[unomada-info] 15M, multitud que se sirve de máscaras para ser una

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Mar Jun 21 15:47:31 CEST 2011


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15M, multitud que se sirve de máscaras para ser una
Raúl Sánchez Cedillo 

Más de un mes después de la irrupción del 15 de mayo, la plena realidad
de un movimiento revolucionario inédito e impredecible no deja de
provocar estupor y entusiasmo a quienes tengan solo unos minutos para
pensar lo que está ocurriendo en el Reino de España. Y miedo, mucho
miedo, porque el movimiento afirma y reitera tras cada embate que «no
tenemos miedo». En efecto, el 15M reactualiza el clásico «terrere,nisi
paveant»[«causa pavor, si no lo tiene»]: a la policía, al sistema de
partidos, a los cada vez más patéticos, despreciables e impotentes
opinion makers. 


Esta irrupción no está siendo una jacqueriecontra las políticas de
austeridad, pero tampoco es un movimiento por los derechos civiles y de
desobediencia que podamos encajar en un esquema (liberal) clásico. Ni,
por supuesto, como una variante española de la «antipolítica» italiana.
El movimiento ha irrumpido y se ha presentado como un movimiento de
democratización radical y al mismo tiempo de radicalización democrática.
«No somos una mercancía en manos de banqueros y políticos. ¡Democracia
real ya!». No solo en sus críticas y propuestas de reforma radical del
sistema representativo de partidos, sino también en sus modalidades de
discusión y deliberación en asambleas y comisiones, expresa intensamente
la fuerza y los problemas de las instancias de democracia directa de
masas. En sus modos y repertorios de acción colectiva, los de la
desobediencia civil pacífica masiva y no testimonial, los de la
resistencia y la protección mutua de los cuerpos contra la violencia
policial y los del desafío y asedio a los parlamentos, es un movimiento
de radicalización democrática, el más poderoso y desconocido de la
historia constitucional española. 


El afecto de la indignación no es suficiente para dar cuenta de la
extensión, la intensidad y la persistencia del 15M, aunque explica el
carácter tumultuoso de su aparición. A mi modo de ver, los aspectos más
interesantes (y felizmente inquietantes) tienen que ver con el hecho de
que el movimiento ha venido constituyéndose como una red de redes de
singularidades que opera en varios planos de la realidad (de las plazas
a las redes sociales, pasando por los media mainstream) y que es capaz
de autoregularse en cada secuencia de su despliegue y de su antagonismo.
Esta capacidad está logrando traducir en comportamientos políticos la
velocidad absoluta del afecto de indignación que, recursivamente, vive
en la red. Se ha señalado ya que, en este sentido, el movimiento del 15M
es una expresión igual y contraria, potente y liberadora, de los
regímenes de la transmisión mimética del miedo y la esperanza de
salvación para unos pocos, necesarios para la aceptación de las
políticas de austeridad. 


Parece como si el 15M fuera plenamente consciente de que no hay un
afuera practicable del sistema de regulación constitucional de los
antagonismos (y de su lógica subyacente de amigo-enemigo) y de que
precisa de máscaras que difracten toda tentativa de identificación y
división, la luz de los focos policiales y mediáticos. Hay una
inteligencia y una prudencia distribuidas que funciona en las
dimensiones variables de una fully connected networky que, por
composición de perspectivas, planos y opiniones y aplicación recursiva y
modificación en tiempo real de procedimientos (en la red y en las
asambleas), llega sorprendentemente a «conducirse como una sola
mente» (Spinoza). Resulta extraordinario considerar ahora cómo el
movimiento ha sido capaz de organizar en red su irrupción el 15M, de
transmutarse sin desgarros y en tiempo útil en acampadas y asambleas en
las plazas, luego en asambleas de barrio en las grandes ciudades, de
organizar acciones distribuidas e inesperadas contra la ejecución de los
desahucios por el impago de las hipotecas y, cuando escribo estas
líneas, se prepara para volver a inundar las calles contra el Pacto del
euro el 19 de junio. Y en cómo ha convertido hasta ahora en motivo de
legitimación y nueva indignación todas las tentativas de neutralización
y criminalización, sin perder complejidad, multiplicidad y radicalidad
y, sobre todo, unidad de esfuerzo y aplicación sin unidad de mando. 


Es nuevo el modo en que se apropian-expresan el movimiento, cómo afectan
y son afectados por éste desde pequeños empresarios autónomos a
estudiantes precarios, desde migrantes a amas de casa, desde hipotecados
a gays y lesbianas. La composición central del movimiento contribuye a
explicar esas capacidades: tanto en las asambleas como en los actores de
red encontramos una centralidad del trabajo cognitivo y relacional
precarizado, con grados diferenciales de intensidad, desempeño e
identidad laboral. Pero no caben las lecturas banalmente sociológicas:
antes que cimiento de identidades e intereses, esa composición está
funcionando más bien como una red de sintetizadores del malestar y como
un coeficiente de transversalización y enriquecimiento de las gamas de
la expresión dentro del proceso del movimiento. 


Pero tal vez lo más increíble es que el 15M está haciendo esto sin la
participación de ninguna estructura de protesta política y sindical
preexistente. Escrupulosamente mantenidas al margen, son animadas a
participar disolviéndose y metamorfoseándose en el movimiento. 


Esta naturaleza de sistema-red abierto de tipo autopoiético, de tipo
policéntrico y variable, de un espesor multiplanar, es a mi juicio la
clave del carácter constituyente del 15M. El problema del autogobierno
de una multitud, esto es, el de la conjugación no dialéctica entre el
despliegue de las singularidades y la capacidad de unirse en la
aplicación puntual de la fuerza, en las formas de decisión por una
especie de «consenso emergente», en la capacidad de decidir en la
sobreabundancia de matices y opiniones, hacen de este movimiento una
formidable y perdurable amenaza. Hoy por hoy, comienza a madurar el
proyecto de un concierto polifónico de instituciones analógicas y
digitales capaces de hacerse-cargo-de producir el común en términos de
grandes agregados sociales y metropolitanos y de una participación de
masas, capaces de dictar a la autoridad pública la apertura y cierre de
nexos, sedes, flujos de finanza, espacios urbanos, entidades privadas
parasitarias, etc. Donde este sistema abierto de contrapoderes funcione
como un rizoma de instituciones del común. La «toma del poder» es
epistémicamente ilegible para este movimiento. El principal atractor de
procesualidad constituyente del 15M frente a las tentaciones recurrentes
de «salida política», electoral o no, pasa a mi juicio por este énfasis
en la producción de instituciones materialmente capaces de reapropiarse
de (la gestión-transformación del) capital fijo humano y maquínico de
las metrópolis.


Ni que decir tiene, por último, que, como sucede en Grecia o en Túnez,
Marruecos o Egipto, el 15M difícilmente se mantendrá con vida ni se
sustraerá a un destino trágico si no tiene intercesores, relevos,
aliados en otras áreas y metrópolis euromediterráneas. La inteligencia
indignada distribuida está en las mejores condiciones de identificar a
los adversarios principales y secundarios y de evitar los atajos del
voluntarismo y de la desesperación. 







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