[unomada-info] De otoños calientes, e inviernos aún más calientes
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Mar Oct 4 16:06:53 CEST 2011
Publicado en http://diagonalperiodico.net/Portada-numero-158.html
De otoños calientes, e inviernos aún más calientes
José Angel Brandariz, activista y profesor, A Coruña
En estos días se cumplen tres años del momento en que empezamos a oír
asiduamente el nombre Lehman Brothers. Es obvio que nada ha sido igual
desde aquel día. Una crisis financiera originada en el circuito
secundario de acumulación, y que se había venido gestando desde el 2007
tuvo en ese día su momento seguramente más simbólico, antes de
propagarse con rapidez más allá de los mercados de derivados
financieros, generando un gravísimo problema de liquidez, con
consecuencias en materia de ajuste de la actividad económica,
recesión/estancamiento, desempleo masivo, exclusión social,...
La historia es sobradamente conocida. El último capítulo se ha dado en
este verano no precisamente tibio, con la crisis de la deuda. Un momento
más en el que se ha evidenciado el cambio radical de los flujos de
capital, que ya no circulan de Norte a Sur, sino más bien de Sur, y
Este, a norte. En este sentido, hablar de crisis económica global es,
cuando menos parcialmente, forzar el uso de una metonimia. Hablar hoy de
crisis, no sólo en los conocidos países emergentes, o en los estados del
golfo, sino en lugares como Argentina, Turquía o Kazajstán, es ridículo.
En consecuencia, conviene ante todo reparar en que el escenario
económico (y, en tal medida, el contexto de conflicto) no es
unidimensional, sino que hay matices territoriales nada irrelevantes.
Uno de ellos, también evidente, es que los países en los que el modelo
de acumulación ha dependido en mayor medida del ciclo inmobiliario, y de
las soluciones de financiarización vinculadas a éste, se encuentran en
condiciones especialmente complicadas. Irlanda y el Reino de España
están en este caso. La situación española, en concreto, es especialmente
preocupante, si se repara en que, como apuntan E. Rodríguez e I. López
en su magnífico Fin de ciclo, el régimen de acumulación se ha sustentado
sobre todo en una demanda interna vinculada a los efectos riqueza y a lo
que denominan keynesianismo de precio de activos, es decir, al ciclo
inmobiliario-financiero. No ha habido un modelo alternativo de
crecimiento, y no parece que en estos tres/cuatro primeros años de
crisis las políticas públicas perfilen tal alternativa, lo que supone
seguirse moviendo de forma permanente en el corazón de la crisis.
A dos meses escasos de las próximas elecciones generales no parece caber
duda de que, al igual que ha pasado en la mayor parte de los países de
la UE, se prefigura una victoria electoral de la derecha. Ni siquiera
Rubalcaba, llamado a controlar una ulterior transición en el PSOE, lo
duda. Quizás el único interrogante es saber si el PP va a disfrutar de
una mayoría absoluta (algo que los resultados de las elecciones de mayo
no permiten en absoluto garantizar), o necesitará llegar a acuerdos de
gobierno. No obstante, viendo las políticas puestas en marcha
recientemente por CiU no parece que la hipótesis de una mayoría relativa
del PP vaya a suponer grandes variaciones en el contexto gubernativo.
Es más relevante, desde una perspectiva de movimiento, saber de qué va a
tener que encargarse de forma prioritaria el nuevo gobierno de la
derecha. En un primer término, parecería que, por mucho que resulte en
cierta medida contradictorio con el credo neoliberal, el PP habrá de
encargarse sobre todo del gobierno de la economía. No en vano, las
preocupaciones colectivas están hoy centradas por completo, y
seguramente no sin razón, en la crisis. Es muy dudoso que el futuro
ejecutivo de Rajoy tenga condiciones para poner en marcha con solidez un
nuevo clico de acumulación. Ya Zapatero se le ha adelantado en la
aplicación de buena parte del recetario neoliberal al uso, con magros
resultados.
A mayor abundamiento, el problema del nuevo gobierno reside en que el
reto del próximo periodo, el principal campo de juego político, es
ligera –o sustancialmente- diferente: se trata, más bien, del gobierno
de lo social. Si es probable que no haya una mejoría muy sustancial de
la crisis económica –y que se consolide una etapa de estancamiento
permanente, como han conocido ya otros países- no lo es menos que lo
social está acabando por convertirse en el verdadero quebradero de
cabeza gubernamental.
Una crítica que el PP repitió contra el Zapatero de la primera parte de
la crisis es que estaba incrementando el gasto público mediante partidas
sociales innecesarias; pensar en ello resulta hoy un tanto paradójico,
ya que probablemente Rajoy vaya a tener que encarar prioritariamente ese
mismo problema de gobierno de lo social.
Existen varios indicios que permiten hoy pensar en un otoño, y en
sucesivas estaciones, de retorno del conflicto social. En primer lugar,
ya se ha insinuado, es muy difícil que el próximo gobierno sea capaz de
dar una respuesta rápida al escenario explosivo en el que se superponen
tasas de desempleo y subempleo descomunales, un endeudamiento de las
familias no menor y el efecto pobreza derivado del actual momento
financiero-inmobiliario.
En segundo lugar, existen pruebas de que la paciencia se está acabando.
La negativa sería el innegable incremento de la xenofobia y del racismo,
especialmente manifiesto en Catalunya, pero también en las medidas
gubernativas de incremento de la confrontación con las poblaciones
migrantes (v. gr., la reintroducción de la autorización de trabajo para
las personas rumanas). La positiva sería la no menos evidente emergencia
de nuevos movimientos. Por una parte, las plataformas de afectados por
las hipotecas, que han colocado en el centro del conflicto la cuestión
del empobrecimiento. Por otra, y en relación con ello, el movimiento
15-M, que ha abierto un espacio de lucha social tan inesperado como
novedoso. Seguramente un viejo sociólogo francés diría que se trata
simplemente de un problema de desafiliación social. En este sentido, la
visión más individualista podría plantear que sólo son personas que
exigen su participación en la riqueza colectiva, o su posibilidad de
ascenso social. No obstante, es aún más veraz pensar que se trata de la
primera lucha que plantea, aún con todos los matices, que el conjunto de
narrativas que han garantizado la paz social durante los últimos 35 años
ha perdido su vigencia. Y esto prefigura un potencial de conflicto
verdaderamente formidable.
En suma, Rajoy no lo va a tener nada fácil en el gobierno de lo social.
Tal vez se tranquilice pensando en la válvula de escape del renacimiento
de la emigración, que las cifras poblacionales del INE de 2010 muestran
ya con claridad. Pero, mientras tanto, es muy probable que le espere un
otoño caliente, y un invierno aún más caliente. A veces uno se pregunta
si Papandreu no se arrepiente nunca de haber ganado las últimas
elecciones griegas. Veremos si a Rajoy no le sucede lo mismo.
------------ próxima parte ------------
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