa�.



Evidentemente estas tres tendencias coinciden con las de la propia econom�a espa�ola, beneficiado
sobremanera por las transferencias directas de la Uni�n de los �ltimos 15 a�os y por un
significativo proceso de terciarizaci�n y de crecimiento del empleo, significado en su mayor parte
por la movilizaci�n y una emergente inmigraci�n de r�pido crecimiento. Sin embargo, la
especificidad de Madrid, es que estas tendencias se acusan de forma mucho m�s significativa que en
cualquier otra metr�polis no ya s�lo espa�ola, sino peninsular. La siguiente tabla refleja el
crecimiento econ�mico, de poblaci�n y de renta per capita en todas las �reas metropolitanas con
tama�o mayor a 250.000 habitantes. Dado que estos datos rara vez aparecen desagregados a esos
niveles, se toma como referencia la provincia. Madrid es la provincia que en conjunto presenta
quiz�s los resultados m�s explosivos sigues siendo la ciudad de mayor renta per capita, es la que
m�s ha crecido en t�rminos demogr�ficos, la quinta en t�rminos econ�micos detr�s de las cabeceras
de los archipi�lagos, Murcia y M�laga, y de todas las grandes ciudades es la �nica que mantiene (a
pesar de su fuerte crecimiento demogr�fico) su posici�n relativa en t�rminos de PIB per capita.



Hasta aqu� pareciera que hubieramos descrito los signos externos del r�gimen virtuoso de cualquier
gestor de los sue�os de prosperidad urbana: alto crecimiento de la econom�a y del empleo, fuerte
crecimiento demogr�fico y poderosa atracci�n de fuerza de trabajo migrante, al tiempo que niveles
de paro bajos y elevado incremento de las rentas. Pero �por qu� esta nueva �etapa de prosperidad�?
�Qu� la determina, condiciona o limita?



Con el fin de dibujar algunas respuestas ser�a preciso ordenar las cuestiones en tres grandes
ep�grafes. En primer lugar, ser�a preciso considerar el �Madrid global�, esto es, atendiendo a los
factores de especializaci�n estrat�gica de la ciudad en relaci�n con los flujos financieros y
econ�micos globales como eje determinante de su crecimiento y de los que llamar�amos su �nueva
centralidad�. Y en este sentido tendr�amos que apoyarnos en la ya abundante bibliograf�a sobre el
fen�meno de las �ciudades globales�, �ciudades mundo�, �ciudad informacional�, etc. En un segundo
plano ser�a precisa una explicaci�n algo m�s arriesgada que desde los l�mites de la teor�a
econ�mica se adentrara en el terreno de los efectos positivos que las din�micas sociales y
culturales contenidas en la ciudad tienen en su propia econom�a. Se dibuja as� un nuevo marco de
inteligibilidad de las formas explotaci�n econ�mica de las redes urbanas, que a nuestro juicio
permite una aproximaci�n algo m�s compleja y cr�tica a este fen�meno de �prosperidad�. En un
tercer plano, y como no podr�a ser de otra manera, se tratar�a de cartografiar prospectivamente
las consecuencias de este escenario de crecimiento y explotaci�n, esto es, de dibujar las
�contrageograf�as metropolitanas�, indicando los estrechos l�mites de la sostenibilidad de la
metr�polis global, trabada por la acusada tendencia a la polarizaci�n social entre una nueva �lite
profesional conectada a los sectores centrales (aunque no exenta de contradicciones) y un nuevo
subproletariado de los servicios, pero tambi�n por el crack down ecol�gico y antropol�gico de
estas formas de vida urbana atravesadas por el v�rtigo de los altos consumos, de las nuevas formas
de explotaci�n y por la precariedad de su propia existencia. Este espacio parece dibujar la
fragilidad de las metr�polis, la materia cristalina en la que se despliegan sus contradicciones,
al tiempo que los posibles marcos de conflicto (tanto en t�rminos de emancipaci�n como de
implosi�n social) del Madrid del siglo XXI.


"La metr�polis desconocida y sublime"



Ahora hemos de preguntarnos sobre las relaciones entre este proceso de conversi�n metropolitana de
Madrid y las figuras de la composici�n pol�tica que han escandido los espacios de conflicto y de
recomposici�n antisist�mica en la ciudad en la �ltima d�cada. Figuras plurales, que han podido
acoger, en sus intersecciones, procesos y determinaciones de innovaci�n cultural y de formas de
vida de las nuevas especies del trabajo vivo creativo y cognitivo, como en el caso de las
okupaciones y centros sociales, pero que, a medida que la centralidad metropolitana de la ciudad
se traduc�a en un crecimiento exponencial de la producci�n de espacio como externalidades
capitalistas, devastadoras de localizaciones de la memoria, de los rasgos de paisaje que las
soportaban y permit�an que se conectaran con flujos y acontecimientos reales de la historia local
y actual, la acci�n pol�tica en la metr�polis madrile�a, que por su sola magnitud, por su
centralidad pol�tica y su simbolicidad asociada, concentra, junto con Barcelona, Valencia, Bilbao,
etc., el grueso de las iniciativas, conflictos, encuentros de distinta magnitud, ha venido
operando tendencial y parad�jicamente al margen, fuera del framework cognitivo, diagram�tico, que
esta transformaci�n continua impone necesariamente a la misma.



Una vez desestructuradas las comunidades obreras perif�ricas de la migraci�n interna, que durante
la d�cada de 1970 se reapropiaban de una ciudad que a�n no exist�a, tal un monstruo inorg�nico,
carente de sistemas de vivienda, de infraestructuras b�sicas, de sistemas de transporte, de
equipamientos educativos y sanitarios, etc, y que construyeron una verdadera potencia aut�noma de
reapropiaci�n y construcci�n antagonista de la ciudad, en la d�cada de 1990 la explosi�n del
movimiento de las okupaciones se enfrent� de lleno con las concatenaciones financieras,
institucionales, enunciativas de este proceso. Junto con las redes del activismo ecol�gico, y en
los �ltimos a�os las cooperativas urbanas de autoproducci�n y distribuci�n agr�cola, a decir
verdad han sido los solos sujetos pol�ticos que han puesto en primer plano la transformaci�n
urbana como dato masivo de poder de mando, de aprisionamiento de los deseos y los cuerpos, de
destrucci�n de memoria, paisaje y territorio, en definitiva como expresi�n �naturalizada� de una
forma de vida, completamente subsumida en la movilizaci�n total de la vida (por la �propia� vida),
en los �agencements� de espacio y tiempo completamente funcionales a la movilidad de las
mercanc�as materiales e inmateriales. Y en consecuencia, de esta aprehensi�n resistencial de lo
sublime metropolitano, de su inabarcable e inasignable potencia de subsunci�n y
heterodeterminaci�n, se han recortado territorios existenciales colectivos incapaces de romper su
hechizo, el fetichismo capitalista de todos los posibles, el horizonte transcendental de la
impotencia. Madrid pasa as� de capital del r�gimen franquista que destruy� el futuro de la ciudad
a metr�polis en �smosis continua con los flujos globales de todo tipo. Moloch y desposesi�n de lo
local por parte del mercado mundial. Para cuyo conjuro de poco sirve la invocaci�n de mitolog�as
de la derrota, como las de la Madrid antifascista, las de una ciudad cuyos lugares y nombres
evocan la resistencia, porque son ahora un sue�o in�til. Tan in�tiles y perniciosas como las que
posicionan en el espacio-tiempo imaginario una ciudad obrera, con sus barrios emblem�ticos que
conservan lugares de encuentro, memorias locales, tradiciones vivas, cooperaciones no mercantiles,
frente al Madrid de los barrios burgueses y conservadores (barrio de Salamanca, Chamart�n, las
zonas residenciales del Norte y del Oeste... ) y de los centros financieros, las zonas c�ntricas
museificadas y videovigiladas en las que el �nico comportamiento ciudadano es el consumo de
mercanc�as. Ese Madrid ya no existe, ni los lugares de su geograf�a imaginaria conservan las
mismas funci�n, importancia y simbolicidad en la governance metropolitana, ni en ese �pueblo�
tienen cabida esencial las nuevas composiciones migrantes del trabajo y de las cadenas de
enunciaci�n sobre la ciudad.. Ni siquiera la cercan�a relativa de la Madrid que produc�a hegemon�a
est�tica y autoorganizaci�n del trabajo creativo y cultural en tiempos ya m�ticos de la �movida�
de la d�cadas de 1980 permite engendrar cadenas m�ticas de una ciudad alternativa y actual, entre
otras razones porque aquel periodo ve�a una relaci�n entre gobierno municipal, gasto p�blico
welfarista e iniciativa institucional, nuevos mercados de la innovaci�n cultural y la primera
generaci�n de la intelectualidad de masas urbana post-franquista, sencillamente irrepetible. La
Madrid de la �movida�, promocionada por su alcalde socialista y por medios de comunicaci�n y
organismos p�blicos, era un �pueblo� en su estructura y dimensiones, en su complejidad y
heterogeneidad si la comparamos con la megam�quina urbana en constante expansi�n e interconexi�n
regional que hoy lleva el mismo nombre. Por a�adidura, aquellos iconos de inteligente y c�nico
nihilismo, ambivalentes e interesantes, se marchitaron al paso de la afirmaci�n de la nueva
governance urbana agresiva de tipo conservador y neoliberal del PP, hegem�nica en Madrid desde
1989 hasta nuestros d�as.



Estas narraciones recursivas, estos ritornelos y estos fantasmas que no fantas�as de una ciudad
ausente y de un medio real dist�pico y �perdido� permiten la consistencia de comunidades pol�ticas
minoritarias con mayores o menores grados de densidad y espesor biopol�tico. Pero com�n a todas
ellas es la disociaci�n, completamente disfuncional, entre procesos cognitivos y autoorganizaci�n
pol�tica, entre funciones de autorreferencia y funciones diagram�ticas. Dicho de otra manera, la
consistencia cr�tica de los territorios imaginarios y de las dimensiones de autorreconocimiento en
el espacio urbano, de usos de la materia ling��stica, de amistad y enemistad pol�tica, de la
organizaci�n y los l�mites del conflicto pol�tico en la ciudad, est�n enemistados con la
producci�n de nociones comunes en, con, contra, para la metr�polis. Se configura as� una especie
de double bind entre la afirmaci�n de la pertenencia a la ciudad irrepresentable y el rechazo de
asumir el desaf�o, de conocimiento y de imaginaci�n constituyente, de la reapropiaci�n de nexos,
procesos, instituciones de la vida com�n metropolitana.



Y sin embargo, en los nexos fallidos de subjetivaci�n entre el conocimiento (las nociones
comunes), que s�lo en el encuentro de las n singularidades metropolitanas y la estructura de poder
metropolitana tiene lugar, y las mutaciones de agentes de enunciaci�n, de territorios
existenciales colectivos e individuales, del recorte cr�tico de un para s� precario y
transicional, se juega la cuesti�n. Dicho de otra manera, y en un plano gen�rico, los procesos
intermitentes de reapropiaci�n o, mejor dicho, de metamorfosis productiva de las capacidades y
relaciones internas del ser en com�n, cooperativo, ling��stico, afectivo que subtiende la vida y
su reproducci�n en la metr�polis �y que han de traducirse necesariamente en una modificaci�n de
cualidad y uso de las potencias comunes del intelecto y el afecto, en su reterritorializaci�n
potente y pol�tica, est�n sin embargo subordinados en este caso a los procesos de antiproducci�n,
de reterritorializaci�n, de homog�nesis de lo complejo y de rechazo de lo excedente en aras de
distintas variantes de transcendencia de la figura y el rostro del colectivo sobre las dimensiones
finitas de las singularidades, o, sin que de ello se desprenda una contradicci�n mutuamente
excluyente, en aras del �r�dito� de sentido y goce de la autorreferencia, que no son ajenos a los
ritornelos de euforia y depresi�n del �nihilismo� pol�tico de las nuevas figuras de agregaci�n
antisist�mica. En el interior de estas dimensiones colectivas, la insistencia o la contumacia en
la autoorganizaci�n y recombinaci�n de competencias y virtuosismos del trabajo cognitivo, la
insistencia en la autoformaci�n en tanto que dispositivo de potenciamiento, de empowerment
colectivo que permite conocer, reconocer, componer, combatir y ganar, s�lo puede ser recibida, en
mayor o menor grado, como una propuesta de �partido�, esto es, como la propuesta de construcci�n
de una m�quina �externa�, de un dispositivo instrumental para �hacer pol�tica�, que sin embargo
habr� de desdibujar, descomponer, someter la comunidad a una finalidad externa, a un proyecto,
justamente, �inconcebible�. Se trata, por as� decirlo, de un autosabotaje de las l�neas de
semiotizaci�n y reapropiaci�n cognitiva de la metr�polis, que lo es a su vez de forma concomitante
de la metamorfosis que las nuevas composiciones de cuerpos y de sus concatenaciones de enunciaci�n
habr�n de operar en las comunidades y en las variedades presentes de subjetivaci�n,
�seleccionadas� en buena medida en los tr�nsitos de verificaci�n pr�ctica de los nombres comunes
que re�nen y agencian diagramas, m�quinas organizativas y conflictos metropolitanos de nuevo tipo.



Sin embargo, este �repudio� de la metr�polis madrile�a en el terreno de los mapas cognitivos y
territorios afectivos y de valor que podemos constatar en la distintas especies, sucesivas y/o
coexistentes, de la composici�n pol�tica de las agregaciones antisist�micas madrile�as, se ha
visto sacudido, y en cierto modo falsado, por acontecimientos colectivos que han puesto de
manifiesto din�micas subterr�neas, concatenaciones de cooperaci�n que permiten construir la
hip�tesis de un medio de agregaci�n pol�tica propiamente metropolitano, de efectos de
actualizaci�n (cooperativa, valorativa, organizativa) hipercomplejos y sin embargo extremadamente
concretos. En la memoria est�n a�n reciente los �enjambres� del 13 de marzo de 2004, decisivos,
prudentes, precisos, y al mismo tiempo carentes de la figura de una �voluntad pol�tica�
tradicional, imputable, representable. Inasignables a un conjunto pol�tico dado, incalculables en
t�rminos de una �relaci�n de fuerzas� en la ciudad �actualizaciones, aglomeraciones intempestivas
de una potencia virtual imprevisible. Pero a su vez los acontecimientos del 13 de marzo remiten a
una sedimentaci�n y acumulaci�n de actos de reapropiaci�n del espacio p�blico durante las
movilizaciones contra la guerra de Irak.



A este respecto result� fundamental la forma metropolitana de la comunicaci�n pol�tica, que
comprendi� desde el feed back continuo con los mass media contrarios al gobierno de Aznar, que
hicieron de altavoces y al mismo tiempo inscribieron en la actualidad el disenso y la indignaci�n
contra la guerra en t�rminos s�lo relativamente controlados, hasta el desarrollo de una infosfera
metropolitana hecha de blogs, pancartas, publicaciones y radios improvisadas por Internet. Pero,
adem�s de un fen�meno puramente comunicativo e informativo, en aquellos meses de densificaci�n de
una esfera p�blica metropolitana no resultaba excepcional poder escuchar conversaciones
cotidianas, discusiones sostenidas en las calles y los lugares p�blicos, sobre la situaci�n de
guerra. Otras experiencias de los �ltimos a�os han caminado en este sentido, trayendo al primer
plano a actores in�ditos y emergentes, construyendo coaliciones que fueron form�ndose con arreglo
a los recorridos m�ltiples de signos y afectos en diferentes localizaciones metropolitanas. Son
ejemplos de ello el �Campamento de la Esperanza� de la comunidad de trabajadores de SINTEL[6] en
2000-2001, que ocup� la principal arteria de Madrid durante casi un a�o, construyendo un espacio
p�blico inolvidable, pero tambi�n el ciclo de encierros en iglesias y edificios p�blicos por parte
de migrantes sin papeles en el 2001, que consigui� agregar cortes heterog�neos de la composici�n
pol�tica y cultural de la ciudad en una batalla que pas� de lo humanitario a la apuesta por la
autoorganizaci�n, y que lleg� a ocupar y tensionar el espacio p�blico, con todo en contra esta vez
en las instituciones y en los mass media, durante varios meses[7].



En la �ltima primavera, sin embargo, ha irrumpido en la escena de Madrid y de varias ciudades la
iniciativa de las Sentadas por una vivienda digna[8]. En esta din�mica de protesta autoconvocada y
autoorganizada, que ha tenido una aparici�n desde un primer momento transmetropolitana, podemos
advertir elementos de madurez de las modalidades de protesta emergente y polic�ntrica que nos
remiten directamente a las protestas contra la guerra de Irak y al 13 de marzo de 2004. Esta
iniciativa, a�n en sus inicios, ha sabido catalizar disposiciones difusas de protesta a trav�s del
uso de anillos de blogs, y ha creado un incipiente mecanismo de concertaci�n y deliberaci�n en red
mediante el uso proliferante de herramientas de trabajo en red como el wiki. Despu�s del
manifiesto marchitamiento de las �convenciones� ling��sticas, procedimentales, institucionales,
que dieron una breve existencia y una d�bil consistencia a lo que se llam� el �movimiento de
movimientos� en Madrid (aunque es preciso decir que se trat�, en el plano de los sujetos pol�ticos
estables y preexistentes, de poco m�s que un aggiornamento de la �vieja mierda�), encontramos aqu�
rasgos de concreci�n de procesos de transistencia[9], de feed-back cualitativo entre composici�n
maqu�nica del trabajo cognitivo precarizado y m�quinas organizativas, m�quinas de lucha,
expresamente contrapuestos a la l�gica de la representaci�n pol�tica y de la captura de las
singularidades de protesta por las modalidades fosilizadas de la extrema izquierda madrile�a (y no
s�lo).


"Conricerca polif�nica. Producci�n de instituciones del com�n"



La cuesti�n de la �encuesta�, de la �conricerca� en la metr�polis madrile�a no se presenta
�nicamente como un da capo prescrito por el �reflujo� de la presencia y persistencia de los
movimientos globales en toda Europa, sino que se constituye como un desaf�o pol�tico fundamental
en la medida en que debe contribuir a dislocar afirmativamente el problema, permanente, de la
incapacidad de minor�as activas, espacios pol�ticos extraparlamentarios y movimientos emergentes
para constituir espacios p�blicos, instituciones, din�micas heterog�neas de intersecci�n y
(re)composici�n que permitan nombrar y atacar las cuestiones esenciales del com�n biopol�tico de
Madrid.



No es �sta la menor de las tareas, m�xime cuando la governance metropolitana de Madrid, en
constante perfeccionamiento y adecuaci�n, no ha hecho sino empezar a poner en marcha los
ensamblajes complejos encaminados a �homologar� a la ciudad como ciudad global en los mercados del
city branding[10]. A este respecto, la derecha del gobierno municipal y auton�mico no es m�s que
unos de los nudos del networking de agencias y empresas que llevan adelante este proyecto, que
comprende un deficit spending descomunal que est� transformando las estructuras centrales de
transportes y comunicaciones de la ciudad, dentro de un dise�o encaminado, pero no condicionado, a
la consecuci�n de los Juegos Ol�mpicos de 2016. No sucedi� de otra manera en la ciudad pionera de
este proceso, la Barcelona de 1992, inspirada por los consejos de urbanistas y te�ricos del city
branding como Jordi Borja[11]. En esta misma tendencia, la forma misma del proyecto de
movilizaci�n total productiva por la propia ciudad es concomitante de la producci�n de espacios
urbanos y arquitect�nicos de condensaci�n semi�tica y paisaj�stica de los �valores� de la ciudad
por proyectos[12]. Lo que no impide que, por su parte, el ciclo inmobiliario, impulsado por el
ahorro global financiarizado, sea el principal valor de �consenso� de ese bloque financiero,
pol�tico y medi�tico, para el cual resultan fundamental el refrendo, la alianza con la �clase
creativa� como protagonista y principal sujeto de enunciaci�n cultural de la ciudad y agente
activo de la gentrification de las �reas pobres de alt�sima densidad de migraci�n en el centro y
centro-sur de la ciudad[13]. Los horizontes de crisis y desplome del proyecto Madrid, habida
cuenta de la fragilidad de su dise�o, no pueden excluirse ni mucho menos.



Los procesos de conricerca en Madrid deben contribuir al desbaratamiento de este p�lido fantasma
de la potencia del com�n metropolitano, de esta inmensa concertaci�n de la producci�n de
precariedad e infelicidad de la existencia. Sin embargo, el elenco de cuestiones y problemas
abiertos es inmenso, mientras que los medios son escasos y precarios.



En este marco se recualifican los problemas de la producci�n de subjetividad que constituye el
leit motiv de todas las modalidades de la conricerca. En primer lugar se nos presenta la necesidad
de una forma metropolitana de la autoorganizaci�n de cada singularidad compositiva del trabajo
vivo. Y hemos visto precisamente las dificultades que presentan en el �ltimo periodo de la
historia pol�tica de la ciudad los nexos, las �sinapsis� entre composici�n tecno-maqu�nica y
afectiva de estas singularidades y los procesos de producci�n de subjetividad. M�s all� de
dicotom�as entre �objetividad� y �subjetividad�, o entre fines del antagonismo y fines de
singularidad individual y/o colectiva autorreferente, nos situamos en el terreno de la producci�n
de las nociones comunes (del com�n) del trabajo vivo metropolitano en Madrid. A este respecto la
tem�tica de la producci�n de subjetividad debe ser capaz de enriquecer, de afinar, en la
construcci�n polif�nica y desde abajo de las categor�as, el marco, ontol�gico, de la biopol�tica.
La producci�n de subjetividad poco tiene que ver con la producci�n de conciencia de los procesos
productivos metropolitanos, de la asimetr�a entre com�n productivo y explotaci�n ontol�gica del
medio biopol�tico. O, dicho de otra manera, la problem�tica de la conciencia debe especificar el
tipo de subjetivaci�n que accede a la conciencia, y estos planos de subjetivaci�n no son
predecibles a priori. Es �sta la hipercomplejidad del medio biopol�tico, en el que las dimensiones
de conciencia (y de enunciaci�n) ata�en a planos que atraviesan todas las dimensiones de relaci�n,
de capacidades de afectar y ser afectados, de los cuerpos productivos. La conricerca debe buscar y
privilegiar las distintas ocurrencias de procesos de transistencia entre valor y afecto, entre
m�quina y subjetivaci�n, entre �agencements� colectivos de enunciaci�n y nuevas constelaciones
virtuales de la potencia constituyente del com�n. Entre los nombres y la cosa com�n, en la
dimensi�n, �tica y decisiva, del acontecimiento.



Los planos de subjetivaci�n, esto es, de recorte de territorios existenciales individuales y/o
colectivos que permiten la consistencia de un para s� precario y siempre en el umbral (�tico,
pol�tico) de nuevas transformaciones y desterritorializaciones, tienen como universo de referencia
el espacio-tiempo metropolitano y sus infinitos pliegues y discontinuidades. Pero involucran
asimismo dimensiones de corporeidad relativas al rostro, la figura, el g�nero, la percepci�n de la
alteridad, la proxemia de los cuerpos, etc., que han de ser tenidos en cuenta, cartografiados
conforme a sus gradientes de cambio y metamorfosis. El plan de hibridaci�n de las composiciones
del trabajo vivo no puede prescindir de estos registros pre-personales y micropol�ticos,
�ntimamente ligados a la persistencia en las composiciones de clase de funciones identitarias de
antiproducci�n que bloquean constantemente las virtualidades de singularizaci�n y provocan los
agujeros negros de implosi�n de sentido e indefensi�n ante la transcendencia de las semi�ticas y
de los m�dulos de subjetividad capitalistas, agujeros en los que se gestan las figuras del llamado
�mal de la multitud� y la base de masas del fascismo postmoderno. El trabajo sobre estas
dimensiones es m�s complejo que las figuras dial�gicas y c�mplices de un �caminar preguntando�, y
a este respecto es preciso decir que en Madrid s�lo los colectivos que explicitan una posici�n y
una situaci�n de g�nero han logrado crear las condiciones para que de estas dimensiones se
desprendan focos de enunciaci�n, signos y dispositivos de escucha adecuados a la singularidad de
estos registros[14]. Entramos aqu� en la especificidad de los �agencements� situados de
observaci�n que implican los procesos auspiciados de producci�n de subjetividad concreta,
parad�jica, inmanente[15]. Entramos en los dominios de la ontog�nesis de la potencia colectiva y
de nuevos modos de marcar y sentir el tiempo. Que involucran adem�s un uso afirmativo, desafiante,
amoroso, de la crueldad inherente a la vida en la subsunci�n capitalista del tiempo, el lenguaje y
el cuerpo[16], encaminada a privilegiar la heterog�nesis de las componentes maqu�nicas,
ling��sticas, perceptivas, afectivas que, en busca del acontecimiento siempre inopinado, forman el
material de base de la subjetivaci�n.



Sin embargo, la enormidad de las tareas desborda las capacidades reales de las magras minor�as
activas que est�n abriendo este camino en Madrid. Pese a ello cabe conjeturar la complementariedad
de algunos procedimientos, experimentos, dispositivos, proto-instituciones, proyectos dentro de lo
que podr�amos denominar una �conricerca polif�nica�. Se tratar de mantener abiertos, en
intersecci�n y evaluaci�n permanente, un laboratorio polic�ntrico de las pr�cticas de rastreo y
encuentro de las emergencias de singularidad en los conjuntos formados de la composici�n social
productiva de la metr�polis madrile�a.



Procedimientos de encuesta-acci�n, que involucran experimentos con la movilidad laboral y social,
el tiempo y el cuerpo en sufrimiento, presa de nuevas patolog�as ligadas a las nuevas formas de
explotaci�n. Precarias a la Deriva ha sintetizado en su pr�ctica tres procedimientos: la deriva
junto a los sujetos precarios por los diferentes circuitos espacio temporales de la precariedad
femenina; la grabaci�n y narraci�n de las acciones de deriva, que permite a su vez feed back
autoanal�ticos y de elaboraci�n colectiva de la experiencia gracias a los diferentes soportes
(video, cartograf�a) de registro y comunicaci�n (sitio web, publicaciones); y los talleres y
asambleas que procuran buscar los umbrales de transici�n hacia momentos de pensamiento colectivo y
de producci�n com�n de verdad, y de nuevas incertidumbres[17].



Dispositivos de encuesta y cartograf�a permanente de la megam�quina metropolitana, de procesos
paralelos de valorizaci�n, y fuga, acumulaci�n y conflicto, producci�n segmentariedad �tnica y de
clase, y �xodos subterr�neos de las nuevas composiciones (migrantes, cognitarias) del trabajo
vivo, dispositivos de captura e invenciones organizativas e institucionales, como los que est�
poniendo en marcha el Observatorio Metropolitano Mad-Madrid[18].



Proyectos de autoformaci�n permanentes y multinivel, capaces de intervenir en las cuencas de
reproducci�n del trabajo cognitivo y creativo de masas, esto es, en las universidades y redes
institucionales de formaci�n como museos, fundaciones, centros de arte, centros sociales, etc.;
que comprende adem�s dispositivos editoriales, fundamentales para la autoformaci�n de nuevas
generaciones militantes, y redes de distribuci�n y comunicaci�n, un trabajo en el que se empe�an
desde el 2000 iniciativas como la Universidad N�mada y el proyecto editoral Traficantes de
Sue�os[19]. Se trata asimismo de producci�n nuevas instituciones que re�nan la autoorganizaci�n
pol�tica del trabajo de investigaci�n, la producci�n de renta y la conquista de derechos desde
abajo y la intervenci�n en los intersticios cr�ticos de la reestructuraci�n permanente de la
formaci�n en la universidad y en los centros de investigaci�n p�blicos y privados.



Last, but no least, los proyectos de puesta en red en el espacio pol�tico europeo de los grupos de
investigaci�n e intervenci�n, inscritos en situaciones de movimiento, sobre los procesos de
precarizaci�n de la existencia, nuevos conflictos, geograf�as de la precariedad, trayectorias
comunes de autoorganizaci�n y enunciaci�n pol�ticas, acu�aci�n de nombres comunes de la
experiencia precaria, invenci�n de m�quinas de lucha, etc., que forman la base de partida de
proyectos europeos en curso como The ring[20].



Inmenso es sin embargo el no saber que nos acompa�a en este trayecto polif�nico, pero inmensamente
potente es el pleno de virtualidades que estas pr�cticas concretas y minoritarias consiguen
discernir, localizar, y tornar disponibles para una pragm�tica (nueva) de la rebeli�n y la
metamorfosis constituyente de la metr�polis madrile�a.

________


[1]Y con una composici�n completamente diferente. Las viejas industrias con una alta intensidad de
uso de fuerza de trabajo y capital (como todas las industrias del metal) han dado paso a
industrias de alta composici�n tecnol�gica (en las que Madrid tiene los mayores �ndices de
especializaci�n respecto al resto del Estado), en las que adem�s predominan la figura del t�cnico
de gesti�n o de control de procesos sobre las del viejo obrero manual. En este contexto �ir a la
b�squeda del proletariado� es quiz�s mejor hacerlo en el sector servicios o en la construcci�n, en
el auge de los servicios personales, que en una industria (que sin duda con presencia de los
viejos sectores y de una infinida de peque�as y medianas empresas con altos �ndices de
explotaci�n) es tendencialemente marginal en la composici�n del empleo.

[2]Estas cifras de la EPA, encuesta por muestreo sobre la poblaci�n, contrastan en buena medida
con las de la contabilidad regional, que se realiza a partir de los datos producidos por las
unidades econ�micas. Aunque las tendencias coinciden en ambos casos, las cifras absolutas var�an
notablemente especialmente en lo que se refiere al caso de la construcci�n, debido sobre todo al
recurso al trabajo negro y a la subcontrataci�n.

[3]De hecho el producto interior bruto de la construcci�n era mayor que cualquier de las ramas del
sector industrial, y pr�cticamente similar al del conjunto de todo el sector industrial: 8,6 en
2004 en el total de la facturaci�n regional frente al 10,6 % del total de la industria en ese
mismo a�o. Contabilidad Regional de Espa�a. Comunidad de Madrid, INE, 2004.

[4]Al realizar una serie temporal tan amplia con datos de la Encuesta de Poblaci�n Activa corremos
el riesgo, no peque�o, de reunir datos no homologables. Efectivamente las modificaciones de la
metodolog�a de producci�n y recuento de datos de la EPA, de 1996 y sobre todo de 2002 (a
instancias de la Comisi�n Europea introduciendo una definici�n m�s exigente de desempleo), hacen
que la cifra de parados est� corregida en 2 puntos porcentuales a la baja, m�s o menos, en la
cifra recogida para 2005 con respecto al resto de la serie. Para una revisi�n detallada de este
problema se puede consultar las propias apreciaciones del INE al respecto en su p�gina web
(www.ine.es) y tambi�n C. Iglesias Fern�ndez y L. Toharia Cort�s, �El mercado de trabajo: un
an�lisis comparado� en J. L. Garc�a Delgado (ed.), Estructura econ�mica de Madrid, Madrid, Civitas
/ Consejer�a de Econom�a e Innovaci�n CAM, 2003, pp. 723-728.

[5]Proyecci�n de poblaci�n de la Comunidad de Madrid 2002-2017, Madrid, Instituto de Estad�stica
(Consejer�a de Econom�a e Innovaci�n Tecnol�gica), 2004.

[6] V�ase, por ejemplo, http://www.elpais.es/suplementos/domingo/20010325/06esperanza.html y
http://www.sintelasociacion.com/.

[7] V�ase, sobre este proceso, �Recordando el encierro de San Ambrosio. Entrevista con Paulina
Jim�nez�, Contrapoder, n�m. 6, www.sindominio.net/contrapoder.

[8] V�ase, principalmente, http://www.escolar.net/wiki/index.php/Sentada_por_una_vivienda_digna.

[9] Sobre la transistencia, v�anse F�lix Guattari, Suely Rolnik, Micropol�tica, Madrid,
Traficantes de Sue�os, p. 285, y sobre todo F�lix Guattari, Cartograf�as esquizoanal�ticas,
Buenos Aires, Manantial, pp. 85-88, as� como �Transistancialit�s�,
http://www.revue-chimeres.org/pdf/810526.pdf. �Persistencia / Transistencia: he cambiado el uso de
la palabra �persistencia� varias veces. Ahora veo esto como el modo de existencia
desterritorializado que se instaura entre los flujos y los territorios. �Transistencia� es lo que
se instaura, paralelamente, entre los Phylum y los Universos�, Guattari, Rolnik, Micropol�ticas,
cit, 370. Dicho de otra manera, la transistencia es, a diferencia de la consistencia (entre
dominios heterog�neos), y de la persistencia (de relaciones entre flujos materiales y ling��sticos
y territorios existenciales), por as� decirlo un medio de "�smosis", de enriquecimiento entre
composiciones "maqu�nicas" (en este caso de los interfaces "hombre"-m�quina del trabajo cognitivo
y las gamas "proposicionales" que les corresponden -enunciaci�n maqu�nica-) y universos
incorporales de virtualidad, de "valores" (matem�tica, l�gica, afectiva, est�tica, etc.) que
acompa�an siempre al phylum geneal�gico de las m�quinas o, en este caso, de los ensamblajes
maqu�nicos, hist�ricos e "internos" a la composici�n de clase en sus genealog�as
hist�rico-t�cnicas-pol�ticas. Se trata de indicar un t�rmino para poder explorar factores que
permiten entender los "saltos", los tr�nsitos, que "no vienen de un afuera (superestructural)",
entre composici�n t�cnica y composici�n pol�tica (en sus modalidades de subjetivaci�n individual y
colectiva).

[10] V�ase, a este respecto, Gildo Seisdedos y Pablo Vaggione, �The city branding processes: the
case of Madrid�, http://www.isocarp.net/Data/case_studies/658.pdf. Pero tambi�n el site de la
ciudad, www.madrid.es.

[11] V�ase, por ejemplo, Jordi Borja, �Urbanismo y ciudadan�a�,
http://www.bcn.es/publicacions/b_mm/ebmm_civisme/043-050.pdf, y �La ciudad futura como proyecto
colectivo�, http://www.bcn.es/publicacions/b_mm/ebmm_forum/110-115cas.pdf.

[12] V�anse, a este respecto, las grandes �actuaciones� urban�sticas en www.madrid.es.

[13] V�ase Carolina del Olmo, �Madrid 2012: El papel de los �macroeventos� en la ciudad
capitalista�, http://www.lahaine.org/index.php?blog=2&p=5895.

[14] V�ase Precarias a la Deriva, A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina,
Madrid, Traficantes de Sue�os, 2004, disponible en formato .pdf en www.traficantes.net.

[15] V�ase F�lix Guattari, �Les agencements d�observation�, R�sonances, n�m. 5,
http://www.therapie-familiale.org/resonances/pdf/felixguattari.pdf.

[16] V�ase F�lix Guattari, Suely Rolnik, Micropol�tica, cit., pp. 81, 156.

[17] V�ase �De preguntas, ilusiones, enjambres y desiertos. Apuntes sobre investigaci�n y
militancia desde Precarias a la Deriva�, Nociones comunes. Experiencias y ensayos entre
investigaci�n y militancia, Madrid, Traficantes de Sue�os, Madrid, 2004, pp. 81-92,
http://sindominio.net/traficantes/editorial/librospdf/nociones_comunes.pdf.

[18] http://listas.sindominio.net/mailman/listinfo/observatorio

[19] V�ase http://www.sindominio.net/unomada; http://www.gmsmadrid.net y http://www.traficantes.net.

[20] V�ase http://www.precarity-map.net y http://listes.rezo.net/mailman/listinfo/thering.

Enlaces relacionados

    * http://usuarios.lycos.es/pete_baumann/Autsoc.htm



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