[cafe-sd] legitimidad de la violencia

Camelio camelio at sindominio.net
Thu Sep 13 21:02:00 CEST 2001


hola..
les transcribo un articulo de un periodico mexicano, creo que va a aportar
algunas ideas al debate:
http://www.jornada.unam.mx/018a1mun.html

JUEVES ¤ 13 ¤ SEPTIEMBRE ¤ 2001

Angel Guerra Cabrera

Secuelas de la exclusión

Por primera vez en su historia, Estados Unidos fue víctima el pasado martes de
un ataque en su territorio contra instituciones emblemáticas de su poder y
modo de vida. Imágenes dantescas de Nueva York y Washington transmitidas por
las televisoras anunciaban una masacre que merece el mayor de los repudios. No
existe argumento en el mundo que justifique privar de la vida a un solo ser
humano inocente.

La solidaridad con las víctimas y sus deudos es inherente a lo mejor de la
condición humana. Pero también lo es la re-flexión sobre las causas de un
hecho tan atroz para impedir que se repita.

Hay oscuridad en cuanto a la autoría intelectual y los ejecutores de los
atentados. Se tiende a buscarlos en el mundo árabe e islámico, pero no es
probable que gobierno alguno de ese signo se arriesgue a enfrentar las duras
represalias que pueden esperarse de Washington. Los palestinos no tienen nada
que ganar y sí que perder con una acción como ésta, y sus organizaciones no
poseen la infraestructura ne-cesaria para llevarla a cabo.

Aunque la participación de fundamentalistas islámicos sea una posibilidad
plausible, no debe descartarse la intervención en los atentados de grupos
dentro de Estados Unidos, donde existen crecientes sectores marginales y
hechos recientes demuestran que hay quienes no vacilan en hacer ex-plotar
edificios públicos. Tampoco debe excluirse la manipulación de activistas por
segmentos del propio stablishment estadunidense interesados en agudizar las
tensiones -sobre todo en Medio Oriente- y en buscar salida a una crisis
económica, ya irreversible, al parecer, por la vía de reactivar la industria
armamentista.

Paradójicamente, el saudiárabe Osama Bin Laden, señalado por fuentes
estadunidenses como casi seguro responsable de los hechos, se inició en el
terrorismo -al igual que los talibanes- de la mano de la CIA, con la que
mantuvo estrechos vínculos de colaboración.

Los blancos del ataque, las hoy destruidas Torres Gemelas del World Trade
Center y el edificio del Pentágono, han sido símbolos paradigmáticos de un
orden in-ternacional imperialista que basa la preminencia y prosperidad de un
puñado de naciones en la explotación y el uso de la fuerza militar contra las
restantes. Como todas las instituciones del sistema estadunidense, ellas han
contribuido en las últimas décadas a hacer ese orden aún más injusto e
intolerable. Una globalización que aumenta en progresión geométrica el número
de pobres, impulsa una grosera e inédita concentración de la riqueza, impone
la ley de la selva en las relaciones internacionales y lleva a cabo una acción
depredadora del medio ambiente que amenaza gravemente la vida sobre el planeta.

Intervenciones en Granada, Panamá, Irak, Haití, Somalia, Afganistán y la ex
Yugoslavia, fomento de guerras étnicas en Africa, en los Balcanes y en Asia
Central, y reforzamiento del bloqueo a Cuba son saldos de la prepotencia imperial.

Añádanse los atropellos contra el pueblo palestino, de los cuales Estados
Unidos es el máximo responsable por su política de apoyo irrestricto a Israel.
Una situación llevada al paroxismo por el genocida Ariel Sharon en uno de los
mayores insultos contemporáneos a la humanidad, pero que a la vez constituye
una peligrosísima provocación contra árabes y musulmanes, acrecentada por la
connotación religiosa del conflicto palestino-israelí.

La creciente exclusión de las mayorías en el mundo, aunque amparada en la
retórica de la democracia y del libre mercado, favorece extraordinariamente al
surgimiento de las actitudes más extremas y que se obvie la política como vía
de expresión entre las enormes masas de marginados. Es allí donde la
desesperación alimenta actitudes que pueden llevar hasta insólitas acciones
suicidas como las de Nueva York y Washington.

La conducta bárbara e irresponsable del gobierno del presidente George W. Bush
ha venido a caldear un clima político mundial, que ya sus antecesores habían
envenenado en extremo. Negarse a acatar el Protocolo de Kyoto, la convención
sobre armas bacteriológicas, los tratados ABM y contra las pruebas nucleares,
así como insistir en la construcción del escudo espacial, es un curso de
acción delictivo e incendiario que sólo ha conseguido aislar más a Washington
hasta de sus propios aliados y concitar un rechazo internacional creciente.
Reincidir en el terrorismo de Estado sería el mayor disparate que podría
cometer ahora.






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