[unomada-info] Reseña de "La forma-Estado" de Toni Negri

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Pensamientos de izquierda
La otra orilla

LA FORMA-ESTADO
Antonio Negri

Trad. Raúl Sánchez Cedillo
Akal
Madrid, 2003
458 págs.

Por Verónica Gago

Los artículos de Antonio Negri recopilados en el volumen La forma-Estado 
fueron escritos en las décadas del sesenta y del setenta, y editados en 
Italia en 1977 con el mismo título.
La investigación de las transformaciones de la forma-Estado es, para 
Negri, un trabajo genético y genealógico: consiste en rastrear el origen 
de esa forma y, al mismo tiempo, las variaciones desde aquel origen. En 
ese tránsito, Negri aclara el propio: su pasaje metodológico (en base a 
la lectura de la obra de Carlos Marx) de El Capital a los Grundrisse. 
Los ensayos que él declara haber pensado a partir de los años cincuenta 
bajo “el uso dialéctico negativo de la teoría” son aquellos aún no 
afectados por el “paso práctico” que marca la revolución de 1968. De la 
posguerra al ‘68, de El Capital a los Grundrisse: son tránsitos 
teórico-prácticos de una misma pregunta: ¿qué hacer? De mostrar la 
naturaleza antagonista de la relación de clase, Negri pasa a considerar 
cómo la productividad autónoma de clase se manifiesta como subjetividad.
Tal secuencia es lo que liga los artículos y, sobre todo, lo que permite 
vislumbrar, desde distintas dimensiones, el punto principal de esta obra 
de Negri: la concepción del marxismo como una ontología. Es decir, la 
anterioridad de la fuerza del trabajo en la innovación de las formas 
sociales, en la valorización del mundo y en la producción de hipótesis 
políticas que niegan la subordinación de tal valorización al mando 
capitalista. Esto implica la posibilidad de un “afuera” del capital: se 
trata de un reconocimiento al poder del trabajo como momento autónomo. A 
partir de esta premisa, el análisis se despliega a través de las formas 
(Estado) en que el capital logra reconvertir los momentos de crisis de 
su dominio en instancias aptas para su violenta reorganización. El 
Estado re-acciona al accionar proletario. Su modo de ser es reactivo y 
así es como se despliega concretamente la confrontación entre el trabajo 
vivo y el trabajo muerto: entre la capacidad productiva obrera (que 
Negri se encarga de diferenciar insistentemente del movimiento obrero 
oficial del Partido Comunista) y la capacidad de reestructuración y 
mistificación del capital.
Sobresalen dos grandes formas en el análisis del filósofo italiano: el 
Estado-Plan (o social) y el Estado-Crisis, ubicados en dos momentos que 
permiten el paso de situaciones historiográficas a teorizaciones políticas.
La pregunta por el Estado-Social, capaz de la más alta planificación del 
trabajo surgido como “respuesta” al Octubre Rojo, remite inmediatamente 
a otra: ese Estado que incorpora al trabajo como su principio –político 
y organizativo– fundamental: ¿es una paradójica superación de las 
premisas socialistas? La constitución de la “sociedad-fábrica” de la que 
habla Negri es precisamente el momento en que el trabajo se socializa y 
recubre toda la sociedad. Pero el trabajo, en el marco de la 
sociedad-fábrica, ya no es equivalente a los intereses proletarios. 
Sufre una mutación: se vuelve una categoría burguesa. La generalización 
del trabajo –o paradigma del pleno empleo en su versión mistificada– es 
aquí el modo de contestación al ciclo revolucionario iniciado en 1848 y 
continuado en 1870 y 1917. Es Keynes –dice Negri– quien con su famosa 
frase “a largo plazo estamos todos muertos” lanza el más lúcido 
“presagio de clase”: la necesidad de recuperar a la clase obrera como 
categoría económica alinterior del capital. El desarrollo se convierte 
en este momento en la forma de salida de la crisis. De aquí surge un 
nudo de problemas fundamentales: ¿cuál es la relación entre las luchas 
obreras y el reformismo capitalista?, ¿en qué medida y bajo qué 
modalidades uno de estos términos subordina al otro?
Sin embargo, la dinámica post-’68 impone la necesidad de un modelo de 
desarrollo que no sea “alternativo” a la crisis sino coherente con ella: 
el desarrollo debe volverse el “uso capitalista de la crisis”, es decir, 
la neutralización de esos momentos en que el antagonismo del poder del 
trabajo desestabiliza al capital. Así, las crisis son los momentos de 
salto tecnológico para la integración represiva de la existencia obrera, 
en reemplazo de la masiva inclusión salarial. Al mismo tiempo esta nueva 
configuración del Estado-Crisis está obligada a dar preeminencia a la 
“solución política” de los conflictos, con la destrucción de la 
autonomía obrera, con una alianza más estrecha entre Estado y capital. 
La paradoja del capital es que debe asumir el momento político 
–legitimación– como momento de su autovalorización económica. De aquí 
surge para Negri una famosa conceptualización a debatir: la “autonomía 
de lo político”. El libro recorre con rigurosidad este debate pasando 
por los clásicos de la teoría marxista del estado: Miliband, Poulantzas, 
los neogramscianos, Rosdolsky, Sweezy, Hirsch, entre otros.




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