[cafe-sd] texto de Castells

xavi xavi at sindominio.net
Tue Sep 18 11:30:21 CEST 2001


No estoy de acuerdo con este hombre, pero desde luego las cosas que dice son 
como para tenerlas en cuenta.

Derivo el envío de textos interesantes a café. Si alguien cree que la 
asamblea ha de estar informada, que lo diga.

http://www.elpais.es/articulo.html?
d_date=20010918&xref=20010918elpepiopi_8&type=Tes&anchor=elpepiopi


MANUEL CASTELLS 

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Manuel Castells es miembro del Instituto de Estudios Internacionales de la 
Universidad de Berkeley.  

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La bárbara matanza de miles de personas en Estados Unidos ha socavado los 
cimientos de nuestras sociedades, al poner en cuestión los principios de 
coexistencia y civilidad en que se basan. Pero el 11 de septiembre de 2001 
tiene un significado aún más dramático: en esa fecha se ha desencadenado la 
primera guerra mundial del siglo XXI, una guerra en la que, queramos o no, 
estamos ya inmersos. ¿Cuál es esa guerra? ¿De quién contra quién? ¿Y cómo se 
prevé que sea su desarrollo? Sólo entendiendo en qué guerra nos hemos metido 
podremos actuar sobre la misma, desde nuestra pluralidad de valores e 
intereses.

No es un choque de civilizaciones, una patraña que propagan quienes reducen 
la multiculturalidad de nuestra especie a la oposición etnocéntrica entre 
Occidente y 'los otros'. No es un choque de religiones, porque la gran 
mayoría de musulmanes y la casi totalidad de los Gobiernos de países 
islámicos se oponen al terrorismo y, en buena medida, apuestan por integrarse 
en la economía global y en la comunidad internacional. Ni tampoco es un 
choque entre los pobres del mundo y el capitalismo mundial, aunque la 
exclusión social conduzca frecuentemente a la desesperación de la que se 
alimenta el fanatismo. Es esencial distinguir esta guerra de la oposición al 
modelo neoliberal que representa el movimiento antiglobalización, porque esa 
asimilación conduciría a criminalizar dicho movimiento y a sofocar el gran 
debate democrático sobre los contenidos de la globalización que apenas se ha 
iniciado. No. Estamos ante una guerra definida en términos más precisos: es 
la guerra de las redes fundamentalistas islámicas terroristas contra las 
instituciones políticas y económicas de los países ricos y poderosos, en 
particular de Estados Unidos, pero también de Europa occidental, países 
estrechamente vinculados en su economía, en sus formas de democracia y en su 
alianza militar (artículo 5 del Tratado de la OTAN). En la raíz de esa guerra 
hay un rechazo a la marginación de los musulmanes y una afirmación de la 
supremacía de los principios religiosos del islam como sustento de la 
sociedad (aunque en una interpretación contradictoria con las enseñanzas 
profundamente humanistas del Corán). La identidad humillada y el menosprecio 
cultural y religioso del islam por los poderes occidentales conducen a la 
resistencia, al llamamiento a la guerra santa. Y esta resistencia se concreta 
en la oposición a la existencia de Israel y se alimenta de la prepotencia 
israelí en su opresión del pueblo palestino. Por tanto, es en esa identidad 
islámica (no árabe) exacerbada y en el proyecto de defensa / imposición de 
estos valores en todo el mundo, empezando por los países musulmanes, en donde 
se encuentra el quid de la cuestión.

El mundo al que aspira Bin Laden ya existe: es el Afganistán de los Talibán. 
Esas redes de terror (de algunas de las cuales Bin Laden es el símbolo más 
que el comandante supremo) se alimentan también de la frustración de sectores 
(¿o Gobiernos?) de algunos países musulmanes, humillados por lo que ellos 
perciben como el neocolonialismo de los países occidentales. Es posible 
también que redes terroristas de distinto origen, incluidos sectores de la 
economía criminal, puedan encontrar formas tácticas de colaboración con las 
redes islámicas (por ejemplo, la economía de los talibán es altamente 
dependiente del tráfico de opio que alimenta la llamada 'senda turca' de la 
droga hacia Europa occidental, una red protegida por las mafias albanesas que 
tuvieron un papel importante en la rebelión de los kosovares). En suma, de un 
lado se encuentran Estados Unidos, la Unión Europea y todos aquellos países 
que de una u otra forma participan en el sistema económico y tecnológico 
dominante, incluidos Rusia (igualmente enfrentada a las redes islámicas, a 
partir de Chechenia), Japón, China e India. De otro lado, hay un núcleo duro, 
irreductible, de redes terroristas del fundamentalismo islámico, con posibles 
complicidades en algunos Gobiernos, con alianzas tácticas con otras redes 
terroristas y con una simpatía difusa entre sectores populares de países 
musulmanes. Estas redes variopintas buscan imponer sus objetivos utilizando 
las únicas armas eficaces en su situación de inferioridad tecnológica y 
militar: el terrorismo de geometría variable, desde el atentado individual a 
las matanzas masivas, pasando por la desorganización de la compleja 
infraestructura material en que se basa nuestra vida diaria (agua, 
electricidad, comunicaciones). Y contando con la transformación de personas 
en munición inteligente mediante la práctica generalizada de la inmolación.

Así planteada la guerra, Estados Unidos (un país herido y profundamente 
motivado en este combate) ha iniciado, con el apoyo de sus aliados ( incluida 
España), la más difícil de las guerras: la guerra contra una red global capaz 
de rearticularse constantemente y de añadir nuevos elementos conforme otros 
vayan siendo destruidos, porque se alimenta del fanatismo religioso y de la 
desesperación social de millones de musulmanes. Por eso esta guerra no se 
parecerá mucho a la del Golfo. Incluso la muerte y el sufrimiento, jinetes 
sempiternos del aquelarre bélico, serán distintos esta vez, porque afectarán 
en mucha mayor medida a los norteamericanos y a sus aliados. Será una guerra 
cruenta, larga, insidiosa, que llegará a todos los confines, con multiples 
reacciones violentas de esas redes multiformes y bien pertrechadas, que 
sabían lo que se les venía encima y que están preparadas para ello -tal vez 
con armas químicas y bacteriológicas-.

Ahora bien, ¿cómo se ataca a una red? En términos asépticos, que son 
necesarios para la claridad, y basándome en las investigaciones que sobre 
estos temas han ido desarrollándose en distintos centros estratégicos de 
Estados Unidos y Europa, parece necesario distinguir entre tres procesos. El 
primero es la desarticulación de la red. El segundo consiste en prevenir la 
reconfiguración de la red. Y el tercero es evitar la reproducción de la red. 
Es sobre este tercer nivel sobre el que versan la mayoría de las discusiones 
bien intencionadas de estos días: hay que estabilizar el mundo mediante la 
incorporación al desarrollo de los hoy excluidos, hay que practicar la 
tolerancia multicultural y hay que forzar a Israel a aceptar un Estado 
palestino e imponer a judíos y palestinos la convivencia (difícil pero 
necesario y no necesariamente imposible si tomamos en serio acabar con ese 
nido de inestabilidad mundial). Pero esa estrategia de largo plazo sólo es 
practicable después de la guerra. La primera tarea, en la que están ahora los 
Gobiernos occidentales, es la de ganar esa guerra, empezando por la 
desarticulación de la red. Lo cual requiere, por un lado, la identificación y 
eliminación de sus nodos estratégicos; es decir, de aquellos en los que 
reside la capacidad de coordinación y toma de decisiones. De ahí el intento 
de destruir las bases operativas en Afganistán y en otros lugares aún por 
determinar. También en ese contexto se plantea la captura o muerte de Bin 
Laden, tanto por su importancia carismática de profeta del movimiento como 
por el valor simbólico que tendría su captura. La Unión Soviética fue 
derrotada en Afganistán, pero las cosas han cambiado. Los guerrilleros 
islámicos tenían con ellos a la CIA, a Pakistán y a Arabia Saudí. Y los 
norteamericanos utilizarán probablemente las nuevas tácticas conocidas 
genéricamente como 'swarming' (enjambres), basadas en el despliegue de 
pequeñas unidades de comando con alto poder de fuego, autonomía propia, 
coordinación electrónica entre las mismas y acceso constante a información 
por satélite y a apoyo aéreo instantáneo con armas de precisión. Aun así, sus 
pérdidas serán enormes, pero no se va a limitar EE UU esta vez a bombardear y 
luego ocupar terreno. Van a combatir a las redes con sus propias redes, 
utilizando su capacidad tecnológica para compensar su desconocimiento del 
terreno. En ferocidad y determinación esta vez los contrincantes estarán 
igualados. El punto débil para los norteamericanos es la mala calidad de la 
información de que disponen, consecuencia del declive profesional de sus 
servicios de espionaje en los últimos tiempos. Pero esperan compensarlo con 
la ayuda israelí, saudí, palestina (Arafat) y, sobre todo, con la 
colaboración de los paquistaníes, que son los que saben qué pasa en 
Afganistán: de ahí el papel decisivo que puede jugar Pakistán en esta guerra, 
en uno u otro sentido. Aliado esencial de los norteamericanos o país dividido 
por una guerra civil con la posibilidad de acceso a su armamento nuclear por 
parte de los fundamentalistas. La guerra de Afganistán sólo será un elemento, 
aunque importante, de esa primera fase de desarticulación de las redes. Al 
mismo tiempo acciones puntuales en Palestina, en Líbano, tal vez en Libia, en 
Egipto y en Irak (con desarrollos impredecibles), tratarán de neutralizar, 
destruir y desorganizar los puntos de conexión que se identifiquen.


Estamos ante una guerra de las redes fundamentalistas islámicas terroristas 
contra las instituciones políticas y económicas de los países ricos, en 
particular de EE UU y también Europa 

    
 
La segunda fase de la destrucción de las redes, que puede desarrollarse en 
paralelo a la primera, es evitar su reconfiguración, es decir, que se 
desplacen los grupos y operativos clave a otros lugares o que reorganicen su 
actividad a partir de nuevos integrantes. Lo que aquí cuenta son tres tareas: 
detectar e interceptar los flujos financieros, que constituyen el combustible 
indispensable de la red; interceptar las comunicaciones electrónicas sobre 
las que reposan los contactos globales, y confrontar las nuevas acciones de 
terrorismo con las que las redes van a responder a la ofensiva en su contra. 
En cierto modo, la forma de detectar a los nucleos operativos de la red 
terrorista será tan fácil como siniestra: estarán allí donde se produzcan 
atentados de destrucción masiva.

La guerra contra estas redes será llevada a cabo por una red de Estados y sus 
Fuerzas Armadas, en una compleja geometría de alianzas e intereses en que los 
Gobiernos tendrán que manejar la doble dependencia de su lealtad a la red de 
defensa conjunta y de la sensibilidad diferencial de sus opiniones públicas. 
Y las alianzas irán variando conforme en algunos países, en particular en 
países musulmanes, se produzcan reacciones populares en contra de la guerra a 
las redes terroristas.

La esperanza, la única esperanza de supervivencia de lo que hoy es nuestra 
sociedad, es que durante el proceso de destrucción de las redes del terror se 
sienten las bases sociales, económicas, culturales e institucionales para 
evitar su reproducción.

Nuestra organización económica y social, y nuestras instituciones políticas, 
han engendrado el fenómeno que hoy tenemos que combatir, incluido Bin Laden, 
que aprendió con la CIA. En el largo plazo, necesitamos absolutamente 
reformar en profundidad nuestro mundo, superando la exclusión social y la 
opresión de las identidades. En el corto plazo, estamos en guerra. Y me 
pareció que lo más honesto era contarle en qué consiste. Ojalá me equivoque.

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esperança: el futur no està escrit
xavi at sindominio.net
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